LA NACION

Figuras sobre fondo negro

- Verónica Boix

Lo sabe todo el mundo: en el policial negro no se narra un crimen anterior al relato; el crimen coincide con el momento de la acción. Daniel Parodi, el protagonis­ta de Los motivos del lobo, de Liliana Escliar (ganadora del Premio Planeta por La arquitectu­ra de los ángeles y guionista televisiva), es un criminólog­o capaz de entrar en la mente de cualquier delincuent­e y descifrarl­a. Nunca falla. Pero unos meses después de la muerte de su esposa, un psicópata asesina a su hija. La tragedia lo expulsa de su vida y lo coloca en una cacería mutua.

El Lobo, un delincuent­e siniestro, encarna todos los males. O casi todos. Si la pregunta en los primeros capítulos pareciera ser qué pasa cuando la maldad selecciona al azar a un hombre como blanco, muy rápido la trama se desliza hacia la zona inquietant­e de la secta “Los hijos de Saturno”. Parodi pierde su capacidad de investigar, se vuelca a la bebida, comienza a destruir todo lo que lo rodea. Y continúa armando un mapa de pistas en una pared. Las desgracias siguen sucediendo de manera inevitable sin que puede preverlas.

De algún modo, no tiene alternativ­a. Perdida su familia, su casa y su trabajo, se recluye en la librería de su amigo y aliado, Ernesto Soria, un policía retirado, fanático de Borges, que lo va a ayudar en la investigac­ión. La historia de Parodi –su apellido juega con el del detective creado por Borges y Bioy que investiga desde la cárcel– va a girar en torno a las reglas del juego, un poco gastado, del gato y el ratón. Los criminales se valen de ardides demasiado torpes para la organizaci­ón que pretenden encarnar. Parodi –y la justicia y el poder– llegan indefectib­lemente tarde. Los papeles de perseguido­r y perseguido se van alternando y la tensión del relato continúa oscilando hasta el final.

No faltan en la historia los personajes que la hacen digna del género. Hay un amor cercano e inalcanzab­le, la fiscal del caso; también un discípulo inexperto en todo, excepto en la tecnología que maneja mejor que nadie. Tampoco falta el contrapunt­o imprescind­ible de todo investigad­or: su compañero fiel. Ese hombre es, al mismo tiempo, su confidente y el equilibrio entre la racionalid­ad y la intuición, esenciales para el avance de la pesquisa. Por momentos, lo que parece estar ausente, sin embargo, es la cualidad esencial que los vuelve vitales. Aparecen como meros estereotip­os y transmiten la impresión de ser figuras recortadas sobre fondo negro (el color esperado del género).

Pedirle a un texto realista que se parezca a la realidad sería ridículo. Parodi no tiene que actuar como si fuera un criminólog­o obsesivo por luchar contra el mal más abominable: debe ser ese hombre atormentad­o por un perseguido­r que lo enloquece. Explicar sus desgracias no basta, debería vivirlas en el mundo del lenguaje. En Los motivos del lobo trastabill­a y se vuelve a incorporar.

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LOS MOTIVOS DEL LOBO Liliana Escliar Tusquets 255 págs., $ 349

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