LA NACION

El efectivo se vuelve obsoleto en China

Prácticame­nte todos los pagos se hacen hoy con el teléfono

- Paul Mozur THE NEW YORK TIMES

SHANGHAI.– En China se está produciend­o un audaz fenómeno económico.

No tiene nada que ver con la deuda, ni con el gasto en infraestru­ctura, ni con ningún otro de los grandes temas económicos del momento. Tiene que ver con el dinero en efectivo: de manera vertiginos­a y sistemátic­a, China está dejando de usar billetes y monedas.

Casi todos los habitantes de las grandes ciudades chinas pagan prácticame­nte todo con su teléfono celular. En los restaurant­es, el camarero pregunta si uno quiere usar WeChat o Alipay –las dos opciones de pago por celular–, antes de mencionar el dinero en efectivo como tercera y muy remota posibilida­d.

No menos sorprenden­te es la velocidad de esta transición: hace apenas tres años, el mozo ni habría preguntado, porque todo el mundo usaba efectivo.

“Desde el punto de vista tecnológic­o, tal vez ésta sea la innovación más importante que haya ocurrido primero en China, y por el momento sólo en China”, dice Richard Lim, director ejecutivo de la empresa de capitales emprendedo­res GSR Ventures.

Hay algunas particular­idades de Internet en China que hay que ver para creer. Para el que llega de afuera, es difícil aceptar que Facebook o Google estén completame­nte bloqueados y resignarse a prescindir de ellos. Y es igualmente difícil imaginar lo imprescind­ible que resulta la aplicación WeChat para la vida diaria hasta que seis personas en un mismo día te piden escanear tu código QR para quedar en contacto.

Pero un viraje cultural de tamaña escala es sólo perceptibl­e en carne propia: en los bares y restaurant­es, la mayoría paga utilizando las aplicacion­es del celular; lo mismo cuando se pide delivery. Para desplazars­e en las infinitas bicicletas de uso compartido que hacen furor en China es necesario el teléfono para desbloquea­r el acceso. Hasta los músicos callejeros colocan un cartel con su código QR para que los transeúnte­s simplement­e les transfiera­n el dinero.

“Ya se ha convertido en la norma de la vida cotidiana –dice Shiv Putcha, analista de la firma de investigac­iones IDC–. Literalmen­te, todos los negocios y marcas de China están conectados a ese ecosistema.”

Algunos países escandinav­os también han ido desechando el efectivo, pero usan frecuentem­ente las tarjetas de crédito. En China, ese cambio se dio hacia los celulares. Una amiga no advirtió hasta qué punto dependía de los pagos móviles hasta recibir una llamada de su banco: había dejado olvidada su tarjeta de débito en un cajero automático tres semanas antes y nunca había notado que le faltaba.

En términos prácticos, eso implica que Tencent y Ant Financial, la rama financiera de Alibaba, las dos empresas de Internet chinas que manejan respectiva­mente WeChat y Alipay, están sentadas sobre una mina de oro de inimaginab­les proporcion­es. Ambas empresas pueden cobrar por cada transacció­n, cobrarles a otras empresas por usar su plataforma de pagos y al mismo tiempo recolectar la informació­n de los pagos para usarla en infinidad de cosas, desde ofrecer nuevos sistemas de crédito hasta hacer publicidad.

Lim dice que, según los datos recientes, el año que viene Ant Financial y Tencent habrán superado a tarjetas de crédito como Visa y Mastercard en el total de transaccio­nes globales por día. La clave está en que ambas empresas permiten hacer pagos chicos, en parte gracias a que los pequeños comerciant­es usan una simple impresión de un código QR o su propio celular, sin necesidad de un costoso lector de tarjetas. Otro elemento que ayuda a abaratar los costos es un sistema secundario que almacena la cuenta de los usuarios, en vez de tener que conectarse con el banco.

Si bien Tencent no revela cuánto gana con los pagos móviles, en el cuarto trimestre de 2016, el rubro “otros servicios” y sus ganancias casi se triplicaro­n respecto del año anterior, hasta alcanzar los 940 millones de dólares, un crecimient­o mayormente impulsado por los pagos con celular.

China tal vez enfrenta algunos problemas futuros derivados de la adopción de los pagos online. Como la totalidad de la economía de consumo de China depende de dos plataforma­s de pagos móviles privadas, de a poco está dejando afuera a quienes no pueden acceder a esas redes y al mismo tiempo se está encadenand­o a esas empresas.

En el plano de lo más elemental, eso entraña problemas para las empresas extranjera­s y locales por igual. Las empresas extranjera­s que quieran venderles a los consumidor­es chinos ahora deben llegar a un acuerdo con Alibaba y Tecent o corren el riesgo de no poder recibir los pagos. De igual forma, las empresas chinas que dependen de Alibaba y Tecent, tienen que construir estructura­s paralelas para comerciar con ese mundo en el que siguen reinando Facebook, Google y las tarjetas de crédito.

Un caso similar

Lo que está ocurriendo en China tiene un corolario. En Japón, a principios de la década de 2000, uno podía pagar cualquier cosa desde su celular plegable. Pero colmo esos teléfonos eran tan avanzados, Japón demoró en adoptar los smartphone­s, y en menos de 15 años pasó de ser un gigante de la vanguardia tecnológic­a a ser un rezagado.

En Japón esos teléfonos plegables se siguen usando y suelen llamarlos “Galápagos”, porque evoluciona­ron perfectame­nte en un ambiente aislado.

Consciente­s sin duda de todo esto, Alibaba y Tecent ahora buscan expandirse fuera de China, para asegurarse de que su más reciente innovación no corra la suerte de los dinosaurio­s. Y ya asoman los competidor­es…

“La pregunta del millón es la siguiente: ¿las empresas de Occidente decidirán inventar un sistema similar y salir a competir? –señala Lim–. La respuesta es que probableme­nte sí.”

Hasta entonces, los recién llegados a China, como yo que me mude a Shanghai hace poco, tendrán que lidiar con la infraestru­ctura de pagos locales.

A principios de este mes, sin embargo, tuve la suerte de tener efectivo encima. Necesitaba llevar a mi nuevo departamen­to un montón de cosas compradas en Ikea, y el taxista miraba con desconfian­za la enorme colchoneta enrollada que pensaba meter en el baúl de su auto.

“No creo que pueda llevarlo –me dijo–. Sólo acepto efectivo.”

“¡Es lo único que tengo!”, le dije, y no tuvo más remedio que llevarme a casa.

 ?? yuyang Liu/nyt ?? Un taxista sostiene un teléfono con un código QR para recibir el pago de un viaje
yuyang Liu/nyt Un taxista sostiene un teléfono con un código QR para recibir el pago de un viaje

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina