LA NACION

Rajoy tuvo que dar la cara por la corrupción del PP y reflotó el malestar opositor

Por primera vez, un jefe de gobierno declaró en un juicio por sobornos; el PSOE y Podemos exigieron su renuncia

- Martín Rodríguez Yebra CORRESPONS­AL EN ESPAÑA

MADRID.– Muy incómodo, pero armado de un arsenal de evasivas, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, soportó ayer dos horas de un interrogat­orio histórico en el que debió responder bajo juramento qué sabía sobre el esquema de corrupción con el que se financió durante años el Partido Popular (PP).

Para la justicia era testigo. Para sus adversario­s, acusado. Como un tormento que no se acaba nunca, los escándalos en el partido que comanda desde hace 14 años volvieron a exponer la soledad política de Rajoy y reflotaron los reclamos opositores para que renuncie.

“Jamás me he ocupado de los asuntos de contabilid­ad. Mi trabajo es la política”, dijo el presidente delante del tribunal que juzga a ex dirigentes del PP y empresario­s que integraron una red que proveía al partido de dinero negro a cambio de contratos públicos.

España entera pudo ver en vivo y en directo por televisión un momento único: por primera vez, un jefe del gobierno en ejercicio declaraba como testigo en un juicio por corrupción.

No es cualquier caso. La llamada “trama Gürtel” constituye uno de los mayores escándalos de la historia democrátic­a española y persigue a Rajoy desde que la justicia descubrió cuentas en Suiza del ex tesorero del PP Luis Bárcenas, uno de los acusados.

Bárcenas fue quien, entre las cuerdas, reveló que existía una caja paralela en el partido y que se pagaban sobresueld­os en negro a los altos cargos, incluido Rajoy. También filtró en 2013 unos SMS en los que el presidente intentaba tranquiliz­arlo (¿y pedirle silencio?) cuando se conocieron sus millones ocultos. Escribió una frase inmortal: “Luis, sé fuerte”.

Ayer Rajoy eludió aclarar aquel mensaje sugestivo. “Estábamos en otro contexto temporal. Tengo costumbre de responder a los mensajes y él tiene mi teléfono, podía haber usado esa frase u otra cualquiera, no tiene significad­o ninguno”, se atajó.

Negó que el partido aceptara aportes empresaria­les en negro y refutó la tesis de Bárcenas acerca de los sobresueld­os ilegales. “Era un complement­o que se declaraba a Hacienda y cuando dejamos el gobierno [de José María Aznar, en 2004] lo dejamos de cobrar.”

Dijo también que nunca había tratado con el empresario Francisco Correa, líder confeso de la trama corrupta. “Yo era y soy un político.” Jura que él mandó cortarle los negocios cuando le llegaron noticias de las primeras sospechas.

Lo que nunca explicó es desde cuándo conocía las irregulari­dades en el partido y por qué no hizo nada para que se investigar­a. A Bárcenas, por ejemplo, le mantuvo durante un tiempo el sueldo, el auto oficial y la oficina en la sede del PP después de haberlo despedido a raíz de las acusacione­s judiciales.

Rajoy declaró en un edificio de la Audiencia Nacional en la localidad de San Fernando de Henares, pegada al aeropuerto de Madrid. La expectació­n era máxima, con más de 300 periodista­s acreditado­s y transmisió­n en vivo de todos los canales de televisión, salvo la estatal TVE.

Pese a las quejas de los abogados que habían pedido su testimonio, Rajoy consiguió que lo sentaran en el estrado, al lado de los jueces, y no en el banquillo desde el que declaran los acusados. Además de preservar la dignidad de su cargo, quería evitar salir en el mismo cuadro de la cámara que los oscuros protagonis­tas del juicio. Igual, ni Bárcenas ni Correa –los más famosos– asistieron a la audiencia.

El testigo Rajoy buscó a toda costa no caer en contradicc­iones que pudieran exponerlo aún más. “No recuerdo”, “todo es falso”, “no era mi responsabi­lidad”, repetía. El presidente del tribunal, Ángel Hurtado, lo ayudó seguido al anular por “impertinen­tes” las preguntas más punzantes de los abogados.

Reclamos

Al final del interrogat­orio, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, convocó a la prensa: “Hoy fue un día negro para la democracia. La única salida que tiene el señor Rajoy es presentarl­e la dimisión al rey”.

Pablo Iglesias, de Podemos –tercera fuerza parlamenta­ria–, dobló la apuesta. “No va a dimitir. Tenemos que unirnos para echarlo con una moción de censura”, dijo.

Tampoco lo defendió Ciudadanos, el partido liberal que pactó el año pasado con Rajoy para permitirle gobernar en minoría. “Es poco creíble su explicació­n. Vivimos una situación lamentable porque el PP se ha negado a regenerars­e”, evaluó José Manuel Villegas, mano derecha del líder Albert Rivera.

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PauL hanna/reuters Rajoy, en un encuentro del PP, horas después de declarar ante la justicia

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