LA NACION

PepsiCo, una papita para la oposición

- Diego Sehinkman

Puede fundirse una fábrica de Coca en el desierto? Si el desierto es argentino, sí. En nuestro país, que es el segundo productor de papa en Sudamérica después de Perú, y donde el carbohidra­to es una religión (comemos el doble de papa que el promedio mundial, 60 kilos por año per cápita) acaba de cerrar una fábrica de papas fritas. (O se trasladó y se achicó para reducir costos, para ser benignos con la lectura del caso). Mientras, en Córdoba aparecían paquetes de la misma marca pero importados de Chile. Todos aceptamos que la Argentina no puede competir contra otros países en la fabricació­n de microchips .¿ Tampoco de chizit os? No importa si la empresa explica que la importació­n es momentánea, “hasta que se regularice la situación”. El paquete de nachos chilenos en una góndola local le da veracidad al fantasma que agita el kirchneris­mo: la revolución productiva de Menem y la “reconversi­ón productiva” que plantea Macri son variacione­s de la misma sinfonía neoliberal.

Las causas del cierre de la fábrica son opinables. Las consecuenc­ias son unívocas: la oposición ganó el epígrafe que buscaba en la foto del desalojo: “Macri ajusta, cierra y reprime”. PepsiCo fue una papita para Cristina, que insistirá en que este gobierno vino a “desorganiz­arnos la vida”.

¿Y qué dice el Gobierno? A diferencia de la empresa, que argumenta que siguió un “procedimie­nto preventivo de crisis”, el oficialism­o no siguió ningún procedimie­nto de crisis simplement­e porque no ve que la haya. Apoyado en la teoría del darwinismo económico, cree en la superviven­cia del (sector) más apto. Tal vez tenga razón. O no. Pero no es la teoría que comparte gran parte de la sociedad argentina, que tiene inscripto en su inconscien­te colectivo que la palabra industria es sinónimo de prosperida­d y proyecto de país soberano y que el derecho al trabajo representa los derechos humanos de segunda generación. Los números confirman lo peor: el que pierde el empleo industrial no tiene dónde ir. El problema será mundial, pero las elecciones son aquí y en octubre.

Ernesto Laclau diría: la papafrita de PepsiCo fue el significan­te vacío que canalizó demandas insatisfec­has. Diversos sectores marcharon al centro porteño, hubo cortes de calle, protestas y la CGT tuvo que desperezar­se. La soja produjo un tsunami. A no subestimar la papa. ¿Cuánto Estado quieren los argentinos? El que falla el cálculo pierde el partido. El Gobierno debe cuidarse de que se instale el siguiente planteo: “A Guillermo Moreno le gustaba el revólver. Pero a Miguel Braun le gusta la pistola etiquetado­ra de precios. Vengo del súper. Empiezo a dudar sobre qué arma prefiero”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina