La vida no se detiene en una ciudad que aprendió hace tiempo a lidiar con catástrofes
Pese a las escenas de caos, la gente sigue con sus tareas habituales; solidaridad y críticas al gobierno
CIUDAD DE MÉXICO.– Cuando la televisión transmite a públicos lejanos la idea de que la vida se detuvo, en realidad ésta sigue fluyendo. Las familias tienen que dormir en algún sitio, alimentarse, y alguien tiene que mantener la actividad para lograr esos objetivos, los más simples. En Ciudad de México, la gente tiene que salir a trabajar. Si las escuelas están cerradas, el tráfico que bloquea las avenidas a niveles inusuales indica que millones de personas siguen teniendo que movilizarse para alcanzar todo tipo de objetivos. Es lo que entorpece, además, el paso de los servicios de emergencia.
Esta metrópoli conoce de eso, porque las ha vivido mucho peores. Tras los terremotos de 1985 tampoco se detuvo, y el trauma en vidas humanas fue mucho mayor: entre 10.000 y 20.000 muertos, en tanto que ahora la cifra provisional no ha llegado al centenar. En mayo de 2009, el entonces presidente Felipe Calderón quiso darle una lección de responsabilidad al mundo al ordenar la suspensión total de actividades para evitar la expansión de una enfermedad infecciosa, la fiebre porcina, que a fin de cuentas resultó bastante menos peligrosa de lo que se había dicho. Ahí sí se pararon muchas cosas, pequeños negocios quebraron, los sitios públicos lucieron vacíos, los habitantes se vieron unos a otros con temor, pero la necesidad de “sacar el chivo” (conseguir el sustento) los obligó a salir y resolver.
Si no es éste el peor momento de Ciudad de México, tampoco es hoy el lugar más desesperado del país: a pesar de que los quebrantos en la capital de la república han recibido casi todo el interés, la mayor concentración relativa de daños se produjo 130 kilómetros al Sur, en la pequeña ciudad de Jojutla (estado de Morelos), que a su vez se encuentra sólo 45 kilómetros al oeste-noroeste de Axochiapan, epicentro del temblor. Los videos que subieron los habitantes a las redes muestran la confusión de decenas de personas que corren en distintas direcciones con la visión afectada por densas nubes de polvo y sin tener en realidad un lugar seguro donde refugiarse de los bloques de cemento que caen y las ventanas que estallan.
El contraste lo da la capitalina colonia Condesa, barrio bohemio y favorito de los extranjeros y los jóvenes con recursos. En las operaciones de rescate en el edificio de siete pisos derrumbado en la esquina del bulevar Ámsterdam con la calle Laredo, las manos de blanca piel nórdica se unen a las moreno oscuro de los originarios de la sierra. Bloques de cemento son desplazados con eficacia por empleadas de boutiques de moda y por las chicas privilegiadas que son sus clientas. Un modelo alto de aspecto africano obedece las instrucciones precisas de un obrero con casco y chaleco.
Todos son parte de la ola de solidaridad que une a miles en el esfuerzo compartido de salvar cuantas vidas se pueda, de aliviar y restaurarlasposibilidadesdemuchos.
La insuficiencia de los esfuerzos del gobierno significa que muchas de sus responsabilidades reales o percibidassoncubiertasporvoluntarios: improvisar albergues, montar comedores, suplir el servicio de transporte público, liberar las redes de wifi para que los atrapados puedan enviar mensajes, acudir a domicilios con especialistas para hacer valoraciones provisionales de los daños, incluso recolectar brocas para concreto y herramientas especializadas para repartirlas en los sitios donde se requieren instrumentos más complicados.
Por eso, no todos los que llegan son recibidos igual. Se suponía que las autoridades habían aprendido y (tras 32 años a la espera del siguiente terremoto) tenido tiempo suficiente para prepararse, pero de nuevo abundan las demoras y las lagunas, y se acrecienta la molestia con el desempeño del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. “¡A trabajar! ¡Lárgate de aquí!”, e insultos de mayor calibre le gritaron ayer a su secretario de Gobernación (ministro del Interior), Miguel Ángel Osorio Chong, decenas de voluntarios rescatistas en el edificio de las calles Bolívar y Chimalpopoca, obligando al funcionario a marcharse bajo la protección de policías antimotines.
Osorio Chong aspira a suceder a su jefe en la presidencia, y otros de sus cercanos buscan candidaturas en las elecciones de 2018. Por eso llama la atención que la cuenta de Twitter @PcSegob, de Protección Civil, emita pocos mensajes propios y se dedique, sobre todo, a dar retuits de Peña Nieto, de Osorio Chong y de su titular, Luis Felipe Puente, que da de manera personal las informaciones –como las cifras de muertos– que le corresponden a Protección Civil y que medios y ciudadanos necesitan.
“¡Al carajo!”, condenaron los capitalinos. Otra vez, se bastan a sí mismos.