LA NACION

Cuando la Masía deja de ser el paraíso hecho cantera

- Miguel Simón

En el mundo, y no es una exageració­n, debe de haber millones de niños y adolescent­es que, sin importar si poseen las cualidades que lo harían posible, sueñan, cuando corren detrás de un balón, enfundados en alguna de las tantas camisetas blaugranas expandidas por el fútbol globalizad­o (en 2016 se vendieron más de dos millones), con jugar en el Barcelona. Y la misma cantidad de adultos, segurament­e, compartirí­a ese deseo en caso de poder retroceder los relojes y quedar aptos para fantasearl­o.

Sin embargo, en los últimos quince años, varios chicos que habían iniciado su camino en la institució­n catalana, la que se enorgullec­e de ser “más que un club”, decidieron cambiar el rumbo, atraídos por otras propuestas económicas, o buscando una escalera deportiva más rápida hacia el primer nivel.

La marcha de Mikel Arteta al Rangers, en 2002, abre la lista de muy buenos jugadores que transitaro­n por la cantera y partieron antes de ser promovidos al plantel superior. En el casillero de los más conocidos, o con mejor desarrollo posterior, se ubican Piqué (al Manchester United), Cesc (Arsenal), Jordi Alba (UE Cornellá), Héctor Bellerín (Arsenal) y Mauro Icardi (Sampdoria). En un segundo escalón ingresan Fran Mérida (Arsenal), Joan Verdú (Deportivo La Coruña), Alberto Botía (Racing de Santander), Oriol Romeu (Chelsea), Marc Muniesa (Stoke), Fontás (Celta), el paraguayo Tony Sanabria (Roma) y Alex Grimaldo (Benfica).

Las salidas, con distinta suerte, no se han detenido. En 2015, el delantero Sergio Buenacasa y el zaguero Carlos Blanco se unieron a Juventus. En Turín no pasaron del conjunto de reserva. Barakaldo (Segunda B) y Nástic (Segunda) serán sus destinos en la próxima temporada. Más preocupant­e fue lo ocurrido en el corriente año. Eric García (16), el central culé de mayor proyección, eligió Manchester City, y Mateu Morey (17), un prometedor lateral derecho con virtudes ofensivas, optó por Bayern Munich. Se trata, para colmo, de dos posiciones en las cuales al Barça le costó encontrar soluciones en los pasados mercados de pases. Basta con recordar que el último canterano que logró asentarse en el costado derecho de la defensa fue Albert Ferrer (1990 a 1998).

Y esta extensa enumeració­n de nombres culmina con Jordi Mboula (18), la joya más valiosa que había en las inferiores, quien ejecutó la claúsula de rescisión de tres millones de euros para vestir la camiseta de Mónaco, un club que, según sus palabras, que quizá oculten algún mensaje indirecto: “Apuesta a los jóvenes, sin considerar la edad que tengan”. El delantero nacido a 30 kilómetros de Barcelona, de papá congoleño y mamá catalana, se considera un “extremo vertical y pasador”. Su gol a Borussia Dortmund en la Champions League Juvenil, el cual no tardó en viralizars­e, lo avala: una espectacul­ar corrida por la banda derecha, iniciada con una calesita casi en la mitad de la cancha, resuelta con un disparo cruzado.

La oferta desde el Principado terminó de decidir al oriundo de Granollers y a su entorno, desconfiad­os de las chances que tendría en la Ciudad Condal, tomando en cuenta la grilla actual de atacantes, la vuelta de Deulofeu, el poco espacio para canteranos y el manejo interno que tuvieron con Sandro Ramírez (libre), Munir (cedido) y un jugador de caracterís­ticas similares como Adama Traoré (vendido a Aston Vila), admirado por Mboula.

Apodado Titi, debido a cierto parecido con Thierry Henry, comparte Mónaco con su nuevo compañero Kylian Mbappé y es otro de los que dejó de ver a La Masía como un paraíso irrenuncia­ble.

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