Entender de las leyes del fútbol ayudó al estudiante de abogacía
H asta hace poco, lo único que salvaba a Lisandro Magallán del olvido y la indiferencia del hincha de Boca era más un recuerdo muy puntual que su trayectoria en el club. En la memoria del simpatizante quedó el gol que el 5 de octubre de 2014 le hizo a River en el Monumental, en un superclásico disputado bajo un diluvio y que terminó en un empate que tuvo la particularidad de que los autores de los tantos fueron zagueros centrales: Pezzella igualó de cabeza para River.
Por entonces ya había vuelto del primer préstamo, en Rosario Central, por donde pasó sin gran nota. Había debutado en Boca en la época de Carlos Bianchi, en el peor de los ciclos del Virrey, el tercero. Las primeras experiencias con la camiseta auriazul fueron al lado de Matías Caruzzo.
Además de la cesión a Central hubo otra posterior a Defensa y Justicia. Ariel Holan lo utilizó en un zaga central en la que el más sólido era Alexander Barboza. Iba y venía, sin establecerse en ningún equipo. Mientras tanto, no ponía todas las fichas en el fútbol para alcanzar su realización personal. Los estudios de abogacía no sólo eran un seguro de riesgo contra un deporte que puede dar mucho y a la vez quitar todo en un segundo. También sirven para activar una mente que se necesita fuerte y abierta para absorber presiones y exigencias. Magallán integra esa rarísima y restringida especie de futbolistas que siguen una carrera universitaria.
Le tocó lo peor de los seleccionados juveniles argentinos, el turno de directores técnicos sin la debida capacidad y de una AFA en descomposición. Con el Sub 20 que dirigía Marcelo Trobbiani no pasó de la etapa de grupos en el Sudamericano Sub 20 organizado en 2013 en Mendoza y San Juan. Y con la selección olímpica también tuvo un rápido regreso de Río de Janeiro.
En Boca debía esperar detrás de Insaurralde, dentro de un lote de zagueros que también tenía a Tobio y Vergini. Parecía más cerca de la puerta de salida que un candidato a quedarse con un puesto. Es joven (23 años), pero se extendía la transición que va de un proyecto con condiciones a la consolidación. Boca es uno de esos trenes que supuestamente pasan una sola vez en la vida, y Magallán no terminaba de subirse.
La derrota 3-1 en el superclásico en la Bombonera puso a toda la defensa en el punto de mira del mellizo Barros Schelotto. Fueron saliendo del equipo Peruzzi, Vergini y Fabra. La importante lesión que sufrió Insaurralde le abrió la puerta a Magallán dentro de la reformulación de la línea de cuatro. A diferencia de otras veces, su aparición entre los titulares fue para quedarse. Al lado de Tobio completó el tramo final de la campaña del título. No lo sobrepasó la responsabilidad y algunas señales de firmeza lo ayudaron para que el entrenador lo mantuviera en el comienzo de esta temporada, ahora acompañando al experimentado Goltz.
Es rápido y fuerte, le falta con la pelota en los pies. De última opción pasó a ser titular. Uno de sus méritos fue no desesperarse nunca, no desmoralizarse ni dejarse llevar por la ansiedad. Porque entre las leyes que entiende Magallán están las del fútbol.