El Britsh Open por dentro
Un torneo que tiene como objetivo que los espectadores disfruten
SOUTHPORT, Inglaterra.– Es sólo cuestión de adentrarse en el Royal Birkdale Golf Club para saber que se va a vivir algo distinto. Aquí la tradición comulga con la modernidad, la velocidad y la vorágine de la actualidad. Sin embargo, no pierde su encanto. Por el contrario, eso es lo que lo hace tan especial. Organizar un torneo de esta envergadura y magnitud requiere no sólo de la experiencia que puedan haber adquirido a lo largo de la historia, sino también el saber adaptarse a los tiempos que corren, saber a quién está destinado. Por eso, el principal objetivo es encontrar cómo seducir a los espectadores, garantizar su diversión, ampliar su abanico de posibilidades. Que puedan vivir una jornada única. Ya no sólo alcanza con tener en la cancha a los mejores jugadores del mundo pegando hoyo a hoyo. Ni siquiera disfrutar a las glorias del pasado. Hoy consiste en ofrecer opciones para todas las generaciones. De eso se trata el Abierto Británico.
Es un campeonato que está preparado para recibir cerca de 220 mil personas en sólo siete días. Lo hace en una ciudad con capacidad para 90 mil. Sin protestas, quejas o frenos. Cada uno colabora desde su lugar. Requiere un trabajo, una organización y la puesta en funcionamiento de una maquinaria que lleva 146 años de tradición.
El punto de partida es la elección de la sede. Hoy la R&A, organizadores del Abierto Británico, cuenta con diez canchas que rotan año a año. Una vez que se designa, empieza el trabajo. “Hay una ventaja muy grande y es que conocemos las canchas en las que se juega. Por eso primero adaptamos los campos para el torneo y luego lo adecuamos para la gente. Requiere un gran trabajo logístico”, le cuenta a la nacion Mark Lawrie, dirigente de la R&A.
Con un año de antelación
Organizar un torneo de esta envergadura lleva mucho tiempo. Por eso, la primera avanzada llega cerca de un año antes a la ciudad. Lo primordial es modificar algún aspecto de la cancha si es necesario. Para este campeonato, el Royal Birkdale Golf Club sufrió algunos cambios, aunque no fueron sustanciales. Es un recorrido con varios desafíos, según remarcaron los jugadores, los protagonistas. “Todos los hoyos te permiten tiros limpios. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado en las entradas de los greens, están muy bien cubiertos, todos cuentan con muchos búnkers”, señaló Sergio García, ganador en Augusta este año, ante la consulta de la nacion. “Los más complicados creo que son el hoyo 6 y el 16”, agregó el español. Así sucedió en la primera jornada, donde el hoyo 6 fue el más difícil del día.
“Creo que lo más accesible está en el trayecto de vuelta, con los dos par 5 del 15 y el 17”, sostuvo Emiliano Grillo antes de comenzar el campeonato. El hoyo 17 resultó ser el fácil en la jornada inicial. Alguien que conoce de memoria estos 18 hoyos es Tommy Fleetwood. Nació en Southport y juega esta cancha desde pequeño. Por eso es el preferido por el público. “Los primeros nueve resultan más complicados que la vuelta, sobre todo por los dos par 5 del final. Igual, la lluvia y el viento pueden hacer una cancha imposible de jugar”, analizó tras la consulta de la nacion. Algo que no se vio en la jornada del jueves.
Pensado para la gente
Finalizado el acondicionamiento de la cancha, el segundo punto fundamental para la organización son los espectadores. “Es un torneo que está pensado en función del público, que se basa en cómo atraerlo y brindarle una experiencia completa”, dicen desde la R&A a la nacion. Por eso, sólo basta con estar en el predio para entender que aquellos que lleguen al Abierto Británico se llevarán algo más que caminar al lado de sus figuras.
Este tradicional evento ya cuenta con su público fiel. Espectadores leales que colman las instalaciones todos (o casi todos) los días de la semana del campeonato. No importan las condiciones climáticas. No importan la lluvia, el viento o el frío. Ellos están presentes. Una postal es la inmensidad de gente apostada alrededor de los greens, paraguas y lluvia. Algo similar a lo que sucedió en buena parte de la mañana de ayer y que será lo que acompañe a los jugadores el resto del fin de semana. “El gran sello que tiene este campeonato es el clima. Todos se pasan los días previos y durante el campeonato hablando del cielo, de la lluvia…”, cuenta Mark Lawrie.
Algunos espectadores caminan bajo el agua, otros se mantienen estoicos en las gradas. Firmes a pesar del viento o de cualquier condición climática. En ese aspecto no importan las edades. Parejas mayores, padres con sus hijos, jóvenes con amigos. Inclusive algunos padres arriesgados que resguardan a sus bebes en el cochecito, protegido para el agua, y salen a recorrer los 18 hoyos. Costumbre, tradición y fidelidad.
Para hacer la estada más amena y agradable, el torneo cuenta con una gran oferta de diversión. Tienen salones de práctica con profesores
que dan consejos sin importar edades. Estaciones de tiros donde una lona de fondo, ayudada con la tecnología, permite medir la distancia y calidad del golpe. Inclusive cuenta con desafíos de canchas históricas, como el tiro de salida del hoyo 1 de St Andrews.
Se puede encontrar también un putting green para ensayar la precisión y puntería. Otras de las grandes atracciones es un minigolf donde padres e hijos, sobre todo los primeros, aprovechan para divertirse. Los menos aventurados encuentran distribuidos a lo largo y ancho de la cancha distintos lugares para alimentarse. La oferta es muy variada: comida rápida, sopas, el tradicional fish & chips británico o sandwiches. Los precios varían entre los 6 y los 19 dólares. Para aquellos que agotaron sus energías caminando o que simplemente quieren descansar, pantallas gigantes muestran lo que va sucediendo en la cancha. Para verlas, se recuestan en grandes almohadones. Diversión, comida y descanso, todo está asegurado.
Las entradas para presenciar el Abierto Británico, también cuentan con una oferta variada. Por unos 13 dólares se podía asistir a alguno de los días de práctica. Una jornada de campeonato cuesta alrededor de 84 dólares. Luego existen los abonos por semana para mayores (330) y para menores, que asciende 200 dólares aproximadamente. Pero lo más curioso sucede con el alojamiento.La oferta hotelera no es muy amplia. Entre Southport y sus alrededores no logran cubrir la cantidad de gente que viene al evento. Por eso. algunos alquilan sus departamentos y aprovechan para juntar algo de dinero. Otros viven en ciudades alejadas, por ejemplo, en Liverpool, a casi 40 minutos en tren. Sin embargo la organización brinda su opción: un campamento ubicado en una de las plazas centrales de la ciudad. Son 1000 carpas, con capacidad de 2 a 6 personas en cada una, dependiendo el tamaño. Fueron tan recurridas que ya no queda lugar allí por el resto del fin de semana. Ofrecen traslado constante a la cancha de golf. Una alternativa a la habitual experiencia del torneo.
Hasta para los más chicos están incluidos en las previsiones, transformándose el British Open en el vehículo para una primera experiencia laboral. En las escuelas de la zona, los jóvenes trabajan en forma voluntaria recolectando la basura en la cancha, guiados por un mayor y sin poder estar más de tres horas cumpliendo esa tarea para evitar alguna cuestión legal. Otros están en los estacionamientos guiando a los conductores para que acomoden sus autos. Hay lugar para todos.
“Está todo pensado para que el público venga, cualquiera sea la edad. Es un torneo con tradición e identidad, para todo el mundo”, sostienen los organizadores. Y no falan con lo que plantean. “The Open, the One”, declara en su lema. En organización y diversión, el British Open Británico da en la tecla.