LA NACION

Premian a caparrós

El Moors Cabot, por su aporte al periodismo narrativo

- Silvia Pisani

MADRID.– El sol cae a plomo en la tarde de Madrid. Ajeno al desgaste del sopor, el periodista y escritor Martín Caparrós hace y deshace valijas mientras celebra, sin estridenci­as, haber ganado uno de los principale­s premios del periodismo latinoamer­icano.

Se trata del María Moors Cabot, que reconoce la excelencia en el ejercicio de la profesión. En su caso, no sólo por el prolífico escritor, intelectua­l y reportero en que se ha convertido a lo largo de cuatro décadas de profesión. “Caparrós es una de las principale­s voces del periodismo narrativo” en la región, sostuvo el jurado. Lejos de lo habitual, ponderó así el oficio que no vacila en apelar a recursos más propios de la ficción para relatar del modo más atractivo posible la más rigurosa investigac­ión.

Para este ensayista nacido en Buenos Aires hace sesenta años es un motivo adicional de satisfacci­ón. “Me enorgullec­e haber convencido a muchos editores de que valía la pena publicar textos largos, en formatos de hasta 10.000 palabras, para historias que considerab­a valiosas”, dice.

Desde su perspectiv­a, el oficio no es sólo buscar, comprender e investigar. Tanto como todo eso le apasiona el momento de preguntars­e “y ahora…. ¿cómo hago para contar todo esto de modo que sea más atractivo?”

A la hora de trabajar, su principal miedo es aburrirse. “Si eso ocurre, estás perdido. Creo que lo peor que puede pasarte como periodista es hacer y decir siempre lo mismo. Por eso me gusta cambiar e innovar todo lo que puedo dentro de lo que hago”. Es esa necesidad de que cambiar y de volver a sorprender­se la que lo lleva a moverse de un lado a otro. Acaba de regresar de Colombia, donde permaneció una semana en un campamento guerriller­o de las FARC. “Quería hacer un poco de trabajo de campo con algo que no conocía.”

En la escala hacia Madrid, su hogar, pasó otra semana en Senegal, tomando notas sobre las posibilida­des del fútbol como herramient­a para promover el futuro de menores que hoy, presos de la más pobre de las pobrezas, dudan de que exista el horizonte.

Enganchado en su curiosidad, cuenta a la nacion cómo le fascina y lo renueva cada nueva zambullida en lo que no conoce. Un baile que empieza con el ingreso “sin prejuicio” –subraya– en aquello que ignora y que sigue con el lento proceso de traducción y comprensió­n. La esencia del oficio.

“Me parece que ese desafío a la hora de contar es lo que me sigue gustando de todo esto. Toparme con cosas que no sabía y tener que encontrar la forma de contarlas. Si uno se anquilosa y se establece, el periodismo se puede volver tan aburrido como trabajar en el banco de la esquina.”

Dotado con 5000 dólares y una medalla de oro, el premio se entregará en octubre, junto con un homenaje y un llamado para terminar con la impunidad que, en México, se ha cobrado la vida de más de un centenar de periodista­s.

A lo largo de su prolífica carrera, Caparrós cosechó premios también por obras de ficción y novelas. Entre ellas, Valfierno, sobre la peripecia de un argentino que roba La Gioconda, por la cual obtuvo el codiciado premio Paneta, en 2004. El texto generó una dura controvers­ia con el embajador Diego Guelar.

Su habilidad en los dos registros –el del periodismo y el de la ficción, con todos sus recursos– es el que lo hace retroalime­ntarse a la hora de buscar novedosas formas de expresión. “Es un gusto que un premio que suele darse al periodismo más duro y cotidiano también mire el trabajo del narrativo”, dijo.

La reflexión suma en la charla a los desafíos del periodismo en tiempos de cambio. Le agrada, por ejemplo, el nacimiento de “medios muy interesant­es” en países como El Salvador y Guatemala al amparo de las nuevas posibilida­des de las redes sociales. Se trata de Faro y de Plaza Pública.

Un giro que en la Argentina, dice, todavía no se ha dado con similares resultados. “Sospecho que eso tiene que ver con la dinámica de los últimos años de dos bandos en pugna. Una pelea que no dio tiempo para hacer o pensar otra cosa.” –¿No ves cambio alguno en eso? –No. Yo veo que la grieta sigue y que, en materia de periodismo, se lee y se escucha no según qué se dice, sino de acuerdo a quién lo dice. Si lo dice uno de los nuestros, es fantástico. Si lo dice alguien del otro lado, es terrible. Me parece una forma bastante estúpida de atender un mensaje. –Y eso, ¿cómo cambia? –Honestamen­te, no lo sé. Supongo que ocurrirá cuando haya cambios más profundos y se asuma un proyecto de país. Uno donde se pueda discutir sin prejuicios y no por quién lo dice, por eslóganes y por tratar de tener la “inventiva más rápida del oeste”. Mientras sigamos en estas trincheras bobas, el consumo de medios en la Argentina seguirá siendo igual de tonto.

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HECTOR GUERRERO / AFP El autor de El hambre combina la investigac­ión y la ficción

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