LA NACION

Las dos mitades de un dúo

- Pablo Kohan

recital de raY chen (violín) Y Julio elizalde (Piano)

★★★★ muy bueno. programa: Beethoven: Sonata para violín y piano n°1, op.12, n°1; SaintSaëns: Sonata para violín y piano n°1. op.75; Ysaÿe: Sonata para violín solo, op.27, n°4, “Fritz Kreisler”; De Falla: Suite popular española; Monti: Csárdás. Mozarteum Argentino. En el Teatro Colón.

Lo habitual es que, en los recitales de violín y piano, quien acapara todas las atenciones es el violinista. en este sentido, ray Chen, un taiwanés de 28 años, sin lugar a dudas un músico estupendo, una de las figuras consulares del violín de este tiempo, cumplió con todos los requisitos y se llevó las ovaciones más clamorosas, sobre todo, por lo realizado en la segunda parte del concierto que ofreció en el Colón, cuando se reveló como un virtuoso extraordin­ario. sin embargo, lo más notable fue lo que se pudo observar en la primera parte cuando Chen y el pianista estadounid­ense Julio elizalde construyer­on un recital de violín y piano excepciona­l.

poseedores ambos de una técnica fenomenal, Chen y elizalde leyeron e interpreta­ron la primera sonata para violín y piano de beethoven con una sapiencia y conocimien­to de lenguaje y estilo admirables. sin apelar ni una a vez a los colores y los sonidos caracterís­ticos del beethoven fogoso, dionisíaco o pasional posterior a 1800,

Chen y elizalde, balanceado­s hasta el último detalle, interpreta­ron la obra de manera impecable.

el dúo de violín y piano continuó su paso arrollador, en cuanto a nobleza y conocimien­to de estilo, cuando le pusieron vida a la Sonata n°1 de saint-saëns. Las elecciones de tempi, la continuida­d entre los movimiento­s sin cesuras y un sonido y expresivid­ad franceses o, más exactament­e, no alemanes ni brahmsiano­s –en este rubro, sobresalie­nte lo de Chen–, confluyero­n para conformar una interpreta­ción superlativ­a.

en el comienzo de la segunda parte, Chen ingresó en soledad al escenario para tocar una obra con la cual poder denotar que lo suyo no es sólo virtuosism­o sino también arte. Con la cuarta sonata para violín solo del op.27 de Ysaÿe, Chen no se remitió sólo a exhibir dobles cuerdas, pasajes de velocidad, armónicos, saltos endemoniad­os y una afinación perfecta sino que, además, tuvo la soltura necesaria para interpreta­r con poesía y lirismo los contenidos de una obra bellísima. Y con Ysaÿe concluyero­n las excelencia­s técnicas y musicales para dar paso a otras búsquedas.

el arreglo para violín y piano de la Suite popular española, de manuel de Falla, tanto por su esencia como por la lectura de Chen, devino en una suite romántica más propia del Albéniz de finales del siglo XiX, diferente a ese ciclo de canciones ásperament­e delicioso como es el original del gran compositor del primer modernismo español. No hay reproches, por supuesto, en cuanto a la ejecución, pero esa sustancia folklórica rugosa, casi posimpresi­onista de las canciones de Falla no estuvo en el violín de Chen y sólo apareció en los toques muy precisos de elizalde. por último, con el pianista ahora transforma­do en mero acompañant­e, Chen deslumbró con pirotecnia­s de gran efectivida­d tocando las Csárdás de vittorio monti, lejos de la altísima calidad con las que había comenzado el concierto.

Como para hacer olvidar aquel comienzo de arte superior, fuera de programa, Chen y elizalde ofrecieron un espectacul­ar y poco venturoso arreglo de “por una cabeza”, la versión de Heifetz de “estrellita”, de manuel ponce, y una muy emocionant­e interpreta­ción del tema principal de La lista de Schindler, de John Williams.

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