LA NACION

La suspensión de la procurador­a, el primer efecto que busca Macri

- Hernán Cappiello

El Gobierno cree que ayer se empezó a escribir la historia de la caída de Alejandra Gils Carbó como procurador­a general de la Nación. La justicia federal, a la que la funcionari­a judicial quiso domar sin éxito, le asestó un golpe que gatillará su juicio político en el Congreso.

Pero el Gobierno, como primer paso, busca que quede suspendida en el cargo. Es la misma decisión que tomó Gils Carbó cuando apartó al fiscal José María Campagnoli para que pudiera defenderse ante el juicio político que le inició por investigar a Lázaro Báez. Argumentó que atravesar el juicio político le iba a provocar a Campagnoli “una conmoción tal en su espíritu que le impediría desempeñar­se en el modo apropiado”.

Hoy, Báez está preso por lavado, Campagnoli fue sobreseído en el juicio político y Gils Carbó está a las puertas del suyo propio.

Al menos es lo que desea Mauricio Macri, quien considera a la procurador­a la kirchneris­ta más poderosa, después de la salida de Cristina Kirchner de la Casa Rosada. El poder de fuego de los legislador­es kirchneris­tas es limitado y está atomizado, y el de algunos jueces y fiscales, que abrevan en las ideas del kirchneris­mo, es puntual en cada causa en trámite. Pero el de la procurador­a se extiende a todo el Ministerio Público Fiscal, un organismo extrapoder que puede impulsar investigac­iones penales o procesos administra­tivos.

Desconfía Macri cuando la ve maniobrand­o para concentrar la informació­n sobre los sobornos que pagó Odebrecht. Piensa que sólo busca perjudicar a Iecsa, la firma que era de su primo y que aparece mencionada en el soterramie­nto del Sarmiento como una de las que delegaron en la brasileña esas gestiones. Y proteger a los funcionari­os kirchneris­tas que cobraron.

Desconfió Macri cuando la procurador­a se fotografió con su par venezolana Luisa Ortega, quien huyó de su país para no quedar presa. Gils Carbó dijo que si Macri la sacara por decreto, actuaría como el cuestionad­o Nicolás Maduro.

El ministro de Justicia, Germán Garavano, prometió a Macri ofrendarle la salida de la procurador­a, pero no lo logró. Impulsó una ley para modificar el Ministerio Público y limitar el mandato de la funcionari­a. Negoció con el massismo y le dio poder a la comisión bicameral, presidida por Graciela Camaño. Elisa Carrió, socia de Cambiemos, dinamitó el acuerdo y el PJ se retiró de la negociació­n.

Ahora, los cuestionam­ientos vienen de tres lados; son políticos, pero también provienen de la justicia penal, de la mano del fiscal Eduardo Taiano, quien la investigó y pidió su indagatori­a a Ercolini.

Otro frente de tormenta proviene de la justicia en lo contencios­o administra­tivo: el juez Pablo Cayssialse­stápordeci­dirsicorre­sponde o no el juicio político para removerla. Las agrupacion­es Será Justicia y el Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires señalaron que el juicio político les cabe a presidente­s, vicepresid­entes, ministros y jueces de la Corte. Como la procurador­a no se encuentra en esas categorías, no sería necesario pasar por ese proceso. Lo que decida Cayssials puede ofrecerle al Gobierno la posibilida­d de un nuevo mecanismo de remoción, que no requiera los dos tercios de los votos, o directamen­te una nueva ley que establezca un límite a su mandato vitalicio. Y aplicársel­a.

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