LA NACION

Hebraica, un camino recorrido a puro tesón

- Jorge Búsico

Si el rugby tiene como uno de sus tantos preceptos el de aprender a sortear las adversidad­es, el club Hebraica puede escribir un libro al respecto. Durante un largo tiempo, un árbol ubicado en uno de los ingoales no permitió que la única cancha de rugby fuese habilitada por la URBA. La directiva del club, ajena y hasta contraria a los golpes que se reciben en el juego del rugby, había decidido que ese árbol no se tocaba. Hasta que un buen día, ese árbol se murió. Alguien colocó un líquido venenoso y, entonces, la cancha pasó a quedar en condicione­s reglamenta­rias. La historia está contada en el muy buen libro “Fuera de Juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby”, de Alejandro Cánepa.

A Hebraica, único club de la comunidad judía que juega al rugby en la Argentina, los caminos no le resultaron sencillos. El rugby no es un deporte que se practique en los colegios de la colectivid­ad –como sucede con tantas otras en el país– ni tampoco figura en los otros clubes, como Hacoaj o Macabi, por citar los más numerosos en socios. Pero con mucha pasión y entereza y, también, hasta sorteando en otros tiempos discrimina­ciones por su religión, los cultores de Hebraica se fueron instalando en el rugby de Buenos Aires, con un presente que lo ubica en la ahora llamada Tercera de la URBA, ex Grupo IV.

Desde las entrañas de Hebraica se fue forjando un sueño que acaba de hacerse realidad: por primera vez en los últimos 20 años, la Argentina participó en las competenci­as de rugby de los vigésimos Juegos Macabeos Mundiales, que concluyero­n hace unas horas en Israel. Con mayoría de jugadores de Hebraica, aunque también se sumaron a la experienci­a rugbiers de la colectivid­ad de otros clubes, el país se llevó una medalla dorada (en la categoría de Seven juvenil), dos de bronce (en XV Juvenil y Seven mayor) y un cuarto puesto (en XV mayor).

Con récord de argentinos

Las Macabeadas, que se iniciaron en 1932, tuvieron en esta oportunida­d una participac­ión récord de la Argentina, con 650 deportista­s, nada menos que la segunda delegación más numerosa después de la de los Estados Unidos, que contó con 1200 representa­ntes.

“Fue una experienci­a maravillos­a desde todo punto de vista. Quizá desde lo deportivo resultó más dura de lo que pensamos, porque los partidos de rugby XV se jugaron día por medio, lo que nos quitó físico en los compromiso­s decisivos. Para la próxima tendremos que llevar un equipo más numeroso”, cuenta Diego Yanco, minutos antes de subirse al avión que lo traerá de regreso a la Argentina.

Yanco, un todoterren­o del rugby en Hebraica (pasó por todos los lugares del juego), fue uno de los organizado­res de este viaje, que significó un mojón en el rugby de la colectivid­ad judía en la Argentina. “Ojalá esto sirva para aumentar la difusión y que más gente de la “cole” se acerque al rugby”, agregó Yanco. Hasta aquí, la Argentina había participad­o en solamente dos ocasiones en las Macabeadas: 1993 y 1997.

Esta participac­ión, para la cual cada deportista tuvo que costarse sus gastos, también representa otro registro histórico para Hebraica, ya que se están cumpliendo 40 años de la primera gira que realizó el club a Israel. Apenas tres años antes, en 1974, Hebraica le había abierto sus puertas al rugby. El árbol que estaba en uno de los ingoales cayó un tiempo después y, de ese modo, abrió la cancha.

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