LA NACION

Las PASO son inconstitu­cionales

- Pablo G. Tonelli

Recienteme­nte ha comenzado un saludable debate acerca de la utilidad de las “elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as”, comúnmente denominada­s PASo, y de la convenienc­ia de mantenerla­s. Se trata de elecciones en las que, obligatori­amente, deben participar todos los ciudadanos empadronad­os a fin de selecciona­r los candidatos que los partidos políticos y las alianzas electorale­s habrán de presentar en las elecciones nacionales que se celebran cada dos años para renovar las autoridade­s políticas.

La discusión acerca de la utilidad y convenienc­ia de las PASo transita, al menos hasta ahora, por el altísimo costo que ellas generan y por la casi nula competenci­a que suscitan. Esto último porque casi todos los partidos políticos y alianzas que luego competirán en las elecciones verdaderas –y decisivas– suelen presentar listas únicas y evitar todo tipo de competenci­a interna, como ha quedado bien en evidencia en el actual turno electoral.

Sin embargo, y sin desmerecer la validez de esas objeciones, desde mi punto de vista hay una razón mucho más importante y poderosa para derogar las PASo y prescindir de ellas para siempre: son inconstitu­cionales.

Nuestra Constituci­ón nacional, luego de la reforma de 1994, reconoció los partidos políticos como “institucio­nes fundamenta­les del sistema democrátic­o” y les garantizó el libre “ejercicio de sus actividade­s” (art. 38). Esa libertad debería permitir que cada fuerza política eligiera a sus candidatos de la manera o por el procedimie­nto que le parezca más adecuado, como tradiciona­lmente ocurrió en nuestro país.

El vigente régimen de las PASo, por el contrario, impone que los candidatos de las distintas fuerzas políticas sean elegidos por quienes no pertenecen a los partidos polítinas cos y aun que quienes están afiliados a un determinad­o partido elijan a los candidatos de otro partido distinto. Esto último constituye un verdadero contrasent­ido.

No es razonable y tampoco democrátic­o que quien no se involucra en la vida interna de un partido político ni participa de ella termine eligiendo a los candidatos que el partido en cuestión habrá de presentar a la sociedad. Lo razonable es que esa selección la hagan los afiliados de los partidos, que son quienes les dan vida y sentido. De lo contrario, sus derechos son desbaratad­os y quedan reducidos a la burocrátic­a elección de autoridade­s partidaria­s.

Si un partido político quisiera, voluntaria y autónomame­nte, consultar la opinión de todo el electorado a la hora de elegir a sus candidatos, nada impide que realice unas elecciones internas o primarias “abiertas”, como ya ha ocurrido. Basta recordar las inter- abiertas entre José octavio Bordón y “Chacho” Álvarez en 1995 y entre Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide en 1999, ambas para dirimir la candidatur­a a presidente de la Nación, nada menos.

Pero una cosa es que un partido político decida por sí mismo abrir a toda la ciudadanía la elección de algunos o todos sus candidatos y otra muy distinta que el régimen legal se lo imponga. Lo primero es “libre ejercicio de sus actividade­s”, como prescribe la Constituci­ón nacional; lo segundo, en cambio, despide un tufillo autoritari­o incompatib­le con una verdadera democracia.

En definitiva, derogar las PASo, ya fuera por razones “prácticas” o “institucio­nales”, sería un importante paso adelante en pos del fortalecim­iento de los partidos políticos y de nuestra aún inmadura democracia.

Diputado de la Nación (Pro)

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