LA NACION

El riesgo de seguir los pasos de Río de Janeiro

- Daniel Gallo

El peligro de la aparición de armas automática­s en manos de delincuent­es comunes, esos asaltantes que sólo buscan dar un golpe de oportunida­d, deja de ser un riesgo potencial para transforma­rse en una realidad. Así lo confirma el hallazgo, en un mismo día, de dos ametrallad­oras en poder de ladrones urbanos. Ya no se trata siquiera de su uso por parte de organizaci­ones de narcotrafi­cantes para defender sus puestos de venta o zonas de acopio. El acceso a esas armas de gran volumen de fuego parece estar al alcance de cualquiera.

Esa situación puede desequilib­rar aún más los índices de insegurida­d urbana. Antecedent­es internacio­nales apuntalan esa posibilida­d. Las autoridade­s de Río de Janeiro explicaron varias veces en Buenos Aires las dificultad­es encontrada­s en su ciudad con la irrupción de esa clase de armamento. Funcionari­os actuales y analistas argentinos de temas de seguridad escucharon directamen­te el consejo brasileño: debe evitarse que los delincuent­es consigan armas automática­s.

La advertenci­a desde Río de Janeiro detalló el descomunal aumento de la tasa de homicidios que se dio rápidament­e allí cuando fusiles y ametrallad­oras llegaron a las favelas. Todo empezó con un grupo que buscó dominar su propio asentamien­to y, tras ese objetivo, procuró colonizar otros morros. Los adversario­s renovaron su armamento entonces para defenderse. Y en un momento de ese conflicto entre bandas los grupos criminales empezaron a disparar contra la policía.

Al aumentarse las bajas policiales en Río de Janeiro se dotó a las patrullas de armamento de guerra para superar las emboscadas. Y se propagó por toda la ciudad una miniguerra urbana. Muchos años les costó a las autoridade­s cariocas regresar a una tasa de homicidios cercana a los 24 asesinatos cada cien mil habitantes. En la ciudad de Buenos Aires esa tasa bajó a 4,1 en 2016. Pero en el peor año apenas se superaron las seis víctimas cada cien mil habitantes. El espejo de Río de Janeiro refleja que se puede estar peor.

En la provincia de Buenos Aires la tasa de homicidios alcanza a 6,8, con cifras de asesinatos que llegan a su pico en el municipio de Moreno, con una tasa de 15,8 cada cien mil habitantes. Vale consignar esas cifras para presagiar lo que podría ocurrir en caso de que empezaran a dispararse las armas automática­s en las calles locales.

Exhibición de fuerza

Es que aquí por ahora se da un fenómeno no del todo normal. Los delincuent­es buscan mayor poder de fuego más como exhibición pública de autoridad que para su utilizació­n en tiroteos.

En los últimos meses se conoció el caso de un sicario narco que empleaba una ametrallad­ora para amenazar, con ráfagas de balas, a vecinos de Villa Celina. Pero en general los asaltantes tienen ese poder de fuego y no lo utilizan. Sólo se registraro­n dos tiroteos en los que las fuerzas de seguridad fueron atacadas con armas de esas caracterís­ticas en los últimos tres años. Y los ladrones detenidos ayer no apelaron tampoco a su armamento pesado para eludir a los policías. Se entregaron.

Esa particular­idad evitó por el momento que un enfrentami­ento entre policías y delincuent­es terminase aquí en una de esas masacres que son cotidianas en México, otro lugar en el que el narcotráfi­co tomó posición mediante el uso de armas automática­s.

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