Cuidado del menor
Días atrás, el Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (organismo judicial que debería velar por su cuidado), trajo al hospital a un adolescente de 16 años que vive en situación de callle desde los 9. La petición judicial solicitaba una evaluación interdisciplinaria: trabajador social, psicólogo y yo (psiquiatra), a fin de informar al juez qué hacer con el menor, uno de los miles que sobreviven como pueden: carecen de familia, de afectos, de escolaridad. Algunos intercambian sexo por sustancias, otros roban. El niño en cuestión, ya muy denigrado en lo biológico, en lo social y en lo psíquico, precisa un hogar. Al preguntarles a quienes están involucrados en su cuidado –dos jóvenes, una abogada y una psicóloga–, ante mi ignorancia de hacia dónde derivarlo (una comunidad terapéutica u un hogar donde lo escolaricen), tampoco supieron informarme. O sea, quienes trabajamos con situaciones límite no sabemos qué hacer con esta candente realidad, que de seguir creciendo inevitablemente nos hará una sociedad de zombis, insensibles y narcotizados. Y los profesionales que trabajan en el mencionado organismo aparentemente tienen poca vida útil, erosionados por este verdadero tsunami, mal remunerados y haciendo frente a un problema sobre el cual no hay vocación política para hallar una solución. Ellas creen que el hospital debe cobijar a este niño y nosotros les decimos que es horroroso hospitalizar a un niño por agujeros que el propio Estado posee. Conclusión: el niño, su custodia, la abogada, la psicóloga y el equipo interdisciplinario –del cual soy partícipe necesario pero involuntario, ya que no estudié para ponerle una curita al Titanic– estamos litigando con la grieta de la ignorancia, la nuestra y la de un Estado despreocupado y apático de su presente y su futuro. Estos niños-jóvenes son nuestro presente y futuro... y seremos, en distintos grados, responsables de que crezcan (y crezcamos) en una sociedad violenta. Dr. Ricardo Kohan
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