LA NACION

Como su chica punk Lisbeth Salander, el autor de Millennium 5 habla desde la cárcel

Heredero de la pluma de Stieg Larsson, David Lagercrant­z presentó la quinta novela de la exitosa serie en un penal de Segovia

- Laura Ventura

MADRID.– A metros de la icónica postal de la estatua de Don Quijote y Sancho Panza, en la plaza España, corazón de Madrid, el hombre estrecha la mano de cada uno de los periodista­s y se presenta con su nombre de pila. “Soy David”, dice a cada desconocid­o que, en cambio, sabe mucho de él. Repite el nombre que le devuelven con un marcado acento sueco, como si fuese a memorizarl­o. Minutos más tarde, el heredero de la pluma de Stieg Larsson, David Lagercrant­z, sube al colectivo con su traductor, su agente, dos responsabl­es de prensa y ocho periodista­s. En esta fauna y flora se siente a gusto, aunque no hable una palabra en castellano. El contingent­e parte a Segovia, donde se llevará a cabo la conferenci­a de prensa de El hombre

que perseguía su sombra. El autor no se queja del viaje y acepta la locación de la cárcel que alojó a presas polí- ticas durante el franquismo porque el recinto funciona como un eco del hábitat donde ubica a su heroína Lisbeth Salander en esta quinta y última entrega de la saga Millennium, que se publica este mes en 25 países. Cada criatura está determinad­a por su contexto y las oportunida­des y limitacion­es que éste le brinda. Su última novela es también un ensayo sobre la naturaleza y la herencia genética, con sus dones y sus corsets.

Venecia-Madrid-Segovia-Madrid-París en apenas 36 horas; luego será el turno de los Estados Unidos. Lagercrant­z no responde preguntas, no diserta: dialoga. Tiene los ademanes de un caballero y el entusiasmo de un niño. Es elegante en el trato y se muestra curioso por la velocidad a la que circulará la informació­n de este encuentro. Su expresión es pausada. Hombre culto e informado, conversa con los colegas y aprovecha una parada en una estación de servicio para ir al baño.

Tras la muerte de Larsson, en 2001, tras la publicació­n del tercer volumen de la exitosa saga, las aventuras de la dupla integrada por un Sherlock punk y un Watson posmoderno parecían llegar a su fin, pero Lagercrant­z fue tentado para continuar con las andanzas. “Cuando me lo propusiero­n sentí un enorme entusiasmo y, al mismo tiempo, sentí terror, pánico. Stieg había puesto el listón muy alto y si el cuarto libro no hubiese gustado, habría sido el final de mi carrera”, dice sobre Lo que no te mata te hace más fuerte (2015), cuya versión cinematogr­áfica se estrenará en octubre de 2018, protagoniz­ada por la británica Claire Foy, competidor­a anteanoche por un premio Emmy por su papel de Isabel II en The Crown. Ella será la próxima intérprete de Lisbeth y el escritor está encantado con la elección, porque las comparacio­nes son odiosas y él mismo las padeció. “Stieg Larsson venía de la clase obrera, mientras que yo vengo de una familia acomodada. Mucha gente me criticaba, dijeron cosas tremendas. Esta idea aparece en el libro: qué es aquello que nos construye como individuos, cómo nos afecta el entorno”.

De la sangre real a los piercings, la ficción permite puentes extraños. Lo que atraviesa a Lagercrant­z –“ella está mis venas”– es una musa antisocial que la pantalla grande deformó con peinados estridente­s y demasiados tatuajes, opina el autor. Y de todas estas marcas indelebles se fascinó con una en especial: la del dragón. Esta simbología y lo que yace bajo esa imagen –la motivación a perpetuar algo en el cuerpo– es lo que busca explicar desde las primeras líneas esta novela de casi 600 páginas.

Los dobles y las sombras recorren la novela, evidente en el título y también en el espíritu del relato, pero, antes de spoilear el argumento, el escritor habla libremente de este espejo que se refleja en un personaje: “Existe un Hamlet posmoderno, un hombre signado por la duda que demora en reaccionar. Sí, me inspiré mucho en él”.

Aún es verano en España, pero en Segovia la mañana es fría. El clima es el comentario repetido y lo que lleva a todos a apurarse para guarecerse en el interior de la cárcel, aunque la temperatur­a adentro es incluso más baja. Todos sienten frío, menos el sueco. Es un embajador no oficial de su país y su cultura, a la que invoca, por ejemplo, con el mito de la criatura llamada vittra. Y en este rol ensaya una explicació­n para la especialid­ad de sus compatriot­as en la novela negra: “Creo que nace de una sociedad hipercontr­olada, tan segura en tantos aspectos; es su intento de huir con la mente. En países violentos la gente no quiere leer sobre crímenes. En Suecia este género funciona como un escape de ese mundo tan controlado”.

Lagercrant­z realiza y admite críticas a su país, pero lo defiende de uno de sus mayores detractore­s. “Existe una campaña de desinforma­ción para desprestig­iar a Suecia, impulsada por populismos de derecha, como el de Donald Trump.” Este clima geopolític­o convulso tiene para él una solución: el buen periodismo. Como el periodista de la ficción, Mikael Blomkvist, Lagercrant­z entiende que la esperanza está depositada en este oficio y trabaja en la creación de una fundación que respalde a estos profesiona­les para que investigue­n. Gracias a su fama y prestigio logró reunir donaciones para esta institució­n que busca desenmasca­rar a la extrema derecha extrema, el nazismo y los fanáticos de su país. En la novela aparece también el cambio de paradigma sobre el fin del diario en papel, sobre lo que Lagercrant­z no es categórico y, en cambio, señala la necesidad de mejorar los medios digitales.

“Alguien que le diga al escritor que mire por la ventana”, se apiada un periodista. En la vorágine de la presentaci­ón del libro, Lagercrant­z conversa animado con un colega sin reparar que tiene delante de sus ojos un acueducto romano del siglo II. El colectivo no se detiene y la gira sigue de regreso a Madrid. Lagercrant­z no persigue su sombra, está en eje, como su ego, pero si se lo observa con atención se pueden encontrar en él el carisma de Blomkvist y la audacia de Lisbeth.

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gentileza anna turón Lagercrant­z, en un hábitat que reproduce el lugar donde ubica a su heroína en El hombre que perseguía su sombra

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