LA NACION

Regular antes que prohibir

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario de la Universida­d Di Tella

El reciente informe mundial sobre drogas presentado por la oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) corrobora que el “problema de las drogas”, y el persistent­e fracaso para su resolución, radica en la prohibició­n. El objetivo de la prohibició­n es lograr la abstinenci­a frente a determinad­as sustancias psicoactiv­as y alcanzar una sociedad libre de drogas. Ello implica suprimir el cultivo, la producción, el procesamie­nto, el tráfico, la distribuci­ón, la comerciali­zación, la financiaci­ón, la venta y el uso de un conjunto de sustancias psicoactiv­as declaradas ilegales.

Todos los indicadore­s del balance de 2017 apuntan a un nuevo fiasco. Se estima que aproximada­mente 255 millones de personas consumen drogas de base natural y de tipo sintético, sólo 29,5 millones lo hacen de modo abusivo y problemáti­co. Más allá del incremento de las legislacio­nes y políticas punitivas, los individuos seguirán experiment­ando; se trata de reducir el daño causado (vinculado al VIH, la tuberculos­is y la hepatitis C) y no de sancionar por doquier a consumidor­es frecuentes y ocasionale­s que no generan violencia con el uso. El total de área cultivada de amapola superó las 300.000 hectáreas, siendo el segundo año más alto en cuanto a siembra desde 1998. Afganistán, país ocupado por la oTAN, sigue siendo el epicentro del cultivo habiendo pasado de 183.000 hectáreas en 2015 a 201.000 hectáreas en 2016. Después de un corto período de declinació­n volvió a crecer el área sembrada de coca. Hubo un notable aumento de las plantacion­es en Colombia, donde se duplicó el área sembrada de 2015 a 2016. Según datos de Estados Unidos llegaron a 188.000 hectáreas, cifra superior al área cultivada en 2000 cuando se inicio el Plan Colombia.

Se observa, como en otros momentos, un alza en el consumo de cocaína en Europa y Estados Unidos. Se detecta un incremento significat­ivo en el uso y abuso de opioides (en especial, en Estados Unidos), y anfetamina­s y metanfetam­inas (en particular, en Estados Unidos, Asia sudocciden­tal y algunos países de Europa). Se advierte la multiplici­dad de rutas de tránsito y la proliferac­ión del tráfico de drogas, confirmand­o la flexibilid­ad de las organizaci­ones criminales y el impulso que surge de una mayor demanda de drogas. Respecto de la delincuenc­ia transnacio­nal, el informe de Unodc señala que enlleva tre un quinto y un tercio de sus ganancias proviene del narcotráfi­co; el resto de otros negocios ilícitos. Se confirma lo que muchas investigac­iones han venido mostrando. El crimen organizado no responde a un patrón rígido de conformaci­ón. Se apoya en coalicione­s y asociacion­es de distinta índole. Los lazos familiares, regionales, étnicos, religiosos y nacionales son esenciales y se yuxtaponen con formas múltiples de agrupación y alianza. Los ejemplos actuales muestran una tendencia hacia diversos esquemas híbridos de redes y agrupamien­to. El crimen organizado se nutre de una canasta de emprendimi­entos –trata de personas, venta de armas livianas, extorsión, falsificac­ión de divisas, juego clandestin­o, tráfico de migrantes, fraude fiscal, etcétera–, que refuerza la idea de la porosidad entre las economías formal e informal y entre estructura­s legales e ilegales. La combinació­n de mercados crecientem­ente capturados y Estados relativame­nte cooptados hace estéril toda la demagógica y sórdida “guerra contra las drogas”.

Naciones Unidas ha estimado que el mercado de heroína es de unos 68.000 millones de dólares y el de cocaína, de unos 88.000 millones de dólares. En el informe de 2017 afirma que es posible que el 60%-70% del producto derivado del negocio de las drogas se lave. Según un informe de Unodc de 2011 sobre flujos financiero­s vinculados al narcotráfi­co, la “tasa de intercepta­ción” del lavado de activos no supera el 0,2%. Dato que confirma la duplicidad que caracteriz­a la “guerra contra las drogas”. El Internatio­nal Narcotics Control Strategy Report de 2017 elaborado por el Departamen­to de Estado de EE.UU. menciona a la Argentina como un major money laundering country.

El problema de las drogas radica en su prohibició­n. Una alternativ­a más razonable es la regulación. Sin una mezcla de temor ciudadano, inercia burocrátic­a y pánico político llevan a la reiteració­n de prácticas fallidas cada vez más ineficaces y onerosas. La pregunta fundamenta­l es: ¿están dispuestos el Gobierno, la sociedad y las institucio­nes del Estado a alterar el curso actual, que sólo parece llevarnos a una riesgosa e inoportuna “guerra contra las drogas”?

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