LA NACION

Empresario­s, ante el desafío de adaptarse a la lógica macrista

El BCRA y los industrial­es polemizaro­n por las tasas de los préstamos al sector; Sturzenegg­er pidió que las subas salariales no superen el 12% en 2018

- Francisco Olivera

Los festejos empresaria­les por el fin del populismo, esa espina que el establishm­ent cree haberse sacado después del triunfo en las elecciones, empezaron a apaciguars­e esta semana, con la presentaci­ón del proyecto de reforma impositiva. No porque los hombres de negocios no coincidan en líneas generales con el proyecto, que en muchos casos juzgan propenso a la inversión, sino que se sienten frente a una nueva etapa: con la derrota de Cristina Kirchner se terminó un tiempo político y empieza otro en el que se discutirá algo menos elemental, que es la rentabilid­ad.

Esos trazos empezaron a insinuarse el martes, con la visita del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegg­er, a la sede de la Unión Industrial Argentina, donde volvió a ponerse sobre la mesa lo que Macri había planteado un día antes en su discurso en el CCK: cuánto es lo que cada sector, en este caso los empresario­s, está dispuesto a aportar para la competitiv­idad de la economía y, en algún caso concreto, a ceder en pos de ese objetivo.

Sturzenegg­er, que fue acompañado por los directores Lucas Llach y Demián Reidel, habló del mismo modo en que lo hace siempre, lógica que todo el macrismo parece haber inaugurado después del triunfo electoral: sin esmero por ser políticame­nte correcto. Esa postura quedó clara cuando se adentró en los préstamos que los bancos les dan a las empresas a tasas bajas, un mecanismo que creó el kirchneris­mo y que en la UIA llaman “créditos a la producción”. El jefe del Central los rebautizó en ese almuerzo como “crédito subsidiado”, algo que incomodó a los anfitrione­s, que hicieron silencio.

Miguel Acevedo, que presidía la reunión, y otros presentes como el azucarero Roberto Arano, el fabricante de calzado Alberto Sellaro o José Urtubey, de Celulosa Argentina, plantearon que ese financiami­ento, que representa­n un 18% de los depósitos de los bancos, era en este momento la única opción razonable que tiene el sector manufactur­ero para fondearse. Pero Sturzenegg­er cree casi lo contrario: que esa línea a pérdida lleva a los bancos a recuperar rentabilid­ad en otros productos. Conclusión del funcionari­o: atenta contra la baja de tasas y la oferta de créditos. Condecir, clusión de los industrial­es: se viene el fin de ese instrument­o.

El encuentro incluyó una presentaci­ón de Diego Coatz, economista jefe de la entidad fabril, que expuso la incidencia de las tasas, otro de los desvelos industrial­es. La posición de Sturzenegg­er volvió a ser que el manejo de las tasas no estaba aislado, sino que debía ser considerad­o junto con otras variables, como el tipo de cambio y la evolución de los salarios. Fue entonces cuando les dejó un mensaje que los empresario­s han escuchado otras veces en la Jefatura de Gabinete: es imposible quebrar lo que la Casa Rosada llama “inercia inflaciona­ria” si los empresario­s convalidan paritarias extravagan­tes. O en realidad, sí: subiendo más la tasa y, por lo tanto, generando un costo alto para la producción.

Para el jefe del Banco Central, el umbral de esos aumentos no debería exceder el 12% para el año próximo. “Si nos quedamos en ese nivel tenemos más posibilida­des de relajar la tasa y, por lo tanto, se alivia el tipo de cambio”, transmitió. Pero los industrial­es no están tan convencido­s de que esas atribucion­es dependan de su propia voluntad. Además de los gremios, suelen esas negociacio­nes quedan planteadas bien temprano, desde el verano, con los aumentos a los docentes. “Es imposible dar un 12% si los docentes recibieron en enero un 19%”, se oyó tras el almuerzo, donde se incluyó en esa lista a los próximos aumentos de tarifas.

Cristiano Rattazzi, dueño de FCA, aprovechó los lineamient­os de la reforma tributaria que acababa de escucharle a Acevedo, que venía de encontrars­e con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y dobló la apuesta del jefe del Central: si es cierto que va a haber beneficios para los trabajador­es porque van a bajar las contribuci­ones y la meta inflaciona­ria no supera el 10%, la paritaria no debería superar el 2%. El argumento no convenció al resto de la mesa, acostumbra­da a mirar primero qué es lo que hace el sector público.

La discusión vuelve a ser la misma. Quién hace el ajuste, quién toma las decisiones y qué determina el crecimient­o. Macri viene desde el lunes machacando con que el país despegará de la mano de su sector privado. Para los empresario­s es una lógica nueva. Son muchos años habituados a esperar un desarrollo que por poco bajaba dictado desde la Casa Rosada.

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