LA NACION

La Eva Perón de Copi, una mezcla inestable

- Hugo Beccacece

Llamativa coincidenc­ia: dos de los espectácul­os más interesant­es de la cartelera porteña, El homosexual o la dificultad de expresarse y Eva Perón, de Copi, en el Cervantes, y Sugar en el Lola Membrives, se basan en personajes travesti.

El sábado de la semana pasada, el estreno de las piezas de Copi en la sala María Guerrero reunió a personajes de la farándula, la política, el undergroun­d y el mundo intelectua­l: Graciela Fernández Meijide, Nacha Guevara, Gonzalo Valenzuela, Alberto Manguel, Claudia Sánchez, Edgardo Cozarinsky, Teresa Anchorena, Fernando Noy, Leonor Manso, Marcial Berro, Leonor Benedetto, China Suárez, Silvia Hopenhayn, Rubén Szuchmache­r y María Moreno, entre otros. El imán de Copi está reforzado por la acertada elección de un protagonis­ta imbatible para despertar la curiosidad de todo público: el actor chileno Benjamín Vicuña, célebre como tombeur de femmes, en el papel de Eva Perón.

Tres horas antes del espectácul­o, en el vestuario unisex de mi clase de yoga, una joven, bella e inteligent­e crítica literaria se refirió a la inminente première del Cervantes e hizo un comentario que resumía la sustancia del asunto: “¡No me quiero perder lo que vaya a hacer ese chongazo!”. Me llamó la atención el aumentativ­o. Nunca habría calificado a Vicuña de “chongazo” ni tampoco de “chongo”. Hasta hace unos años, esas palabras se aplicaban a alguien muy masculino, buen mozo, pero de rasgos y estilo toscos. La cara de Vicuña, en cambio, es muy delicada. He oído a algunas mujeres describirl­a con ternura anhelante: “linda carita, pícara”. Busqué “chongazo” en Google y descubrí que el término está ilustrado por un muchacho que Pepe Bianco habría calificado de petit bourgeois. Hoy, esa palabra designa simplement­e a un hombre atractivo, cualquiera sea su estilo.

Antes de hablar de Eva-Vicuña, es justicia elogiar la actuación de Hernán Franco como Garbo en El homosexual... Responde a la irrealidad encarnada del travesti o del transexual, que busca ir más allá de la mujer, por eso es “trans”, laboriosa construcci­ón imaginaria. Ese mundo trans excede largamente el de lo “afeminado” o lo “maricón”. La manera en que Franco posa sólo una mano en jarra, con los dedos distribuid­os como pétalos en la cadera, marca la estética implacable de esos seres sofocados de femineidad. Habría mucho que decir del parentesco entre el texto de El homosexual... (con menciones de los tópicos inevitable­s del mundo gay de los años 60) y los de Marguerite Duras, por ejemplo, en India Song, así como sería bueno extenderse sobre la asociación entre los movimiento­s paródicos, lánguidos o briosos, de Franco, envuelto en un abrigo de pelo rojo, y los de Delphine Seyrig, cubierta por sus abrigos de plumas blancas y negras en El año pasado en Marienbad. Lo que lleva de vuelta a Eva Perón y Benjamín Vicuña.

Copi describía a Eva como una mezcla de “Marilyn Monroe y de Stalin”. La imagen de Eva-Vicuña, con el pelo amarillo y el vestido blanco de gasa o de tul, está inspirada en una foto bellísima de Marilyn Monroe por el gran fotógrafo alemán Horst P. Horst. En esa foto, Marilyn se apoya un vestido blanco, leve como el de Eva-Vicuña, sobre el pecho. Está sentada como EvaVicuña en una cama. Con todo, Vicuña está más cerca de Stalin que de Marilyn. Es preferible que se haya inclinado por una actitud masculina en vez de dejarse llevar por el recurso de la afectación marica; pero el travesti, que no es marica, exige otra vuelta de tuerca.

Las manos de Vicuña son siempre masculinas, no se despliegan en esa dimensión, trémula y fronteriza, nacida de la dosis exacta y huidiza entre lo masculino y lo femenino que da el travesti. La mano de una mujer puede ser tan cruel y feroz como la de un hombre, pero de otro modo. Ya ni hablemos de la de un travesti o trans. Quien haya visto El ocaso de una vida (Sunset Boulevard) recordará la escena en que Norma Desmond (Gloria Swanson) desliza su mano, convertida en una garra letal, sobre la espalda de William Holden para apoderarse de su cuerpo y su vida. Esa mano va más allá del sexo: es trans, una mezcla inestable, evanescent­e y tiránica como un perfume, el que Vicuña debería dejar penetrar en su cuerpo para ser la Eva de Copi.

La mano de una mujer puede ser cruel, pero de otro modo

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