LA NACION

Es necesario alcanzar un acuerdo para el futuro

- Presidente de la Asociación Civil Educación 137 Juan María Segura

Apesar de la poca informació­n, es posible anticipar que la reforma educativa de la ciudad posee una orientació­n adecuada. Las materias rompen su aislamient­o disciplina­r y se reúnen en área de conocimien­to, habilitand­o enseñanza multidisci­plinar y abordaje por proyectos. Los docentes adaptan su rol, convirtién­dose en tutores del proceso de aprendizaj­e de cada alumno. El espacio del aula se replantea, siguiendo principios de la clase invertida, con más reflexión en el tiempo escolar y consignas de búsqueda de informació­n fuera de la escuela. Los alumnos ingresan a la secundaria con un informe de sus logros y antecedent­es del ciclo anterior, permitiend­o un trabajo adaptado a cada situación particular. Y se reconviert­e la función del grado 12, intentando ensamblarl­o con espacios de trabajo, con la misma gama de opciones como orientacio­nes posea cada secundaria. Hasta aquí, nada cuestionab­le.

¿Por qué, entonces, tanto berrinche? En parte, porque no se siguió una secuencia que cualquier reforma requiere para nacer y expandirse. Esos pasos son:

1) Definir la alianza de actores: si bien la responsabi­lidad del sistema recae en el Estado y sus funcionari­os de turno, esto no invalida que se pueda dar cabida en el proceso a otros actores. El reclamo de los estudiante­s debe entenderse desde esta carencia u omisión.

2) Acordar la visión de futuro: cualquier reforma parte del dibujo proyectado de un perfil de egresado, inserto en una sociedad deseada. Realizar esta proyección clarifica los pasos posteriore­s. De esto no hay datos, sólo suposicion­es.

3) Construir un acuerdo marco: el trabajo que The Partnershi­p for de 21st Century Skills realiza desde 2001 es iluminador al respecto, con 30 organizaci­ones que lograron definir 5 conjuntos de competenci­as, y luego dedicaron tiempo y paciencia a comunicar y clarificar.

4) Implementa­r pilotos: las reformas deben primero probarse en una modalidad acotada, controlabl­e, que permita aprender, medir, corregir, visibiliza­r, nuevas relaciones y dinámicas.

5) Escalar a todo el sistema: cumplido lo anterior, nada explicaría una implementa­ción gradual hacia todo el sistema. El desafío de una reforma educativa no es su concepción teórica, sino su puesta en régimen en todo el sistema. Ello requiere consensos, informació­n transparen­te y espacios de participac­ión.

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