LA NACION

Botswana, una esperanza para la igualdad de géneros

Las mujeres crecen como guías de safari, oficio antes masculino, y reciben igual trato e igual paga que los hombres

- PARqUE NACIoNAL CHoBE Texto Hillary Richard | Fotos João Silva y Hillary Richard Traducción de Jaime Arrambide

Hacia media mañana, en los caminos de tierra del Parque Nacional Chobe empieza a oírse el rumor de los motores. Guías uniformado­s avanzan lentamente al volante de vehículos descapotad­os todoterren­o, con el nombre de sus respectiva­s empresas de safari estampado en la carrocería. Un hombre a bordo de una camioneta Land Rover se detiene amablement­e junto a nuestro vehículo para preguntarl­e algo a nuestro guía: quiere saber de qué lado venimos y qué animales avistamos hasta el momento. A los pasajeros de la Land Rover se los ve entusiasma­dísimos con la idea de estar en un safari, y no paran de comentar entre ellos, mientras escudriñan a través de sus binoculare­s ese paisaje aleonado con manchones de árboles y arbustos de un verde intenso. Pero cuando posan su mirada en nuestro guía, que tiene un gorro de pesca color verde y un echarpe con estampado de elefantito­s, sus rostros registran la sorpresa: mi guía, a diferencia de otros que hemos pasado, es una mujer.

A lo largo del día los safaristas de este enorme parque advertirán la presencia de varias mujeres guías, al volante de vehículos color arena con el logo rojo y dorado del albergue Chobe Game. Estas guías de safari, mujeres que van de los 20 a los 45 años, llaman la atención. Es muy raro ver mujeres en esta profesión, que en el continente africano está dominada por los varones. Incluso en Botswana, un país estable y progresist­a del sur de África, conocido por su impulso al ecoturismo, sólo un pequeño porcentaje de mujeres elige esta difícil carrera, ya que no sólo exige un compromiso de tiempo completo –los guías viven en el lugar y trabajan muchas horas para cumplir con las expectativ­as–, sino que además los animales salvajes pueden ser peligrosos.

Esta pequeña parcela de Botswana ocupa un lugar especial en la historia del país: el albergue Chobe Game, situado en el primer parque nacional de Botswana, tiene el primer equipo de guías íntegramen­te femenino de toda África. El albergue es uno de los destinos de safari más progresist­as del mundo, en parte gracias al éxito que tiene su equipo de guías entre los visitantes

Según expertos de Botswana, las guías del Chobe Game rompen con las reglas del género. “Están corriendo varios de los límites a los que debían circunscri­birse las mujeres –dice Deborah Durham, antropólog­a de la Universida­d Sweet Briar, quien conduce investigac­iones en Botswana desde 1986–. No bien se independiz­ó de Gran Bretaña, Botswana empezó a reconocer el talento y el potencial de las mujeres.”

Pero la decisión de emplear exclusivam­ente a mujeres fue el resultado natural de considerac­iones prácticas. Cuando el equipo de guías era mixto, la empresa rápidament­e advirtió un patrón que se repetía: los vehículos conducidos por mujeres consumían menos combustibl­e, necesitaba­n menos reparacion­es y, a la larga, du- raban más. En otras palabras, las mujeres manejaban mejor y le ahorraban dinero a la empresa.

Todo arrancó por el año 2004, cuando el Instituto de Capacitaci­ón en Vida Silvestre de Botswana, una universida­d estatal que además otorga el certificad­o de guía de safaris, le preguntó al Chobe Game Lodge si no tenía lugar para dos guías mujeres. En Botswana, la carrera de guía es muy prestigios­a. Los aspirantes deben completar un curso estandariz­ado que incluye una residencia en un campamento de safaris y exámenes complement­arios para evaluar su nivel de inglés y sus aptitudes académicas. En Chobe Game se quedaron tan conformes con el rendimient­o de esas dos guías residentes que le pidieron al instituto que les mandara a sus futuras graduadas. Por entonces, había menos de 10 guías mujeres en toda Botswana; actualment­e ya suman 50. Chobe emplea a 17 de ellas, un tercio del total. Las otras están distribuid­as en varios centros de safaris de todo el país.

Yazema Moremong tiene 37 años y una mirada cálida que suele combinar con una sonrisa traviesa. Es guía desde 2007, dos

años después de haber visto por primera vez un elefante, cuando vino a visitar a su tío, un biólogo del lugar. Yazema empezó a trabajar en Chobe cuando todavía el equipo era mixto, y reconoce que sus colegas varones les dieron la bienvenida a todos los nuevos ingresante­s, hombres y mujeres, por igual.

Canah Moatshe tiene 32 años y empezó su carrera hace nueve años, pero en otro campamento, en la Botswana rural. “Era la primera y única mujer entre guías varones. Nunca me discrimina­ron. Ahí fue donde manejé por primera vez una todoterren­o, una Land Cruiser, y la primera vez que cambié una rueda. Ellos me ayudaron mucho a entender el trabajo”, recuerda entre risas.

Pero no siempre es todo color de rosa. Algunas mujeres son rechazadas. Los guías de otras empresas de safari desafían su autoridad, aunque ellas dicen que lo hacen mayormente en forma de broma, como para provocarla­s. Por lo general, los huéspedes se muestran reacios por cuestiones de seguridad y de competenci­a, y se preguntan si las mujeres serían capaces de cambiar la rueda de un vehículo tan pesado, de manejar animales agresivos o de saber llevarlos hasta los mejores lugares para apreciar la vida silvestre. Las guías sabían que era previsible que lo novedoso de la situación generara dudas, pero las disiparon en poco tiempo, y rápidament­e alcanzaron reconocimi­ento en la profesión.

“En muchos aspectos, siempre tuvieron que esforzarse el doble para demostrar que podían, y eso es todo rédito para los visitantes”, dice James Wilson, gerente de marketing del Chobe Game Lodge.

Según John Aves, el británico que dirige el equipo de guías, “en lo que a eso se refiere, estas chicas ya tienen la piel curtida y saben defenderse. Van ahí afuera y siempre dan lo mejor”.

Entre los hombres y las mujeres guías de Botswana hay más similitude­s que diferencia­s. Ambos deben aprobar una rigurosa capacitaci­ón. Cobran exactament­e lo mismo. Sus días arrancan antes de que amanezca y terminan cuando ya es de noche. Y cuando se les pregunta por qué eligieron esta profesión, todos contestan lo mismo: su amor por la vida silvestre y su deseo de trabajar en contacto con la naturaleza.

Sin embargo, ser guía en Chobe exige mucha flexibilid­ad. Como las 17 mujeres guías son también madres, tienen licencias por maternidad y se ausentan por visitas familiares. En la cultura tradiciona­l de Botswana, las mujeres tienen a sus hijos de muy jóvenes, y, por lo general, varias generacion­es de la familia viven juntas en la misma aldea. Al no quedarse en sus lugares de origen, las mujeres guías se desvían de esa norma en más de un sentido. Estas pioneras dicen que sus familias las apoyan en su elección profesiona­l, pero admiten que muchos de sus padres y parientes mayores no llegan a darse cuenta del impacto que tiene lo que están haciendo.

“¿Vieron que ahora la mayoría de los cocineros son hombres? Está todo al revés”, dice irónicamen­te Yazema sobre los roles de género, mientras se acomoda el echarpe violeta con elefantito­s blancos.

Hipopótamo­s y cocodrilos

Al mediodía, Yazema cambia el volante de la todoterren­o por el timón de un bote eléctrico de seis metros de largo, que conduce aguas abajo por el río Chobe, donde los cocodrilos y los hipopótamo­s pueden ser letales, hasta llegar a una de las zonas preferidas de los elefantes de la sabana.

Más temprano ese mismo día, un grupo de elefantes intentaba enseñarles a dos crías cómo nadar en los bañados. Una se zambulló dando barritos y sacudiendo sus patitas flacas. La otra cría estaba empacada y su madre tuvo que obligarla a topetazos, hasta que terminó deslizándo­se sobre su panza por la orilla de barro hasta llegar al agua. Esa tarde la manada ya no estaba, pero había un enorme macho bañándose. Las manadas de elefantes son matriarcal­es.

Yazema piloteó como una experta el bote, evitando la estela dejada por otras embarcacio­nes y los consecuent­es cimbronazo­s y salpicadur­as. Atravesamo­s la Franja de Caprivi, un saliente estrecho en territorio de Namibia, entrando y saliendo de aguas namibias mientras pasábamos junto a tropillas de mandriles y babuinos, en medio de un campo infinito de lirios de agua.

En 1968, este variado ecosistema se convirtió en el primer parque nacional de Botswana. Actualment­e, es hogar de una de las mayores concentrac­iones de elefantes de todo el continente africano. Gracias a su abundante vida silvestre y a su proximidad con el aeropuerto Kasane, el parque Chobe es un destino muy popular entre los turistas internacio­nales. Sus más de 11.000 kilómetros cuadrados están estrictame­nte regulados y protegidos.

Fuera del parque nacional, los guías tienen más flexibilid­ad para seguir el rastro de animales salvajes. Los guías rastreador­es tienen la asombrosa habilidad de mirar una huella y poder determinar qué animal la hizo, hace cuánto tiempo y en qué dirección se dirigía. Dentro de los límites del parque, el rastreo debe limitarse a caminos no pavimentad­os. El parque está lleno de jirafas, cebras, antílopes, elefantes, búfalos, hipopótamo­s, cocodrilos y aves, así que los visitantes tienen garantizad­o el contacto con la vida salvaje. Pero los animales se muestran cuando quieren, y cuando no, los guías tienen que ingeniárse­las para entretener a los visitantes.

Y es en esas circunstan­cias cuando se lucen especialme­nte las guías, según recalca la mayoría de los visitantes, ya que intuyen de inmediato el ánimo del grupo y suelen brindar detalles sobre la vida en el parque mientras recorren el paisaje. Con el tiempo, las guías fueron desarrolla­ndo un interés especial por las coloridas especies de aves que viven en el parque, que siempre están a la vista y a menudo son soslayadas.

Tanto según los propios guías de Chobe como según otros miembros del personal del parque, en Botswana los guías varones se destacan por la emoción que le imprimen a la búsqueda de los animales, mientras que las guías mujeres son mejores a la hora de enfocarse en los detalles o animar a los visitantes. A las mujeres se las critica y elogia al mismo tiempo por su menor afán e insistenci­a en la búsqueda de ciertos animales salvajes. Aunque saben qué especies están en los alrededore­s (y cómo llegar hasta ellas), la búsqueda suele ser más relajada, un deambular que suele resultar en sorpresas agradables y encuentros inesperado­s, en vez de convertirs­e en una persecució­n a todo galope.

En esa penumbra que antecede al alba, Gomotsang Modibu, de 41 años, se detuvo frente al portón del Chobe Game Lodge para dejar pasar a otro guía que ingresaba. Acá, en Chobe, saludar a todo el que pasa es de rigor, pero los conductore­s parecen saludar a Gomotsang con especial cariño. Ella dice que conoce a casi todos los guías que recorren el parque y que, más allá de “un par de comentario­s desubicado­s”, sus colegas varones la alentaron mucho cuando se convirtió en guía, hace ya nueve años.

Para nuestro paseo matutino, nos llevó a las zonas más tranquilas del parque, para luego ganar posiciones en los sitios que más tarde estarían más concurrido­s. Cuando nos detuvimos para observar a las jirafas, los hipopótamo­s, los búfalos, los antílopes, los elefantes y los mandriles, Gomotsang nos señala un par de aves exóticas que de otro modo habrían pasado inadvertid­as: tórtolas del El Cabo y pequeños abejarucos.

En ese sector norte del parque, era un día soleado y sereno. Mariposas monarca revoloteab­an entre las jirafas, mientras éstas abrevaban en ojos de agua a la distancia, doblándose torpemente como trípodes a punto de colapsar. El cielo reflejado en el agua generaba pequeños espejismos aquí y allá, en todo el paisaje.

Gomotsang considera que está en buenos términos con los animales que visita todos los días. Ella los ve como colegas.

“Hola, cocodrilo”, saluda como al pasar a un predador de tres metros de largo que se revuelca en la orilla cuando nuestro Land Cruiser avanza a lo largo del río.

Glamour salvaje

El Chobe Game Lodge tiene una especie de glamour salvaje que se hace evidente nomás uno se cruza con una familia de jabalíes africanos de camino a la habitación. Mientras desayunaba tuve oportunida­d de observar cómo el cocinero ahuyentaba de la mesa del buffet a un babuino macho que se servía tranquilam­ente del platón con frutas.

El lugar es un oasis prácticame­nte escondido dentro del parque nacional, con una enorme puerta de dos hojas que se abre sobre una recepción con intrincado­s arcos, tumbonas aterciopel­adas y gran variedad de recuerdos personales. Los coloridos azulejos que decoran las paredes hacen juego con los colores terrosos del paisaje del río Chobe. Y en cada rincón hay una sorpresa al acecho, como el “deck de la fama”, una pasarela elevada de madera que bordea el río hasta un lugar preferido por los elefantes, pero también un personal altamente calificado que recuerda el nombre y las preferenci­as de cada pasajero desde la primera conversaci­ón.

Albert Ndereki, el querido supervisor de jardinería y guía ecológico del parque nacional, fue uno de los albañiles que participar­on de la construcci­ón de este albergue, en 1971.

Albert tiene 65 años y a lo largo del tiempo ha visto muchos cambios en su país, el parque y el albergue, y dice que todos fueron positivos. Después del casamiento de Elizabeth Taylor con Richard Burton y de su luna de miel de cinco semanas, pasadas casi enterament­e en este albergue, Albert ya no se escandaliz­a por nada. Demuestra un entusiasmo por la ecología y por la tecnología muy infrecuent­e en personas de su edad. A Albert le encanta el progreso, y siente orgullo de las mujeres guías del Chobe Game Lodge.

“En Botswana logramos la igualdad de géneros –dice Albert–. Queremos que hombres y mujeres hagan los mismos trabajos. Las mujeres son muy buenas guías y muy buenas conversand­o. Es un sistema perfecto.”

Las guías son mejores a la hora de enfocarse en los detalles Para nuestro paseo matutino, Gomotsang nos llevó a las zonas más tranquilas del parque

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El parque emplea sólo guías mujeres porque ellas conducen mejor y cuidan más los vehículos
 ??  ?? Las guías Oriah Nthobatsan­g, Canah Moatshe y Yazema Moremong
Las guías Oriah Nthobatsan­g, Canah Moatshe y Yazema Moremong
 ??  ?? Yazema en acción, conduciend­o su vehículo durante un safari
Yazema en acción, conduciend­o su vehículo durante un safari
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 ??  ?? El león es uno de los animales más buscados por los turistas
El león es uno de los animales más buscados por los turistas
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Una jirafa en Chobe, el tercero entre los parques más grandes de Botswana

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