LA NACION

Clorinda. Productos que cruzan en bote y comercios cerrados

No piden documentos en la frontera con Paraguay; quejas de los empresario­s

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CLORINDA, Formosa (De un enviado especial).– De un lado, la desolación: de ocho comercios en una cuadra, siete tienen las persianas bajas. El panorama se completa con cambistas dormitando a la sombra, la inexistenc­ia de clientes y perros luchando con huesos ya sin carne. Del otro, el agite. Comercios improvisad­os bajo toldos, en las veredas, en construcci­ones sin terminar. Supermerca­dos con tanto movimiento que los productos ni llegan a la góndola, se exhiben en sus cajas de transporte.

El lado escuálido es Clorinda, la segunda ciudad de Formosa, con 93.000 habitantes. El lado del bullicio es Nanawa o Puerto Elsa, el poblado limítrofe del lado de Paraguay que está viviendo un inédito boom de comercio gracias a los compradore­s que cruzan desde la Argentina.

Lo de cruzar es una exageració­n. Acá la frontera es, en los hechos, inexistent­e. Los mapas dicen que el río Pilcomayo, un cauce mínimo de no más de diez metros de ancho, separa la Argentina de Paraguay, pero la realidad los contradice. El tráfico de personas y mercancías es constante y se puede atravesar la frontera vadeando el río, en pequeños botes a remo que van y vienen todo el tiempo o, más cómodo aún, cruzando por la Pasarela de la Amistad, un puente con un tramo de madera y otro de cemento que los locales improvisar­on sobre el río para facilitar los pases.

Del lado de Clorinda, en la zona del puente, subsisten todas las formalidad­es del Estado argentino: gendarmes, puesto de Migracione­s y Aduana, pero cumplen funciones decorativa­s. La gente cruza sin documento ni controles, y los productos, lo mismo.

vio a un gendarme seguir la nacion con curiosidad cómo desde un bote a remo descargaba­n electrodom­ésticos y los subían por la pequeña barranca del río hasta el lado argentino. Jamás abandonó la pequeña sombra que lo protegía.

El alto costo de los comercios argentinos, que impulsa viajes de compras a Miami y Chile, tiene en esta ciudad su cara más brutal. El contraste de actividad que se da en apenas unos metros y sin mediar otra condición que las impuestas por las regulacion­es de dos Estados muy diferentes tiene a los comerciant­es locales clamando soluciones. “Los propios productos comestible­s elaborados en la Argentina, como la leche, se exportan a Paraguay y los compramos más baratos del otro lado”, se queja Lelio Panza, secretario de la Cámara de Comercio local.

“Desde la dirigencia de Cambiemos trasladamo­s las inquietude­s de los comerciant­es al gobierno nacional, que está estudiando medidas”, explica Adrián Malgarini, candidato a diputado provincial oficialist­a.

Una recorrida por el supermerca­do Casa Cristi, el más grande de Nanawa, comprueba lo que señala Panza. También sorprende por la cantidad y variedad de lo que allí se exhibe. Hay cacerolas, woks, estufas de cuarzo, televisore­s de 50 pulgadas, termos de tereré con la estampa de Boca, River y el papa Francisco y balanzas, además de comestible­s. Todo conviviend­o en un alegre desorden. Del lado argentino, en cambio, los pocos almacenes que siguen abiertos son una tristeza. Exhiben algunos artículos de limpieza y mucha frustració­n.

“Antes, cuando las cosas andaban bien, un changarín se llevaba $ 800 por un día de laburo, volvía a su casa y se comía un asado. Hoy apenas junta $ 200, cruza a Paraguay y compra fideos”, explica un mayorista que prefiere no dar su nombre. Es que en Clorinda, además de una monumental crisis económica, se respira el miedo a un Estado que no controla la frontera, pero sí se hace sentir en lo que los vecinos callan.

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