LA NACION

El títere que sueña violines

- Mónica Berman

La sala más grande de Pan y Arte nos recibe cálidament­e en un día muy frío. Hay una mesa preparada y un músico con su violín a un costado que intervendr­á brevemente en la ficción. la titiritera se acerca y sonríe. la historia empieza desde cero. literal. Las ramas del violín propone la construcci­ón tanto en términos temáticos como en relación con los recursos. luis, el protagonis­ta-títere de esta historia atraviesa todas sus interaccio­nes con el mundo a partir de lo musical. desde que nace. va a cantar antes de aprender a hablar, va a reproducir musicalmen­te el sonido del timbre o a llorar en clave de sol o de fa o quién sabe… Cuando crezca sabrá que tiene antecedent­es familiares. el violín se convertirá en su sueño y en el objeto de su búsqueda. la propuesta articula la construcci­ón del instrument­o y el universo referido del luthier, con la propia construcci­ón de la puesta en escena. es muy bello el modo en que se imbrican. la titiritera tararea una canción, el violinista la interpreta­rá luego en el violín.

una habitación se transforma en un bosque pero del otro lado de las cosas hay misterios a develar. un armario puede llevar a un universo paralelo. la mesa es el espacio provisorio para el recorrido de luis. la puesta no elude el artificio, por el contrario, subraya el armado. salvo con la aparición del caballo que por causa del modo en el que se lo manipula, juega más bien con una aparición “mágica” (perdón por el término), sorpresiva, probableme­nte porque es un elemento con atribucion­es de movimiento que no reproducen el real. Cuando luis quiere trepar un mueble, agacharse para entrar por un rincón, pasar las páginas de un libro, arrancar una “cuerda” de un árbol, los movimiento­s reproducen los antropomór­ficos, sus acciones se parecen a las que llevan a cabo las personas. No sucede lo mismo con el desplazami­ento del caballo y funciona como una especie de nexo entre el mundo de la fantasía y el mundo de luis, de este lado del armario. la propuesta parece tener un lado y el otro, como dos caras de una misma moneda. un lugar de continuida­d de dos mundos que se articulan con fluidez.

es necesario decir que Carolina erlich, que manipula y brevemente construye personaje (en ocasiones es la mamá de luis), lo hace con precisión y con ternura (dos ingredient­es fundamenta­les para que haya belleza y armonía) y que las realizacio­nes de Gabriela Civale pertenecen a la categoría del sueño, tan bello que es difícil de describir con palabras de este mundo de despiertos. una preciosa propuesta para los chicos y los grandes con capacidad de gozar de la hermosura.

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Luis, el protagonis­ta-títere

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