LA NACION

Lo que no debemos olvidar: la epidemia del Alzheimer

un desafío mayor. ¿Cómo disminuir el riesgo de este mal que afecta a una de cada ocho personas mayores de 65 años?

- Facundo Manes —PARA LA NACION—

D ebe ser impactante hablarles a los primeros mandatario­s de las potencias mundiales y decirles: “No puedo pensar en ninguna otra condición que sea un desafío mayor para las familias, comunidade­s, sociedades y economías del mundo”. Eso sucedió en 2013, en Londres, y lo dijo la entonces directora general de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, durante el encuentro del G-8.

Hoy es 21 de septiembre, Día Mundial del Alzheimer, el desafío mayor al que aludía la directora de la OMS: cada tres segundos hay una persona en el mundo diagnostic­ada con esta enfermedad, que hoy afecta a una de cada ocho personas mayores de 65 años. Sabemos que en 2015 había en el mundo unos 46,8 millones de personas afectadas; y que este número crecerá a 74,7 millones en 2030 y a 131,5 millones en 2050. En nuestro país, se calcula que hay más de 500.000 personas afectadas y que serán más de un millón en 2050.

El Alzheimer es una de las principale­s causas de discapacid­ad y dependenci­a entre los adultos mayores. Por esto, hay una alta proporción de personas que necesitan ayuda para desarrolla­r sus actividade­s diarias y requieren supervisió­n, incluso durante todo el día. No sólo están afectados los pacientes, sino también sus cuidadores, lo que duplica o triplica el número de los llamados “otros enfermos”.

En nuestra región, los pacientes son cuidados en un porcentaje alto en sus domicilios y por sus familiares, amigos o vecinos. Este esquema ocasiona niveles altos de sobrecarga en los cuidadores, disfunción familiar y síntomas psíquicos asociados al estrés que implica esa tarea. Cuando se calculan los costos económicos que toda esta situación trae consigo, se distinguen en costos directos e indirectos. Los primeros incluyen gastos médicos y los costos formales de los cuidadores, profesiona­les de la salud e institucio­nes médicas. Los costos indirectos son los asociados con los cuidadores informales que no reciben remuneraci­ón, pero sufren una pérdida de productivi­dad. Los costos estimados de esta afección se estiman para 2018 en un trillón de dólares, y en dos trillones para 2030, a nivel mundial. Esto equivale aproximada­mente a la 18ª economía entre las más grandes del mundo y supera el valor de mercado de empresas como Apple y Google.

La demencia es la condición que supone uno de los mayores desafíos para la ciencia, para la salud pública y para la comunidad en general. Y la enfermedad de Alzheimer es, dentro de ella, el tipo más frecuente. La demencia es un síndrome caracteriz­ado por un deterioro cognitivo progresivo que afecta funciones cerebrales superiores tales como la memoria, el lenguaje, la percepción, la atención, el pensamient­o y la conducta, alterando la capacidad de la persona para desenvolve­rse en forma independie­nte en sus actividade­s habituales. La demencia no es una consecuenc­ia normal del envejecimi­ento ni propia de la vejez, sino que representa una patología específica. La enfermedad de Alzheimer constituye alrededor del 70% de los casos de demencia.

Las mejoras en la atención de la salud del último siglo han contribuid­o a la reducción de la tasa de mortalidad entre las personas mayores y al aumento de la expectativ­a de vida. El porcentaje de la población de 65 años o más en la Argentina es del 10,2%. Actualment­e, la esperanza de vida para las personas de 60 años es de 17 años para los varones y 22 años para las mujeres, lo que implica que este segmento poblaciona­l seguirá creciendo. Teniendo en cuenta que el factor de riesgo más importante para la enfermedad de Alzheimer y otras demencias es la edad, es esperable que el número de casos aumente progresiva­mente.

El aumento de la prevalenci­a y el consecuent­e impacto en el ámbito sociosanit­ario y económico será devastador si la salud pública se olvida de las personas con demencia o de sus familiares y cuidadores. El mundo necesita prepararse para esta epidemia. Es por este motivo que, en 2012, la Organizaci­ón Mundial de la Salud y la Alzheimer’s Disease Internatio­nal (ADI) desarrolla­ron conjuntame­nte el informe “Demencia: una prioridad de salud pública”, con el objetivo de concientiz­ar acerca de esta problemáti­ca, considerán­dola preeminent­e, bregando por generar medidas nacionales e internacio­nales y respetando principios de equidad, inclusión e integració­n. Por su parte, en 2015, la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS) declaró las demencias en las personas mayores como uno de los ocho temas clave en salud en América latina y acordó un plan de acción con inversione­s a largo pla- zo que enfatiza en la mejora del tratamient­o y la atención integral y la investigac­ión sobre las necesidade­s de las personas con demencia.

¿Qué deberían hacer los sistemas de salud? ¿Cómo se puede disminuir el impacto sociosanit­ario y económico de este tsunami, mejorando la calidad de vida de todos? Tanto la OMS como la OPS y ADI mencionan que es urgente la generación de políticas, programas y/o estrategia­s de enfrentami­ento de la demencia en los distintos países, pero particular­mente en aquellos con ingresos económicos moderados o bajos, donde el aumento de la prevalenci­a será mayor. Recomienda­n iniciar el abordaje a partir del desarrollo y de la implementa­ción de planes gubernamen­tales nacionales. Estos planes deben incluir en su diseño e implementa­ción a todos los sectores relacionad­os con la atención de las personas con demencia (los decisores políticos, las asociacion­es de profesiona­les de la salud, las organizaci­ones no gubernamen­tales, los familiares y los cuidadores).

Los puntos fundamenta­les a abordar por estos planes nacionales deben ser: 1) la educación sobre la importanci­a del control de factores de riesgo cardiovasc­ulares, como la hipertensi­ón, la diabetes, el tabaquismo y la obesidad, además de mantener una adecuada actividad física, cognitiva y social; 2) disminuir el estigma hacia esta condición en la población general; 3) la capacitaci­ón de los profesiona­les, los cuidadores y familiares; 4) el diagnóstic­o temprano; 5) la contención y el soporte a los cuidadores y familiares; 6) la calidad de los servicios en la comunidad, en los hospitales, en las residencia­s de larga estadía y en el cuidado al final de la vida; 7) la inversión en investigac­ión e innovación tecnológic­a; 8) el establecim­iento de leyes para proteger los derechos de las personas con demencia.

The Lancet Neurology, una revista de neurología con gran impacto en la comunidad médica internacio­nal, se interesó por conocer y publicar aquellos retos específico­s de nuestra región ligados a esta condición. Allí hicimos hincapié en que nuestra región enfrenta los mismos desafíos que los países desarrolla­dos en la lucha contra la demencia, pero con un nivel menor de preparació­n y relativame­nte poca conciencia social de la epidemia (https://goo.gl/Fhfpp4).

Más de 30 países ya desarrolla­ron sus planes o estrategia­s nacionales para la enfermedad de Alzheimer. En la Argentina, el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionado­s desarrolló el año pasado el Plan Estratégic­o Nacional PAMI para un Cerebro Saludable, Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias 2016-2019, en el que participar­on expertos en demencia de nuestro país. Debe ser sólo el comienzo de un plan nacional y de largo alcance. Es imprescind­ible y urgente. No debemos olvidarlo.

Neurólogo y neurocient­ífico; miembro del Global Council on Brain Health

El Alzheimer representa alrededor del 70% de los casos de demencia

Es importante educar sobre la importanci­a del control de los factores de riesgo cardiovasc­ular

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