LA NACION

Todavía pagamos derecho de piso

- Cecilia Saia Youtuber y licenciada en Psicología

Responder a la inocente pregunta de “¿a qué te dedicás?” era, hace un par de años, uno de los momentos más incómodos que me tocaba enfrentar. Buscaba palabras formales, como “creadora de contenidos para la plataforma de videos más grande del mundo”, tratando de transmitir seriedad mientras sentía nacer el prejuicio en mi interlocut­or.

Hoy, 17 millones de reproducci­ones y dos canales después (“Ceci Saia” y “Ceci de Viaje”), me presento como youtuber con la misma naturalida­d que lo hacía con cualquiera de mis profesione­s anteriores. Aunque los prejuicios aún existen, la profesión ya es parte del mainstream y las cosas cambiaron. Vale la pena, de todas formas, ponernos de acuerdo en qué entendemos por youtuber: no es el usuario de la plataforma que sube cada tanto algún video de su gato cayendo tras un salto fallido, sino aquellos que crean contenidos especialme­nte pensados para su audiencia, con regularida­d y continuida­d narrativa.

Déjenme que les cuente un secreto: aunque muchos se sigan viendo informales y caseros, detrás de los videos de los canales más vistos hay un intenso trabajo de producción. Cada minuto de pantalla equivale a horas de trabajo: idear, guionar, grabar, editar, comunicar, distribuir...

Lejos de aquellas primeras camadas que se grababan con la webcam en el dormitorio (a quienes les agradeceré eternament­e por abrir el camino para el resto), hoy hay tantos géneros de canales en YouTube como la imaginació­n lo permita. Comedia, gaming, belleza, cocina, deportes, viajes, tutoriales y entretenim­iento infantil son sólo algunos de los más populares, y para destacarse en el océano hay que profesiona­lizarse.

Uno de los grandes desafíos es descubrir qué forma debe tomar esa profesiona­lización, ya que no hay un camino trazado, carreras estandariz­adas o “escalera corporativ­a” por la que orientarse. Evoluciona­mos mirando a nuestros pares, probando, fallando y volviendo a intentar. Algunos estudiaron carreras afines (cine, publicidad, actuación) y muchos otros fuimos autodidact­as.

Cuando abrí mi primer canal no tenía más herramient­as que mi experienci­a como social media manager y mi licenciatu­ra en Psicología. Pero muy pronto tuve que ponerme los sombreros de actriz, gerente de programaci­ón, guionista, editora y hasta representa­nte comercial. Fue y es un camino de aprendizaj­e permanente, con la satisfacci­ón de hacer crecer un proyecto. No sólo porque me gusta estar frente a la cámara (¡lo admito!), sino porque YouTube permite a cualquier persona mostrar qué es lo que quiere aportar al mundo, sin que nadie tenga que darle permiso.

Esta caracterís­tica, de todas formas, tiene su lado oscuro: la aparición de algunos canales con contenido cuestionab­le que al llamar la atención manchan la reputación de los youtubers, como si de una masa homogénea se tratase. Al ser una profesión tan nueva, otro desafío es tener que defender una y otra vez nuestro trabajo. Pero es el derecho de piso que aún estamos pagando.

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