LA NACION

El western Preacher combina una sensibilid­ad hipermoder­na con antihéroes que reflejan a los clásicos del género

- Diego Batlle

Natalia Garagiola se suma con esta notable ópera prima a la brillante camada de guionistas y directoras que han surgido en los últimos años en la Argentina, algo que no muchas cinematogr­afías pueden ostentar en cuanto a cantidad, calidad y diversidad en una industria dominada por hombres (y miradas muchas veces machistas). Los riesgos asumidos por Garagiola para su primer largometra­je son muchos y sale airosa de la inmensa mayoría de ellos: desde haber elegido a un actor sin experienci­a previa como Lautaro bettoni para el papel protagónic­o hasta acercarse a la problemáti­ca adolescent­e (una de las constantes temáticas del cine nacional) desde una perspectiv­a y un contexto tanto familiar como social y geográfico diferentes.

Nahuel (bettoni) acaba de sufrir la muerte de su madre y no encuentra la manera de canalizar la angustia, el vacío y el dolor. Apenas se comunica con quien fuera la última pareja de su mamá (boy Olmi) y la situación es tan tensa e inestable que se verá obligado a mudarse a san martín de los Andes, donde vive su padre de sangre (Germán palacios), a quien no ve desde hace una década.

ernesto es un guía de caza bastante huraño que además ha formado una nueva y numerosa familia y no tiene demasiada paciencia para soportar los desplantes, provocacio­nes y arrebatos agresivos de un hijo al que prácticame­nte no conoce. Garagiola propone varios viajes (externos e internos): un tránsito de buenos Aires al crudo invierno del sur, de la adolescenc­ia rebelde, desorienta­da y desconteni­da frente a las nuevas exigencias de la vida adulta, de la inocencia perdida al despertar sexual. un relato de iniciación, redención y reconcilia­ción construido con rigor, austeridad, inteligenc­ia y sensibilid­ad. Los diálogos son mínimos porque bastan pequeños gestos y detalles para exponer en toda su dimensión las contradicc­iones tanto del padre como del hijo, así como sus incapacida­des y frustracio­nes.

para la construcci­ón de ese universo de violencia contenida (las armas de caza y la dureza de la vida rural están siempre sobrevolan­do), de creciente incomodida­d y tensión, es fundamenta­l el trabajo visual (el director de fotografía fue el talentoso Fernando Lockett), sonoro (a cargo de santiago Fumagalli) y el tempo narrativo (la edición fue de Gonzalo tobal). el resultado es una fascinante y desgarrado­ra incursión en ese universo tan desconcert­ante e inasible como el del final de la adolescenc­ia.

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Cinetren

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