Una ceremonia cargada de momentos emotivos
Pepe Soriano retoma El loro calabrés para compartir su pasado y construir un presente a través de la sinceridad
el ingreso a el tinglado, el pasado domingo por la tarde, resultó sumamente singular. el gran pepe soriano, personalmente, recibía a cada uno de los espectadores muy cordialmente. permitía que le tomaran fotos, explicaba que había cumplido 88 años y que ya tenía setenta de profesión. “empecé a los 18”, aclaraba. Y a medida que el hall de la sala se iba colmando de gente, la situación adquiría cierto carácter ceremonial. Quienes allí estaban iban a ver El loro sigue contando, una versión de El loro calabrés, el trabajo que soriano creó hace 40 años y con el que recorrió buena parte del país en tiempos difíciles, los de la dictadura militar.
el creador decidió volver sobre sus pasos y reponerlo, sólo por cuatro semanas (quedan tres funciones, los domingos de septiembre, a las 16, en mario bravo 948). Y si bien el relato está conformado por personajes y situaciones del proyecto original, el intérprete incluye ahora algunos nuevos textos, busca en su memoria ciertos recuerdos que mantiene muy vivos y que permiten completar la historia de este hombre que, en una tarde lluviosa, se sube al escenario para mostrar no sólo su arte, sino también su capacidad de convocatoria.
La mayoría del público que cubrió la platea seguramente vio El loro calabrés en su momento y se conmovió esta vez tanto como lo hizo en el pasado. el actor, acompañado por su guitarra, recuerda la casa familiar, los personajes prototípicos del barrio de su infancia, recrea a un abuelo italiano o compone al loco elías, que, puesto en la piel de cristo, relata su crucifixión.
pepe soriano vuelve a conectarse con El loro calabrés y ese acto le posibilita repasar su vida. Lo está haciendo mientras canta, lee un poema de ernesto Cardenal o un pequeño fragmento de la pieza teatral sobre bairoletto que estaba elaborando junto a su gran amigo Juan Carlos gené y que quedó inconclusa porque no llegó a representarse. también repara en un fragmento de El inglés, obra que, junto al Cuarteto Zupay, interpretó en el teatro regina en la década del 80. Y decimos “lo está haciendo” porque entre tema y tema que aborda, entre uno y otro personaje, cuenta pequeños episodios que vivió durante su extensa gira. Y su voz se quiebra y sus ojos se humedecen y el espacio se llena de imágenes de seres que no nombra pero que estuvieron muy cerca de él y sobre todo lo contuvieron mientras el viaje que lo llevó a recorrer diferentes pueblos o ciudades lo hacía crecer como intérprete. Y, además, le posibilitó descubrir distintas calidades de públicos. Algunos lo acompañaron con fervor y otros lo dejaron solo, como sucedió en alguna oportunidad en rosario. Allí no tuvo más opciones que regresar a buenos Aires muy decepcionado.
en el final, el reparto del pan, ese acto tan simbólico y tan conmovedor, permite que los asistentes compartan una mirada, una sonrisa, la emoción que durante sesenta minutos soriano fue controlando. La despedida será en la puerta de la sala. Actor y espectadores volverán a la rutina inicial: las fotos, la amable conversación, alguna pequeña anécdota, esta vez narrada por alguien del público.
otras historias de vida aparecerán, pero esta vez en la antesala del teatro. soriano convoca, los domingos por la tarde, a compartir su historia de vida, pero también se anima a escuchar la de cada uno de los asistentes, quienes, silenciosamente, al cabo de sesenta minutos, también repasaron momentos de su propia existencia. El loro calabrés continúa posibilitando un reencuentro con el universo personal de cada uno. porque está construido con mucha sinceridad por alguien que anduvo muchos caminos, que conoce profundamente los rincones del país en el que nació, creció, se fortaleció y en elquesigueconvocandoarepasarel pasado a quienes estén dispuestos a mirar hacia atrás para fortalecerse en este presente.