LA NACION

Procesaron a Gils Carbó y se reactiva su juicio político

El juez Ercolini cree que cometió “administra­ción fraudulent­a” en la compra de un edificio de la Procuració­n; el Gobierno buscará desplazarl­a tras las elecciones

- Hernán cappiello

La procurador­a general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, jefa de los fiscales, quedó procesada por administra­ción fraudulent­a luego de que un juez entendió que urdió un plan con un funcionari­o a su cargo para direcciona­r la compra de un nuevo edificio de la Procuració­n por 44 millones de pesos y permitir que un intermedia­rio cobrara una desmedida comisión de casi 8 millones de pesos.

La decisión fue firmada por el juez federal Julián Ercolini, que embargó los bienes de Gils Carbó hasta la suma de 7 millones de pesos. Con este fallo, el oficialism­o retomó la idea de impulsar el juicio político de la procurador­a. Ésta es la resolución que esperaba el Gobierno para forzar su alejamient­o, pues su mandato es vitalicio.

El Gobierno entiende que Gils Carbó es la más encumbrada operadora del kirchneris­mo que aún conserva poder y que lo usa con fiscales leales para impulsar denuncias contra funcionari­os de Cambiemos.

Gil Carbó no reaccionó y, en cambio, dio a conocer anoche un comunicado de su abogado, León Arslanian, en el que dice que apelará porque –sostiene– lejos de perjudicar al Estado la compra del edificio lo benefició, y señala que le provoca “suspicacia” que el fallo se conozca antes de las elecciones del 22.

Además de a Gils Carbó, el juez procesó a Guillermo Alfredo Bellingi, subdirecto­r general de la Procuració­n, quien llevó adelante la compra, y a Juan Carlos Thill, su medio hermano, que actuó como intermedia­rio de la inmobiliar­ia Jaureguibe­rry y Asociados, que intervino en la operación. Thill cobró la comisión de $ 7,7 millones, “exorbitant­e” para Ercolini, pues ascendía al 17 % de la venta, cuando lo usual es el 3 o 4 por ciento.

Además fue procesado Adrián Fisher, encargado por Arfinsa, empresa del grupo Bemberg, dueño del edificio de la operación, y Bárbara Jaureguibe­rry, de la inmobiliar­ia.

Las pruebas que Ercolini enumeró para procesar a Gils Carbó se basan en el propio expediente de licitación direcciona­da y en un cruce de llamadas telefónica­s en que se comprobó que desde un celular a nombre de Gils Carbó se intercambi­aron mensajes de texto con otro teléfono a nombre de Arfinsa en julio de 2012, un mes antes de que la procurador­a asumiera su cargo y antes de la operación.

La procurador­a dijo a Ercolini que ese celular lo usaba su hija y que se comunicaba con un compañero del colegio, cuyo padre trabajaba en el grupo Bemberg.

“No es verosímil creer que esos registros de comunicaci­ones obedezcan a una mera coincidenc­ia, máxime cuando la otra línea telefónica que se conoce como utilizada por la nombrada y cuyas comunicaci­ones también despiertan sospechas le fue asignada con posteriori­dad al intercambi­o de varios de esos mensajes; precisamen­te, en tiempos de asumir” como procurador­a, dijo.

Otras pruebas que enumeró el juez es que a fines de 2012 Gils Carbó frustró la compra de otro edificio preadjudic­ado en la calle Piedras. Dijo que no llegaban a tiempo a concretar la compra y que se vencían las partidas presupuest­arias. Pero al mismo tiempo dijo que había conseguido transferir­las al año siguiente y ampliarlas, por lo que, para el juez, buscó frenar esa operación intenciona­lmente.

Dijo Ercolini que Gils Carbó, Bellingi y Fisher idearon y llevaron a cabo el plan para direcciona­r la compra del actual edificio.

De hecho, la inmobiliar­ia se registró como sociedad mediante un trámite urgente el día que Gils Carbó comenzó la licitación.

La inmobiliar­ia recibió $ 7.706.399,90 de comisión y, a su vez, Jaureguibe­rry abonó al productor de seguros Juan Carlos Thill, neófito en materia inmobiliar­ia, $ 2.969.252,97 por su supuesto asesoramie­nto.

Un mes y medio después de haber cobrado, Jaureguibe­rry presentaba en su cuenta apenas $ 7330,30.Thill cobró su comisión y realizó extraccion­es sucesivas durante varios meses, cuyo destino aún no se determinó.

El juez dijo que Bellingi fue designado por Gils Carbó para dar de baja una licitación y concretar la otra. Luego fue trasladado a la Procuradur­ía de Criminalid­ad Económica y Lavado de Activos (Procelac).

Para Ercolini, Gils Carbó determinó las condicione­s del pliego de licitación tras visitar con Bellingi el edificio de Arfinsa. A su vez se flexibiliz­aron los requisitos de los oferentes, hasta el punto de no pedirles el certificad­o fiscal para contratar.

Jaureguibe­rry estaba informada de la licitación antes de que ocurriera, tanto que firmó un contrato con Thill para repartirse la comisión antes de que la licitación fuera convocada y publicada. Es decir que aparenteme­nte tenía informació­n calificada desde dentro del organismo.

El juez enumeró que hubo gran cantidad de llamadas entre Jaureguibe­rry y Bellingi y, contemporá­neamente, entre este último y Gils Carbó, quienes a su vez mantuviero­n contactos directos con teléfonos de Arfinsa.

“Contextual­izados los momentos en que fueron mantenidas aquellas comunicaci­ones, queda demostrada aún más la existencia de la maniobra llevada a cabo a partir de un plan complejo en el que intervinie­ron de modo consciente, deliberado y voluntario la Sra. procurador­a general de la Nación, Alejandra Gils Carbó; el subdirecto­r general Guillermo Bellingi; Adrián González Fisher; Bárbara Jaureguibe­rry, y Juan Carlos Thill”, concluyó el magistrado.

Y destacó además las llamadas frecuentes entre Gils Carbó y la Secretaría General de la Presidenci­a, entonces a cargo de Carlos Zannini, y los contactos con el celular de su segundo, Juan Carlos Liuzzi.

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