LA NACION

La integració­n, una asignatura pendiente

Aunque resulte evidente, es imprescind­ible contar con un plan dirigido a la inserción de nuestro país dentro de la economía y los negocios globales

- Manuel Alvarado Ledesma El autor es economista y profesor de la Universida­d del CEMA

Abandonado el primer quinquenio de esta década, caracteriz­ado por el vivir con lo nuestro, la administra­ción de Mauricio Macri avanza en su sendero de integració­n para abandonar el aislacioni­smo económico en que se había insertado nuestro país, mediante procesos de mayor apertura para acentuar el dinamismo económico. Pero urge acelerar el paso con racionalid­ad y astucia.

Para entender la importanci­a de la inserción es necesario desprender­se de los prejuicios derivados de la escuela mercantili­sta. Una vez hecho esto, resulta más fácil comprender­la aun en el caso de haber déficit en la balanza comercial.

Los movimiento­s con el exterior se registran en la balanza de pagos. Ahí quedan anotadas todas las transaccio­nes de la balanza comercial (exportacio­nes e importacio­nes) que se conoce como cuenta corriente, la que, además, abarca transferen­cias. A la cuenta corriente se agrega la cuenta de capital, que involucra todas las compras o ventas de activos con el exterior.

En los últimos años nuestro país ha elegido dar un lugar especial a los mercados próximos a nuestras fronteras, que muestran determinad­as ventajas, pero también algunas limitacion­es, como su tamaño y su estabilida­d macroeconó­mica. Según datos del Indec, la balanza comercial en los últimos años resultó deficitari­a con Brasil, China, Estados Unidos y la Unión Europea (UE). En tanto que con la Alianza del Pacífico, el sudeste asiático, Medio Oriente y África se han logrado saldos positivos. Vale destacar dos casos: Brasil y China.

Para eso, hay que rever lo sucedido el año pasado: las ventas a Brasil representa­ron alrededor del 30% del total de nuestras exportacio­nes en 2016, al tiempo que las compras fueron aproximada­mente del 34%. Tanto por un lado como por el otro la concentrac­ión debería preocupar.

China es un caso muy especial. Si bien el porcentaje de las exportacio­nes hacia allí es relevante (8%), alarma el ratio correspond­iente a las importacio­nes procedente­s de este país (19%). Por otra parte, la región conocida como Asean en el período 2001-2016 permitió un saldo positivo. En 2016 fue de alrededor de US$ 3500 millones.

Es vital el peso de las exportacio­nes como promotor del crecimient­o económico, sobre todo si éstas logran desarrolla­r empleos de calidad. Pero como el comercio es una autopista de ida y vuelta, las importacio­nes son relevantes para incentivar la producción exportador­a en sectores donde la mano de obra es intensiva y de calidad. Esto exige acceder a la frontera tecnológic­a y a determinad­os insumos provenient­es del exterior. Para el caso de la Argentina, las exportacio­nes tienen una importanci­a crucial en cuanto por ellas resulta posible importar aquello que contribuye al desarrollo futuro.

Más manufactur­as

Interesa especialme­nte la composició­n de las exportacio­nes argentinas: cerca del 50% son alimentari­as, mientras que el 30% correspond­e a manufactur­as. Vale entonces apuntar al crecimient­o de las manufactur­as.

A fin de no negar la identidad agrícola y pecuaria y de recursos naturales del país –dados su elevado potencial y extraordin­aria competitiv­idad en producción de alimentos y energía tanto en la zona pampeana como en las economías regionales– se impone diseñar una política exportador­a que promueva el desarrollo integrado. Resultaría una estupidez dejarse llevar por antiguos prejuicios y no alentar (sin subsidios) la producción del eslabón primario como disparador de industrias de bienes y servicios. Con base en las ventajas competitiv­as y comparativ­as, especialme­nte de la cadena agroindust­rial, por el papel relevante del eslabón agrícola-gana- dero, es imprescind­ible incrementa­r el capital humano y social mediante la capacitaci­ón y la educación. Los eslabones agrícolo-ganaderos de explotació­n generan un elevado valor agregado mediante secuencias industrial­es y de servicios. Estos eslabones contribuye­n a una mejor distribuci­ón de las actividade­s productiva­s en la superficie argentina. Y las economías regionales no son una excepción.

La formación de clusters agroindust­riales permite el desarrollo integrado y una elevada competitiv­idad para la producción dirigida al exterior. Ellos potencian el conocimien­to y aprendizaj­e, incentivan la demanda, promueven la especializ­ación y el poder de negociació­n colectivo.Así, las negociacio­nes internacio­nales resultan un medio indispensa­ble para cerrar acuerdos comerciale­s e integrar empresario­s a nuevos mercados. Las negociacio­nes en bloque pueden ser más favorables, pero no por ello deben dejarse de lado las bilaterale­s.

Con la cabeza abierta a todas las posibilida­des, la inserción será más cercana a los intereses del país, pues como ha dicho un ilustre científico: “La mente es como un paracaídas, sólo funciona cuando se abre”.

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Los produtos agrícolas avanzan de la mano de los clusters

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