LA NACION

Cardona pidió la 10: cómo les fue a los últimos enganches

El máximo exponente fue Riquelme, aunque Federico Insúa tuvo una etapa destacada con Basile; Tevez también la usó, pero con otro rol; la ida de Centurión le dejó el camino libre al colombiano

- Franco Tossi

“Si está disponible, la voy a usar con muchísima responsabi­lidad. Dios quiera que se dé. Sería muy feliz y me sentiría halagado”. A Edwin Cardona no le tiembla la voz. Asume el desafío. ¿Cuál? Ser el dueño de la camiseta que cualquier jugador quisiera usar en Boca: la 10. Con Ricardo Centurión en Italia, el colombiano tendrá la misión más difícil. La de convencer a los hinchas. Y, por su personalid­ad, pareciera que la presión no influye negativame­nte en su figura: “Sé lo que significa ese número para ésta institució­n, por eso me voy a entregar al máximo”. Y muchos ya lo comparan con Riquelme, aunque no le guste escuchar eso. Eso habla de la confianza ciega que hay en su calidad técnica, la cual creen que iniciará una nueva era: la del sucesor de Román.

Así como han pasado muchos N°9 que no han sabido sobrelleva­r la presión de la ausencia de Palermo, tras las idas del ex enganche (2001, 2012 y 2014) es mínimo el número de jugadores que han sabido suplirlo a Riquelme ya sea desde su ubicación en la cancha como en el número. Nadie pudo igualar su estilo tan particular y talentoso, pero sí hubo algunos que cumplieron con el rol.

Federico Insúa, sin dudas, fue el enganche más exitoso luego de que el ídolo boquense partiera al Barcelona. Boca encontró de la mano del Pocho cuatro títulos: la Recopa, Apertura y Sudamerica­na 2005 y el Clausura 2006, en el que el equipo de Basile consiguió el bicampeona­to doméstico en Bahía Blanca gracias a un tiro libre de quien además no le pesó la N°10. Por eso lo vendieron al Borussia Mönchengla­dbach de Alemania en 2,5 millones de euros y el equipo sintió su partida. Luego, en su vuelta en 2009, esa versión fantástica del Pocho quedó lejos.

Carlos Tevez también usó la 10, pero siendo delantero. Y dejó un gran recuerdo con sus goles y títulos obtenidos en su primera etapa: 39 gritos y 5 títulos (Apertura, Libertador­es y Europeo-Sudamerica­na 2003, y Sudamerica­na 2004) para ser ídolo. Desde que retornó en 2015, se coronó tres veces más con la 10, pero mucha gente no le perdona haber rifado la camiseta por los millones de dólares en China. Y no hay que dejar de lado a Centurión, que tomó lo que el Apache había dejado vacante con mucha personalid­ad y le llenó los ojos de fútbol a los hinchas a partir de sus gambetas rápidas y atrevidas.

En un nivel intermedio se ubican Pedro Iarley y Nicolás Lodeiro, dos extranjero­s que dejaron una buena imagen pero que no alcanzó para transforma­rlos en los hijos pródigos de Riquelme. El brasilero salió campeón del mundo contra el Milan en 2003 y le hizo un golazo con jogo

bonito a River en el Monumental, un mes antes de viajar a Japón. Mientras que el uruguayo ganó dos títulos (Torneo y Copa Argentina 2015) y también logró, con un gol suyo, ganar en Núñez.

Sin embargo, son mayoría los que no se lucieron y, por lo tanto, van quedando fuera de la memoria de todos. Tras la primera salida de Riquelme, la 10 fue vestida también por Ezequiel González (2003), LeandroGra­cián(2007)yGuillermo Marino (2006), jugadores que no se adaptaron como se esperaba y que, en consecuenc­ia, fueron dueños del número emblema por poco tiempo. Por su parte, en la presente década, hubo algunos chicos del club que intentaron hacer de Román y no lo lograron: Leandro Paredes, Luciano Acosta y Alexis Messidoro. Sólo resta ver qué será del futuro de Gonzalo Maroni, a quien también comparan con Riquelme y que ya debutó ante Arsenal, en el torneo pasado, con un gol y una actuación destacada.

Si la parcialida­d xeneize extraña instintiva­mente a Román, es porque quienes vistieron la 10 con éxito no mostraron la visualizac­ión, la pegada, la protección de la pelota, la inteligenc­ia y el glamour de un típico enganche. Cardona tiene esa posibilida­d, porque reúne todas esas condicione­s. Obvio, no es Riquelme. Pero tiene un parentesco con el jugador que admira. Lo dejó en claro durante esta semana en Ciudad del Este, donde Boca está haciendo la pretempora­da: pases filtrados, técnica para dominar y trasladar el balón, violenta y precisa media distancia y golazos: uno a Guillermo Sara, a quien desparramó en el césped con un amago en el mano a mano; otro, cacheteánd­ola para que, de vaselina, le deje el gol servido a un compañero.

Ya sin Centurión, el ex jugador de Monterrey podría conseguir que Guillermo Barros Schelotto pase a jugar con un enganche, aunque él se siente cómodo en cualquier posición del medio campo. Por eso, en la práctica de fútbol de ayer, el técnico lo probó de volante interno junto a Fernando Gago y Wilmar Barrios. Y no es descabella­do: Edwin, además, jugó con otros cinco jugadores que para el cuerpo técnico hoy son titulares: Rossi, Jara, Insaurrald­e, Pavón y Benedetto. Todo un mensaje.

La 10 está vacante y Cardona está preparado para usarla. Con el objetivo claro de guiar al equipo. Pero también, para darles a los hinchas los mejores recuerdos de Riquelme.

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Prensa boca Edwin cardona con su compatriot­a Wilmar barrios, en un entrenamie­nto en ciudad del Este

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