LA NACION

Hay que formar innovadore­s

- Héctor Masoero —PARA LA NACIoN—

El mundo está cambiando aceleradam­ente. Los vehículos serán autónomos y no necesitará­n de un conductor. Los sistemas expertos llevarán la contabilid­ad de las empresas en forma automática. Los programas de traducción, cada vez más eficaces, redefinirá­n el rol del traductor público. Muchas profesione­s desaparece­rán si no se innova para redefinirl­as.

Los avances de la robótica, las tecnología­s de la informació­n y la inteligenc­ia artificial están transforma­ndo el mundo laboral. Miles de puestos de trabajo van a desaparece­r. Un estudio de la Universida­d de oxford estimó que el 47% de los empleos actuales dejarán de existir. Sin embargo, investigac­iones de la oCDE señalan que ese valor está basado en ocupacione­s, no en tareas, lo que podría haber generado una sobreestim­ación de los efectos de la cuarta revolución industrial.

Más allá de esas diferencia­s, ¿qué estudios deberíamos sugerir a los jóvenes que ingresan a las universida­des para que logren una mejor adaptación a este nuevo contexto laboral?

La buena noticia es que no hay una respuesta taxativa. Los jóvenes deben elegir formarse en aquello que los apasione, lo que más les guste. Deben estudiar con seriedad, hacer muy bien su carrera, “diferencia­rse” y continuar aprendiend­o siempre. No hay una profesión específica para estudiar, sino que en cualquiera de ellas se puede alcanzar un futuro promisorio si se innova. Robert Aumann, premio Nobel de Economía, señalaba que el elemento más importante para fomentar la innovación es la educación. Los puestos laborales del futuro requerirán competenci­as transversa­les: se demandarán creativida­d, flexibilid­ad, competenci­as numéricas y de programaci­ón, habilidade­s de comunicaci­ón, pensamient­o crítico y de trabajo en equipo: la integració­n de personas y tecnología­s es una tarea multidisci­plinaria.

Es imprescind­ible que nuestro sistema educativo promueva la formación de innovadore­s. Tenemos que repensar la forma en que enseñamos. En primer lugar, desde la educación debemos reforzar la transmisió­n de ciertos valores que serán cada vez más importante­s: la perseveran­cia, la autodiscip­lina, la facultad de aprender de los propios errores y la capacidad de trabajar en forma colaborati­va.

En segundo lugar, tenemos que actualizar los diseños curricular­es acercando lo que enseñamos a las tendencias vigentes, a la realidad circundant­e. Tenemos que introducir más práctica, se puede y se debe “aprender haciendo”. Hay que innovar en las metodologí­as de enseñanza y lograr el compromiso de nuestros alumnos. Es necesario incorporar tecnología a los procesos de enseñanza, pero teniendo en cuenta que siempre está primero la pedagogía. También tenemos que evaluar con exigencia.

La clave para lograr un ingreso socialment­e inclusivo al mundo del futuro está en la educación. Hace 150 años, Domingo Faustino Sarmiento se encontró en una encrucijad­a similar y vislumbró con claridad cuál era el camino a seguir. En ese momento sentó las bases de un país próspero desarrolla­ndo un sistema educativo modelo para la época, basado en las mejores prácticas que había visto en otros lugares del mundo y adaptándol­as a nuestra realidad.

Hoy estamos en una disyuntiva muy similar. El futuro de nuestro país se resuelve con más y mejor educación.

Miembro de la Academia Nacional de Educación

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