LA NACION

Un nuevo desafío para el volante de Boca

El Nº 8 deberá hacerse cargo de la creación de juego de Boca ante la lesión de Fernando Gago; cómo logró controlar sus impulsos

- Pablo Lisotto

Sin proponérse­lo, Pablo Pérez se encuentra frente a una de las grandes oportunida­des de su vida profesiona­l. Desde el domingo, además de ser el capitán de Boca, tendrá la responsabi­lidad de hacerse cargo de la creación de juego del equipo. Más adelante podrá tirar paredes con Edwin Cardona (el colombiano no jugará ante Patronato porque está suspendido), pero el protagonis­mo que ganará Pérez se dará por la prolongada inactivida­d que le espera a Fernando Gago. Así es que Pérez deberá ser el principal eslabón entre la recuperaci­ón de la pelota y la construcci­ón de las jugadas de ataque.

A los 32 años, el rosarino atraviesa uno de los mejores momentos desde que llegó a Boca, en enero de 2015. A fuerza de charlas, apoyo y confianza, aprendió a controlar sus demonios, y en la actualidad ya no se habla de la cantidad de amonestaci­ones que tiene en su haber, sino que se lo destaca como uno de los futbolista­s con mejor visión de juego de la Argentina. No es casualidad que haya sido convocado para la última doble fecha de las eliminator­ias sudamerica­nas, donde a pesar de no haber ingresado, sumó entrenamie­ntos, mates y minutos de experienci­a junto a Lionel Messi y compañía, y está muy bien valorado por Jorge Sampaoli.

El ingreso de Wilmar Barrios al equipo contribuyó directamen­te a este lucimiento del ex Newell’s. Con su despliegue, el colombiano resolvió buena parte de los problemas defensivos que tenía Boca sin él. Con Pérez, Gago y Bentancur en el medio, el estilo ofensivo que pretenden los Mellizos Barros Schelotto no sólo exponía demasiado a la última línea, sino que además lo condenaba al Nº 8 a realizar el

trabajo sucio, a involucrar­se en todos los roces y a ser un abonado al cartón amarillo. Ahora, en cambio, y aunque no elude el roce ni el trabajo de recuperaci­ón, su foco es el de la creación, el de recibir la pelota limpia, exprimir a fondo su panorama y nutrir a los delanteros, ya sea con un pase entre líneas a Benedetto, o uno al vacío, para que Pavón meta quinta y le gane en velocidad a los rivales. Y si no hay espacios, recalcular y buscarlos por otra zona, sin desesperar­se ni regalar el balón.

Esa liberación del “modo marca” le permite a Pablo Pérez pisar con más frecuencia el área, y sumarse como alternativ­a de gol. Los resultados son evidentes. En sus primeros 79 partidos oficiales con Boca había anotado en seis oportunida­des, mientras que en los últimos 8 encuentros señaló cuatro veces (uno a Gimnasia y Tiro de Salta, por la Copa Argentina, otro a Olimpo y dos a Godoy Cruz, por la Superliga).

Hubo un momento clave en toda esta historia, y se dio hace poco más de un año, en agosto de 2016. Una importante oferta formal de independie­nte por sus servicios (2.500.000 dólares) tuvo el visto bueno de la dirigencia, cuyo vaso de paciencia había rebalsado con la expulsión frente a River, a los 10 minutos de juego, en abril de ese año) e hizo dudar al volante, en tiempos de constantes cuestionam­ientos por el mural de tarjetas amarillas.

Pensó en irse, en cambiar de aire. Pero con una frase breve en el momento indicado, Guillermo Barros Schelotto desarticul­ó toda la gestión del club de Avellaneda. “Quiero que te quedes”, le dijo el DT. Pérez jamás olvidó ese gesto de confianza y apoyo. Buscó ayuda en Mara Villoslada, la entonces psicóloga del club, y lo contó en los medios. “Voy a verla para controlar el tema de las tarjetas. Boca no es para cualquiera, es un mundo complicado que hay que saber llevar”, confesó en Fox Sports, donde amplió: “Sirve para descargars­e y poder contar tus problemas, para que te acomoden un poco las ideas. Soy insoportab­le para los árbitros y hablo mucho. Adentro de la cancha a veces te acordás y otras no de lo que hablás con la psicóloga, pero sí se puede controlar y mejorar.”

Aunque Mara ya no forme parte de la entidad de la Ribera, su trabajo rindió frutos en todos los que visitaron su consultori­o. Gracias a la ayuda profesiona­l, y a la fuerza de voluntad de Pérez para revertir algo que lo estaba perjudican­do, el volante redujo considerab­lemente su frecuencia de amonestaci­ones, de una cada dos juegos a una cada cinco, algo que también le aporta tranquilid­ad en el presente.

Según datos de Opta, en el campeonato 2015 el nuevo capitán de Boca recibió 8 amarillas (y dos rojas) en 17 juegos; en el Transición 2016, 5 en 10 (y una expulsión) y en la Libertador­es del año pasado, 4 en 10. En todos los casos el promedio arroja una cartulina amarilla cada dos partidos. En cambio, en el torneo 2016/2017 encadenó 9 amonestaci­ones en 28 encuentros (una cada tres) y en la Superliga lleva apenas una en cinco fechas.

El domingo, en Paraná y frente a Patronato, Pablo Pérez tendrá la posibilida­d de demostrar, y demostrars­e, que puede ser el conductor que precisa Boca, para prolongar su ritmo avasallant­e en la Superliga. Y ese desafío lo encuentra en el mejor momento. En la era de la madurez.

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Prensa boca pérez, gracias a un trabajo con la psicóloga del club, cambió la conducta y ahora recibe menos amonestaci­ones

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