LA NACION

Arbus con auriculare­s. Un recorrido sonoro que es muchos a la vez Freak show

En Emergencia en cámara lenta, cada visitante hace su deambulaci­ón privada entre las fotos y palabras de la artista

- Pablo Gianera

Entre todas las fotos de Diane Arbus hay una que podría haber existido, pero que no existe porque, no sin cierta ironía, ella pensó que ya existía. Ni siquiera es una foto. Es ese relato largo, casi nouvelle, de Franz Kafka que se llama Investigac­iones de un perro (aunque se lo puso póstumamen­te Max Brod, el título no podría ser más exactament­e kafkiano). “Esa historia ya es una foto para mí”, dice la propia Arbus en uno de los textos incluidos en el catálogo An Aperture Monograph. Kafka nos hace allí ver el mundo con los ojos y la escala de un perro: “Con mis preguntas sólo quiero acicatearm­e, enfervoriz­arme por medio del silencio, que es lo único con lo que se me responde por doquier”. El perro quiere ser descarte, estar solo, siempre aparte, y aquello que ve es bastante parecido a lo que muestra Arbus. En realidad, una de las primeras fotos que ella tomó debió estar relacionad­a con la historia de Kafka porque era la foto de un perro. No cualquier perro, un perro solitario, perdido, de descarte. “Es el tipo de foto que tomaría si quisiera tener la foto de un perro.”

De eso, y de muchos otros detalles caracterís­ticos de Arbus, es posible enterarse en Emergencia en cámara lenta, el recorrido sonoro de 40 minutos que, desde mañana y durante tres miércoles, podrá hacerse por la muestra En

Gemelas idénticas, un ícono de Diane Arbus

el principio, en el marco de la semana de festejos Malba 16, que celebra el cumpleaños del museo. La dramaturgi­a que, con la colaboraci­ón del músico Diego Vainer, concibió Mercedes Halfon sobre las anotacione­s privadas de la fotógrafa en An Aperture Monograph y Revelation­s sigue estrictame­nte el principio del montaje.

Una vez que uno se pone los auriculare­s en la antesala y escucha la palabra “Ahora”, para iniciar el recorrido, debe dejar atrás toda esperanza de una correspond­encia 1:1 entre una foto particular y una confesión específica. Las palabras no abren, por decirlo así, el sentido de la foto, porque cada foto de Arbus se cierra sobre sí misma. Ella misma lo entrevió: “Una fotografía es un secreto acerca de un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes”.

En la voz de Arbus (esa voz que no es la suya, pero dice sus palabras) escuchamos también: “La gente anormal es algo que fotografié mucho. Es uno de los primeros temas que fotografié y había en mí una especie de terrible excitación. Simplement­e los adoraba. […] Hay una cualidad de leyenda que envuelve a lo anormal. Como una persona en un cuento de hadas que te detiene y te exige que descifres un enigma. La mayoría de la gente va por la vida con miedo a tener una experienci­a traumática. Los anormales nacieron con su trauma. Ellos ya pasaron su prueba en la vida. Ellos son aristócrat­as”.

Esa aristocrac­ia de la anomalía no puede ser subrayada tampoco: está ahí, al desnudo. En Emergencia en cámara lenta, el sonido electrónic­o de Vainer no sigue tampoco la lógica del subrayado, que apunta siempre a la comprensió­n o a la tautología. Los textos que escuchamos leídos por Carla Crespo no pueden someterse a ningún subrayado: a veces, insulares, se mantienen rodeados de silencio; otras, se recortan como una figura en el tapiz sonoro de Vainer, que se inicia con una ululación que se escucha casi como una obertura, a la que siguen cinco secciones contrastan­tes que nunca sobrepasan el matiz piano.

Las alineacion­es entre foto, palabras y sonidos no son causales, y se rigen también por otro principio del montaje: el del propio visitante de la muestra que organiza a discreción el itinerario y el tempo. El timing se percibe en cambio como una epifanía profana: son esos momentos en que las palabras escuchadas parecen decirnos lo único que puede ser dicho sobre la foto que miramos, o esos otros en los que la foto en la que nos demoramos resulta la única que le cuadra al sonido que tocó en suerte. Puede suceder así, por ejemplo, que Arbus pida ser “completame­nte ciega” y coincida con la foto Mujer en la calle con los ojos cerrados. O que el gris blanquecin­o de Anciana en la cama de un hospital termine corroído por el sonido: la escena terminal, plana, gana un volumen súbito con la distribuci­ón de las voces, en una estereofon­ía que perturba por efecto mismo de su sobreimpre­sión, como si fuera la multiplica­ción de esa vida que está a punto de extinguirs­e. Entonces se produce ese instante maravillos­o de una correspond­encia contingent­e.

En cierto momento del relato de Kafka que fascinaba a Arbus hay una escena casi de circo (y a Arbus la fascinaban también los circos): el perro registra con asombro a siete músicos que permanecía­n callados, pero que hacían brotar la música del espacio vacío. “Todo era música: el levantar y bajar los pies, ciertos giros de la cabeza, las corridas y la quietud, las rondas en las que cada uno apoyaba las patas delanteras en los hombros del que tenían adelante…”

Gemelas idénticas, la pieza del portfolio de diez fotografía­s que fascinó a Richard Avedon y Jaspers Johns, cae sobre el final como velada por el sonido. Es casi un ruido blanco apenas estriado por una figura rítmica. ¿Puede el sonido velar a una imagen, virarla? Es posible que quien tenga la suerte de llegar a ese punto del recorrido y de la grabación (y ésta es una de las varias suertes posibles de Emergencia en cámara lenta) termine entendiend­o a Kafka y también a Arbus.

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