LA NACION

El guardián

Una charla con Horace Grant, el hombre que se dio el lujo de “proteger” a Michael Jordan y Kobe Bryant en la NBA

- Gustavo S. González

No hay séquito alrededor de Horace Grant, en el lobby del hotel de Retiro donde se encuentra con

la nacion. Ni amigos ni guardaespa­ldas. Lo que parece reforzar la imagen de él mismo como custodio de Michael Jordan y Kobe Bryant, que a uno se le antojaba hace más de veinte años, cuando era una figura silenciosa de Chicago Bulls y Los Angeles Lakers, campeones de la NBA. O en un interregno, cuando jugó en Orlando Magic y fue compañero de Shaquille O’Neal, que no necesitaba custodios, para llegar a la final de 1995. Con el pivote volvió a encontrars­e en los Lakers campeones de 2001, y Grant lo pone en una línea cercana a la de los dos grandes.

Enseguida se mete en el tema; imposible ser original con la pregunta sobre cuánto Michael Jordan necesitaba a Horace Grant. “Bueno, él y Scottie [el escolta Pippen] brillaban y lo mío era conseguir rebotes, bloquear”, explica, pero no recita. “La NBA de hace 20 años era más fuerte[( junta las manos y saca los codos]; ahora se tira mucho de tres [hace el ademán del lanzamient­o].” A despecho de su tamaño –2,08 metros–, Grant es bien gráfico sin ser ampuloso, ya sentado en un sillón del lobby y metido en una comparació­n que, de paso, da cuenta de lo que valía su tarea. “Kobe llegó a meter 81 puntos; Jordan, con el juego de hoy, podría haber hecho 100”.

Tres veces campeón con los Bulls, Grant visitó el país por primera vez para ser uno de los protagonis­tas del NBA Sports Business Summit, que reunió a ex deportista­s argentinos como Luciana Aymar, Juan Sebastián Verón y Chapu Nocioni, entre otros.

La otra referencia de manual que se le pide es sobre los puntos de contacto entre Jordan y Bryant. “Michael es 1, y Kobe, 1A”, señala. “La única diferencia que veo en ellos es que Michael sumó seis títulos y Kobe tiene cinco. Nunca pensé que yo sería parte de dos organizaci­ones que tuvieran tan grandes líderes. Ellos fueron competitiv­os en la cancha”. ¿Y fuera del rectángulo?, se le pregunta. “Tienen que confiar en usted para hacerlo parte de su círculo, y cuando lo hacen, resultan ser dos tipos muy divertidos”.

Inconfundi­ble con sus anteojos en el campo de juego, ya no los usa en estos días. “Tenía problemas para ver de lejos; tuve un par de cirugías y se resolvió”, cuenta ahora, quizá lamentando que el adelanto médico no llegara a sus tiempos de jugador. Pero no había dato que sugiriera un problema en la vista en los partidos. Aquel interno estaba al servicio de sus compañeros.

Sobre los entrenador­es que tuvo, no espera que se termine de formular la pregunta: “Phil Jackson. Sabía cómo trabajar con personalid­ades diferentes y manejar, por ejemplo, a Dennis Rodman [ocupó el puesto de Grant en los últimos tres títulos de los Bulls], sin que resignara su carácter”.

¿Y Steve Kerr? Fue su compañero un año en Chicago y hoy es un notable director técnico, dos veces campeón en Golden State Warriors. “Aprendió de su padre [Malcolm], pero también de Phil Jackson. En especial, la serenidad. Es un gran entrenador, está haciendo un muy buen trabajo en Golden State, donde también le tocó hacer congeniar talentos inmensos, como Stephen Curry y Kevin Durant”.

En su encuentro con otro ex jugador de Chicago, Chapu Nocioni, en las jornadas de la Usina del Arte, Grant trazó un paralelo con los tiempos. Y sobre el juego del santafecin­o opinó: “Creo que su rol fue hacer el trabajo duro; él lo llamaba «trabajo sucio». Usted sabe, tirarse al piso para conseguir pelotas sueltas, hacer que los Bulls tomaran ventajas extras en la ofensiva. Además, fue un gran tirador externo. Pero estoy seguro de que su meta era hacer las pequeñas cosas que necesitaba el equipo para conseguir el éxito”.

Grant confiesa que disfrutó de Buenos Aires (“y de la comida…” suspira). Y revela el nickname (apodo) que lo acompaña desde chico. “Me dicen «General», por el gran militar”. Ulyssess Grant fue uno de los líderes en la Guerra de Secesión y luego presidente de Estados Unidos (1869-1877). Irreverent­e casi, uno le pregunta al Grant que tiene enfrente si aquél no es el mismo que le da nombre al whisky escocés. “¡Claro!”, confirma, y se ríe fuerte.

Nacido en Augusta, la ciudad del Masters de golf, Horace vive en Arroyo Grande, California, después de la vida nómade que le dio la NBA: “A todas las ciudades donde jugué llevé a mi familia. Y de todas, la que más me gusta es Chicago”.

Segurament­e, la Ciudad del Viento es la que le dejó los mejores recuerdos y eso es suficiente para inclinar la balanza.

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Emiliano con el trofeo larry o’Brien, que sólo los campeones de la nBa pueden tocar

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