Lo que viene ahora
Entre los objetivos que se le plantean a la oposición no hay otra cosa más importante que establecer las prioridades necesarias destinadas a lograr un esquema de unidad que, pasando por encima de toda la fiesta de críticas y acusaciones, se atreva a darles una cierta coherencia a los retos que se tienen por delante y que, más allá de los egos y de los señorones que se creen dueños de la verdad, definen una ruta hacia el poder democrático que hemos perdido por nuestros propios errores.
En esto consiste el momento político que parece escaparse de las manos de quienes luchan por darle coherencia a una ruta que hoy es extremadamente favorable para restablecer la democracia. Si no tenemos en cuenta que este objetivo es lo primordial e insistimos en imponer ambiciones y proyectos personales, terminaremos en el aventurerismo del fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 y de noviembre del mismo año, cuando colocamos en lugar preponderante el elemento militar por encima de los principios y de las instituciones democráticas.
Los resultados están a la vista y, como corresponde a quienes reflexionan sobre sus pasados compromisos políticos, hemos llegado progresivamente al reto de integrar un frente que limpie el pasado, apacigüe el presente y nos prepare para los dificilísimos logros del futuro.