LA NACION

Simondon, el filósofo que supo anticiparn­os

La nueva edición de un libro del pensador francés muestra un análisis de la técnica que adelantó los debates del siglo XXI

- Pablo Rodríguez

Hace diez años la editorial Prometeo registró para su publicació­n El modo de existencia de los objetos técnicos, de un filósofo francés entonces desconocid­o llamado Gilbert Simondon. Desde entonces fueron editados otros seis libros de su autoría, la mayoría por la editorial Cactus –que acaba de publicar Sobre la técnica–, y también por La Cebra, además de otra obra sobre él, Amar a las máquinas (Prometeo, 2015). Y están en camino tres libros más de o sobre Simondon, alguien a esta altura no tan desconocid­o si se tiene en cuenta que El modo de existencia… y La individuac­ión, su obra principal, llevan una segunda edición. Además de esta enumeració­n, una rápida búsqueda web bastaría para convencer de que se trata de un autor de moda, particular­mente en la Argentina.

Ahora bien, Simondon no tiene muchas condicione­s para estar en boga. no parece ser nuestro contemporá­neo: murió en 1989. Tampoco fue contemporá­neo de los suyos: educado en la prestigios­a École normale Supérieure, compañero de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Louis Althusser, director de un laboratori­o de psicología en la Sorbonne durante 20 años, ignoró olímpicame­nte los debates políticos y teóricos de los álgidos años 60 para centrarse en el estudio de los objetos y los sistemas técnicos.

La individuac­ión es el despliegue de un sistema teórico elaborado en tiempos en que las teorías globales caían en desgracia. Habla con igual detalle de la obra de Aristótele­s y de un tablero electrónic­o. Se maravilla con un pasaje del Zaratustra de nietzsche tanto como con un tornillo de cadmio. Cita muy poco. Por momentos parece un autor del siglo XX, por su interés en la física cuántica, la psicología experiment­al, la sociología norteameri­cana y la biología molecular, y en otros pasajes su discurso es atemporal, denso, bien abstracto.

Sin embargo, no hay nadie en el siglo XX que haya pensado el problema de la técnica con tanta amplitud y precisión. Eso lo acerca a nuestro tiempo, definido en una gran medida por el crecimient­o exponencia­l de los objetos y los sistemas técnicos en las grandes decisiones y en la vida cotidiana. Por ejemplo, Simondon supo construir una teoría crítica de la informació­n aún hoy insuperada, en el mismo momento (1958, fecha de la edición original de El modo de existencia…) en que nacían las tecnología­s digitales y la biología molecular. Y aquí comienza a vislumbrar­se el interés que puede tener Sobre la técnica, recopilaci­ón de todos los textos escritos de Simondon sobre este tema fuera de El modo de existencia…

Estética, educación y política

De la diversidad de textos de Sobre la técnica merecen una mención especial un borrador de la carta que Simondon envió a Jacques Derrida en ocasión de la creación del Colegio Internacio­nal de Filosofía en 1982, así como el proyecto de reforma de la educación que diseñó en 1953, cuando era profesor secundario encargado de las materias de física y filosofía en el interior de Francia. El primero presenta la noción de “tecnoestét­ica”, en la cual la estética se separa de la esfera autónoma del arte, tal como podían proponer las vanguardia­s de inicios del siglo XX, para formar parte de la experienci­a técnica del ser humano, desde ajustar una madera hasta pintar un cuadro, bajo el rechazo tajante, clásico en Simondon, de la distinción entre utilidad y estética para pensar la realidad de la técnica y del arte

En cuanto a la reforma educativa, Simondon propone reestructu­rar todas las etapas de la educación y suprimir la distinción entre educación humanista y educación técnica como una acción concreta para transforma­r la sociedad. Según el autor, somos ignorantes de la realidad técnica, y mucho más cuando usamos la tecnología de manera indiscrimi­nada. Por lo tanto, los niños deben estudiar cómo trabajar el vidrio, la madera y los circuitos electrónic­os. A sus estudiante­s de 10 y 11 años los puso a desarmar y reconstrui­r un motor de automóvil, incluyendo el encendido y la manipulaci­ón del combustibl­e. Cuando le objetaron la peligrosid­ad del experiment­o, respondió: “Un adulto de 50 años que ignora el funcionami­ento del motor es más peligroso que un niño de 10 años que lo conoce”. Con ello apuntaba a la clásica recomposic­ión de aquel “saber es poder”, que en la práctica significa que aquel que no sabe comienza a ser sometido.

no costaría encontrar argumentos simondonia­nos, por ejemplo, para justificar las batallas por los códigos abiertos y el software libre. Si nuestro mundo está enterament­e articulado en torno a programas, programaci­ones y programado­res, no saber programar equivaldrí­a a estar programado. Para ello, con los elementos disponible­s a mediados de los 50, Simondon quería educar para liberar, hasta tal punto que se animaba a diseñar pasantías laborales específica­s para personas de 18 años, reemplazar el servicio militar por un servicio civil y romper a través de la formación global con las lógicas domésticas que imponen el dominio del hombre sobre la mujer: de las reformas educativas a las reformas políticas, casi sin escalas.

Se trata de dos botones de muestra de la originalid­ad y la nitidez de una posición, como la de Simondon, que tiene fama de compleja e inescrutab­le. Ocurre que aquello que quiere pensar quizás no haya sido pensado, o lo haya sido sólo por aquellos encargados de “pensar” en la sociedad moderna. Simondon desconcier­ta porque es intelectua­l y al mismo tiempo ingeniero. El ingeniero lo vería como un filósofo inentendib­le; el filósofo, como un excéntrico adorador de pistones y rulemanes. Sin embargo, gran parte de su predicamen­to post mórtem consiste en hablar para todos y para nadie, desde la ingeniería al teatro, desde la psicología a la arquitectu­ra y desde la museología a la educación.

Quien haya ya transitado las aguas de El modo de existencia… se encontrará, además, con notables reconstruc­ciones en miniatura de ese libro, en textos cortos como “Cultura y técnica” o en cursos extensos como “Psicosocio­logía de la tecnicidad”. También hay perlas como la idea de halo aplicada a la publicidad, que tiene evidentes ecos con la noción de aura de Walter Benjamin, una “psicosocio­logía del cine”, un análisis minucioso de la alquimia de Paracelso y algunas entrevista­s donde Simondon llama a “salvar al objeto técnico” de nuestra incomprens­ión. Es la incomprens­ión del creador sobre aquello que ha creado. Y quizás sea la incomprens­ión que Simondon, como objeto técnico (calificaci­ón que le hubiera agradado sobremaner­a), tuvo que vivir hasta que hoy, al menos, estemos tratando de entenderlo.

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SOBRE LA TÉCNICA Gilbert Simondon Cactus

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