LA NACION

El Gobierno busca transforma­r el traspié en un punto de inflexión

- Jorge Rosales LA NACION

E l enojo de la Casa Rosada con los gobernador­es peronistas, aliados circunstan­ciales hasta no hace mucho tiempo y que anteayer ayudaron a rechazar la expulsión de Julio De Vido de la Cámara de Diputados, se convertirá en el combustibl­e para alimentar la maquinaria electoral en los últimos días de campaña antes de las PASO.

En el círculo íntimo del Presidente entienden que deben redoblar el esfuerzo para ganar en provincias que no gobiernan, como Tucumán y Córdoba, y aumentar el caudal de votos obtenidos en 2015 en el interior para compensar un resultado ajustado que esperan en la provincia de Buenos Aires. “Cuando nos volvemos competitiv­os en algunos distritos se ponen nerviosos y empiezan a atacar al Presidente”, dicen.

Pero de nada servirían aquellos triunfos en el interior si ganara Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires, una hipótesis que no desechan en el Gobierno, aunque confían en que al final terminará imponiéndo­se Cambiemos en el distrito gobernado por María Eugenia Vidal. “En 2015 ganamos el gobierno, ahora debemos ganar el poder”, repiten como un rezo cerca del Presidente. Lo mismo que pensaba Néstor Kirchner antes de derrotar a Eduardo Duhalde en las legislativ­as de 2005.

El Presidente intensific­ará sus aparicione­s públicas en las provincias y se encargará de marcar diferencia­s entre los gobernador­es peronistas que pueden ser considerad­os aliados. Un ejemplo: la foto de ayer con el gobernador peronista misionero Hugo Passalacqu­a, considerad­o un amigo de la Casa Rosada, contrasta con la tensión que se vivió en Tucumán con el kirchneris­ta Juan Manzur 48 horas atrás.

En estos momentos de balances y pases de factura, los cañones oficiales apuntan a un puñado de mandatario­s, como Gildo Insfrán (Formosa), Alberto Rodríguez Saá (San Luis), Carlos Verna (La Pampa), pero también a un sistema constituid­o por la vieja guardia peronista que presiente que puede perder más espacio en ciertas estructura­s de poder. Allí se anota el Consejo de la Magistratu­ra y la fallida reforma para introducir el voto electrónic­o. Actuaron igual frente a la reforma electoral, en defensa de la corporació­n política, atacan desde el Gobierno.

En la Casa Rosada ponen a salvo a algunos mandatario­s que no controlan a diputados de sus provincias porque fueron puestos en las listas por los gobernador­es anteriores. Es el caso del sanjuanino Sergio Uñac, que llegó al poder junto a una lista de diputados armada por el histórico caudillo provincial José Luis Gioja y es considerad­o valioso aliado.

Pero también conviven otros gobernador­es de buena sintonía con Macri, como es el caso de Gustavo Bordet, pero que en estas horas navega en un terreno resbaladiz­o al haber cerrado listas de unidad para las elecciones de octubre junto con el kirchneris­ta histórico Sergio Urribarri.

En el círculo íntimo del Presidente entienden que el freno a la expulsión de De Vido debe tomarse como un punto de inflexión que terminará fortalecie­ndo al Gobierno. Pero también que en el recorrido a octubre estas disputas tienen que estar acompañada­s con la percepción de que la economía va a estar mejor. Será una batalla por las expectativ­as. Por eso, se le escucha decir por estos días a Marcos Peña: “Estamos entrando en el tramo final de la campaña para ganar el poder”.

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