De juvenil con futuro de selección a condenado
Alexis Zárate futbolista “todo va a salir a la luz. Desde el primer día estuve muy tranquilo y siempre confié en Dios, que es el que me libera de todo esto y no deja que me influya nada malo”
Hubo un equipo que dejó una huella en los torneos de reserva del fútbol argentino. La Piponeta fue un modelo a seguir entre principios de 2011 y mediados de 2013. Compuesto por jóvenes promesas de Independiente que soñaban con llegar a la Primera, ese selecto grupo de futbolistas contaba con varios puntos altos. Mucho antes de que su nombre y apellido saltaran de las crónicas del deporte a las noticias vinculadas con la violencia de género, Alexis Zárate era una de las piezas determinantes dentro del meticuloso engranaje armado por el DT Cristian Díaz.
Con su carácter de líder deportivo, el cordobés nacido el 8 de mayo de 1994 fue una de las piedras angulares de ese equipo que combinó eficacia con estética. Nadie, ni por asomo, hubiera podido imaginar entonces lo que iba a ocurrir: la carrera de Zárate empezó a desvanecerse sin pausa desde aquella madrugada del 16 de marzo de 2014, cuando protagonizó el episodio por el cual ayer fue condenado.
Enrique Borrelli, actual coordinador de las inferiores de Argentinos Juniors, trabajaba en Independiente cuando, en La Pampa, durante una prueba en el club Deportivo Mac Allister, lo sorprendió un joven atlético y tenaz que había marcado la diferencia en el campo de juego. meses después, ya en 2008, y con 13 años, Zárate se mudó a Avellaneda, donde empezó a entrenarse con las categorías formativas del Rojo. Durante su adolescencia se ubicó como volante interno. Con el tiempo se retrasó unos metros y se posicionó como marcador central.
Más tarde, su estatura prefiguró su evolución en la cancha: a pesar de su firme condición física, sus 179 centímetros de altura fueron insuficientes para defender el espacio aéreo de un territorio en el que la altura es clave. Pero resolvió la limitación con inteligencia: se corrió a la banda derecha, como lateral, donde volvió a impresionar a cada entrenador que tuvo durante las inferiores. También lo hizo sobre la izquierda. En cualquiera de las cuatro posiciones, Zárate siempre fue un futbolista destacado en las divisiones formativas. Su futuro estaba cada día más claro.
Pero para encontrar las raíces de su llegada a Independiente hay que retrotraerse a 2007. La historia deportiva de Zárate cambió el día en que un amigo le propuso ir a La Pampa para probarse. Oriundo de General Deheza, un pueblo de unos 11.000 habitantes empotrado casi en el centro de Córdoba, a medio camino entre Río Cuarto y Villa María, sobre la ruta nacional 158, Zárate aceptó viajar 518 kilómetros al Sudoeste para ser examinado por el equipo de captación de Independiente en el club de Carlos Mac Allister, ex lateral de Boca y actual secretario de Deportes de la Nación.
Su nivel fue tan bueno que en la segunda prueba, con una división más grande, se terminó de ganar la aceptación de Borrelli.
Ya en Independiente, Zárate y Martín Benítez, ambos nacidos en 1994, se hicieron amigos luego de compartir la misma categoría durante varias temporadas. Benítez, con sólo 17 años y un fugaz paso por la reserva, saltó sin escalas de la sexta división al plantel profesional. Los dos integraron el plantel de la selección Sub 17 que jugó el Mundial 2011, en México. Zárate, de hecho, fue titular en la mayoría de los partidos, incluso ante Inglaterra, en la derrota por penales en los octavos de final. Ese mismo año ya habían viajado a Ecuador para jugar el Sudamericano. En 2009, el cordobés había tenido su primer roce internacional al ser convoca- do para el Sudamericano Sub 15 de Bolivia. Tuvo, más tarde, citaciones a la Sub 20, al igual que Benítez.
Zárate escaló las categorías juveniles hasta que fue convocado para sumarse al plantel de reserva. En poco tiempo, como ocurrió en las inferiores, se adueñó del latido del plantel. Se hizo líder a fuerza de carácter y sacrificio. Su capacidad de incidencia seguía intacta. Fue el lobo líder de la manada.
En junio de 2013, en uno de los peores momentos de la vida deportiva e institucional del club, Zárate, con 19 años recién cumplidos, debutó en la Primera de Independiente. Muchos de los jóvenes más destacados que venían de la reserva se vieron sobrepasados por la situación y finalmente no tuvieron lugar. El quiebre en la carrera deportiva de Zárate, sin embargo, se daría tiempo después, el 16 de marzo de 2014.
El cordobés, a partir de ahí, apenas jugó 13 partidos en un año y nueve meses en el Rojo. Con poco terreno a favor, en enero de 2016 se fue a préstamo a Temperley, donde se convirtió en una herramienta importante para el Celeste.
Hace dos meses, en julio, estuvo a punto de regresar al Rojo, pero finalmente renovó su préstamo. Su vínculo con Temperley, si no se interrumpe de manera unilateral debido a la sentencia –que todavía no está firme, por lo que de momento no irá a prisión–, se extiende hasta mediados de 2018. Zárate dice que está tranquilo y que seguirá jugando al fútbol. No le será fácil.