LA NACION

Una liberación rápida de energía que no dejó tiempo para huir

- Federico Grünewald

D esde Chile, el país más sísmico del planeta, los especialis­tas están atentos a los terremotos que azotaron Oaxaca y Ciudad de México. Aunque no descartan completame­nte que los dos movimiento­s estén relacionad­os, prefieren hablar de movimiento­s independie­ntes.

Marco Cisternas, experto en geología de la Universida­d Católica de Valparaíso, dice que “los mecanismos son diferentes” y “ocurrieron en diferentes partes de la zona generadora” de terremotos. “El de ayer ocurrió en el interior de la placa que subducta [Placa de Cocos] y el anterior fue en la zona interplaca [donde hacen contacto la Placa de Codos y la Norteameri­cana]. Teóricamen­te, no debería haber conexión, pero esa distancia cercana en tiempo y el hecho de que estuviera el volcán Popocatépe­tl en actividad desde antes está indicando que había movimiento­s [tectónicos]”.

Sergio Barrientos, director del Centro Sismológic­o Nacional de Chile, explica que los sismos no tienen relación entre sí. “Podríamos entender esa relación de dos maneras: una es por las perturbaci­ones debido a la fractura de la placa, que generan réplicas no más allá de la longitud de la falla, y la otra es por el paso de las ondas sísmicas que se propagan a través de lugares con fluidos y multiplica­n los temblores chicos a mucha distancia. En este caso, ninguno de los mecanismos se ajusta para relacionar los dos terremotos”, cuenta Barrientos.

Cisternas menciona que el terremoto de Ciudad de México es distinto al de hace 32 años, también un 19 de septiembre. El de ahora “fue un terremoto intraplaca pequeño en magnitud, lo que indica que el largo de la parte que se rompió fue pequeño. Es 30 veces más chico que uno magnitud 8. El de 1985 ocurrió frente a la costa de Ciudad de México y, por las condicione­s del suelo, las ondas hicieron que se moviera como una gelatina, porque Ciudad de México fue construida sobre un pantano, sobre sedimentos. Tú golpeas la gelatina, el flan, y queda moviéndose”.

Sergio Barrientos dice que, debido a la composició­n sedimentos­a del suelo, Ciudad de México quedó vibrando y los edificios de entre ocho y doce pisos fueron los que esta vez sufrieron un poco más. Además, explica que este tipo de sismos ocurre en un volumen más pequeño, lo que hace que las estructura­s reciban una mayor descarga de energía una vez que se libera. “Son movimiento­s muy rápidos, no tienen el típico ruido previo que da tiempo para huir. Liberan muy rápido la energía”, explica.

“Es muy difícil con este tipo de terremotos conocer su recurrenci­a. En los interplaca, como en Chile, podemos medir la velocidad de convergenc­ia de las placas y uno puede establecer períodos de recurrenci­a. En el caso de un intraplaca (en el interior de una placa), uno no puede medir la tasa de acumulació­n de energía”, agrega Barrientos.

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