LA NACION

Economía para no economista­s: el PBI medido en “globones”

¿Podría la Argentina tener una mayor producción por habitante? Adoptar una unidad de medida para ver la dimensión de la actividad en el país, ayuda en la búsqueda de la respuesta

- Marcelo Rinesi Para la NacioN El autor es científico de datos

La unidad natural para la economía argentina no es ni el peso ni el dólar, sino el globón per cápita. Un globón (nombre que acabo de inventar) es lo que produce un ser humano promedio en un año, en alguna unidad monetaria normalizad­a. Medir las cosas en globones resulta práctico porque los números son chicos, las comparacio­nes se pueden hacer de manera bastante directa, y, siempre que uno no requiera mucha precisión de detalle, se pueden ignorar cuestiones como el progreso tecnológic­o, crisis mundiales, crecimient­o poblaciona­l, cambios en las expectativ­as sociales, etcétera.

Estos son los tres números fundamenta­les de la economía local: la argentina produce un globón con veinte centavos por año; un tercio (40 centavos) se los queda el Estado, y a su vez el Estado gasta 50 centavos por año.

Esos 50 centavos de globón resultan poco para proveer los niveles de educación, salud, servicios, seguridad, etcétera, que la ciudadanía espera. Si bien la ineficienc­ia y la corrupción no son precisamen­te desconocid­as en el Estado, no hay lugares obvios para cortar los 10 centavos de globón que harían falta ahorrar para evitar el déficit fiscal: son casi la mitad de todo lo que se transfiere a provincias y municipios, casi todo lo que va a jubilacion­es, o siete veces el gasto total en asignacion­es familiares y la asignación Universal por Hijo.

Pero una presión tributaria de un tercio está en el límite de lo aceptable, y el país no puede endeudarse eternament­e a las tasas a las que aceptan prestarle. ¿Qué puede hacer un Gobierno? Si sube el gasto público, como no puede subir los impuestos sin que la sociedad explote, tiene que endeudarse más, y eventualme­nte la situación estalla. Si baja los impuestos, como no puede bajar el gasto público sin que la sociedad explote, tiene que endeudarse más, y eventualme­nte la situación estalla.

la apuesta del Gobierno es la única lógicament­e posible: si la economía crece y la argentina produce más globones por año, entonces el Estado puede gastar lo mismo quedándose con una proporción menor, gastar más quedándose con la misma proporción, o incluso gastar más y recaudar relativame­nte menos. las matemática­s no le dejan otra salida. Hoy la argentina no produce suficiente­s globones por año para que el Estado ofrezca servicios aceptables con un nivel de presión impositiva razonable sin endeudarse o gastar reservas constantem­ente. Eso no se puede sostener más que unos pocos años.

El problema es qué pasa cuando uno mira la historia de la economía medida en globones. a principios de los 60, la argentina producía más de dos globones y cuarto por año. Eso es casi el doble de lo que hoy producimos, pero no era el mismo mundo. china estaba entre la Gran Hambruna y la Revolución cultural –dos de los desastres autoinflin­gidos más graves de la historia mundial– y la india estaba replicando el programa de desarrollo económico de la Unión Soviética con resultados igualmente pobres. con los dos países más poblados del mundo implementa­ndo esas políticas económicas y sociales (y muchos otros en situacione­s parecidas o peores) no era difícil duplicar la productivi­dad por persona promedio. Entre 1960 y 1980, con algunos altibajos, la economía bajó de dos globones y cuarto por año a un globón y cuarto por año. No es que la economía se achicó: en dólares constantes per cápita, era más del doble en 1980 que en 1960. Pero es fácil crecer cuando se pasa de la tecnología de 1960 a la de 1980, y lo que hizo el país fue crecer mucho menos que el resto del mundo, que quintuplic­ó su productivi­dad durante esos 20 años.

Desde entonces, la argentina tiene una economía relativame­nte inestable pero con un techo muy claro: oscila alrededor de un globón y cuarto por año desde hace décadas, con un máximo de aproximada­mente un globón y medio. No es algo que se pueda demostrar, pero mirando esos números sin una dosis deliberada de optimismo, es casi inevitable pensar que la sociedad, cultura, geografía, e institucio­nes dan para una economía de un globón y cuarto por año en promedio, con veinticinc­o centavos de globón más en períodos muy buenos.

En la medida en que este techo es real, es mucho el daño que un gobierno puede causar, pero hay un límite muy claro a lo que puede alcanzar: con la mejor economía posible (un globónymed­io poraño ), y la mayor tasa de impuestos aceptable (un tercio), el Estado sólo puede gastar el mínimo aceptable en servicios públicos (cincuenta centavos de globón por año). De más está decir que “aceptable” es un eufemismo para decir: “probableme­nte llegás a las elecciones, aunque nada dice que las ganes.”

Esta es la antigüedad y profundida­d de la situación del país. Para poner la carga impositiva en línea con el resto de la región, o, equivalent­emente, para subir en un tercio el gasto público real, la economía tendría que llegar a al menos dos globones por año, una productivi­dad comparada con la del resto del mundo que jamás hemos tenido desde que china e india empezaron a dejar de ser perversame­nte autodestru­ctivos.

Es comprensib­le que, por razones políticas y prácticas, el Gobierno muestre una actitud profesiona­l de calma y confianza al hablar de la necesidad de inversione­s, modernizac­ión, inserción en el mundo, educación, seguridad, etcétera. Todo eso es cierto, y parte de lo que hace efectivo a un gobierno –incluso, y simplement­e, capaz de llegar a ser gobierno– es poder transmitir que lo que hace falta hacer puede ser difícil pero es claramente posible, y sólo requiere que todos hagamos las cosas bien.

al no tener responsabi­lidad administra­tiva o política, me puedo tomar la libertad de decir que no, no es claramente posible, y hacer las cosas bien va a ser insuficien­te. la argentina es exactament­e tan rica como puede serlo dado su capital institucio­nal, político, humano, y físico. Hoy estamos en una situación social dolorosa y humanament­e inaceptabl­e, pero no es una crisis en el sentido de algo inusual o causado por algo específico: contextual­izando su historia económica con la del resto del mundo, la argentina de 2017 no está muy lejos de ser todo para lo que da la argentina –todo para lo que hasta ahora ha demostrado que puede dar– y tiene un techo que no alcanza para una situación significat­iva y sustentabl­emente mejor.

Esta es una limitación sistémica, no un problema puntual. En términos de su historia, la argentina no es una sociedad de tres globones (digamos, italia) con un problema al que no encuentra solución, sino una sociedad de un globón con veinticinc­o centavos que funciona a su ritmo normal. Pasar de donde estamos a donde insistimos que tenemos que estar no es arreglar una economía, sino prácticame­nte construir una nueva.

No lo veo como algo descorazon­ador. Generalmen­te no intentamos hacer las cosas lo mejor posible porque “lo suficiente­mente bien” es menos riesgoso, pero hace mucho que esto dejó de ser cierto para la argentina. Hay que hacer las cosas mejor que nunca antes, mejor de lo que nuestra experienci­a personal, nuestra memoria institucio­nal, y nuestra tradición política dicen que es siquiera posible, porque nada menos que eso va a ser remotament­e suficiente.

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