Promesas incumplidas
La crisis financiera iniciada en 2008 y todavía no resuelta ha sido objeto de numerosos análisis. ¿Cómo no se pudo prever? ¿Representa una singularidad, o es la muestra de un nuevo modo de funcionamiento del sistema? ¿Qué regulaciones podrían haberla evitado? Las preguntas se multiplican, así como los intentos por explicar un evento que afectó a todas las economías centrales, de una magnitud comparable al colapso de 1930.
Si bien la mayoría de los trabajos estuvieron a cargo de economistas, otras ciencias sociales también se sintieron convocadas, con aportes, entre otros, de Bruno Latour, Ulrich Beck y Scott Lash.
En este listado se destaca Hacer negocios con palabras. El fracaso del lenguaje como clave para entender el capitalismo financiero, del antropólogo Arjun Appadurai. Nacido en Bombay en 1949, a los 18 años se mudó a Estados Unidos y se doctoró en la Universidad de Chicago. Su carrera incluye etapas en algunas de las mejores estaciones académicas de ese país, como la Universidad de Pensilvania, Yale, New School y, actualmente, New York University. En el mundo, ha tenido posiciones en las universidades de Ámsterdam y Róterdam, y en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Su recorrido habla de una obra teórica de gran impacto.
En Hacer negocios con palabras Appadurai vuelve a algunos clásicos de la antropología y la lingüística para presentar la crisis financiera como resultado de la incapacidad de la lengua para rendir cuenta de los intercambios que se estaban produciendo. Parte de la noción de “acto de habla” de John Austin, que implica que el decir puede constituir un hacer. Por caso, cuando un juez dice: “Los declaro marido y mujer”, la fórmula consagra efectivamente el matrimonio.
En el corazón del sistema que llevó al colapso se encuentran los derivados (derivatives, en inglés), que Appadurai analiza como promesas: el acto de habla con que un hablante se compromete a realizar determinada acción en el futuro. Una hipoteca supone un compromiso de pago. Ahora bien, los derivados representan promesas sobre promesas, ya que de una hipoteca pueden generarse innumerables derivados a través de sucesivos mecanismos de recorte y agregación. La multiplicación de esas operaciones establece una distancia con la economía real y vuelve abstractas las estimaciones de riesgo.
Pero el elemento que lleva al extremo hasta subvertir el sentido de la promesa es que pueden crearse instrumentos como las permutas de incumplimiento crediticio, basados en la estimación del no repago, es decir, promesas sobre promesas quebradas. Esta espuma lingüística termina inflando la riqueza: se estima que los activos financieros representan cinco o seis veces el producto bruto global.
Otra noción importante es la de “dividuo”. Sí, como “individuo” pero sin el prefijo. Esta categoría, reelaborada a partir de propuestas de Marcel Mauss y Meyer Fortess, permite pensar a las personas no como unidades indivisibles sino como meros agregados inestables de características o roles. Si la noción de individuo como sujeto de derechos y obligaciones es crucial en las sociedades modernas, la idea del “dividuo” representa hoy su recorte en porciones que pueden ser recombinadas con fines comerciales.
Retomando el ejemplo: un deudor concreto, asociado a una hipoteca y a una casa, es separado de su circunstancia real y reconvertido en un puro riesgo de pago, que es recombinado con otros para producir paquetes de productos financieros. Los que, en las sucesivas rondas, resultarán partidos y rearmados repetidamente, hasta donde llegue la imaginación financiera.
En tanto “las finanzas involucran objetos cuya materialidad parece tanto real como irreal”, se pregunta el autor, ¿hemos convertido el mercado en un ámbito sagrado? ¿Las promesas sobre no promesas representan el fin de la noción moderna de “contrato”? Appadurai dedica unas pocas páginas a discutir cómo controlar estos abusos, y propone nuevas alianzas, fluidas, “tan dinámicas como inventadas, tan cambiantes de forma como lo es el propio capital” en lugar de la clásica regulación estatal. Dos cuestiones quedan en claro: la extrañeza del presente financiero y la impresión de encontrarnos ante un límite.