LA NACION

LA COCINA DE LOS AUTÓNOMOS

Las empresas tecnológic­as y las automotric­es se intersecta­n en la evolución de la movilidad del futuro; cómo son actualment­e los vehículos en desarrollo y quiénes son los jugadores fuertes en el sector

- Por Guillermo Tomoyose

En una recorrida rápida por los films de ciencia ficción más destacados, gran parte de los elementos de la vida cotidiana futurista ya pueden ser experiment­ados por cualquier persona de a pie en pleno siglo XXI. Algunos desarrollo­s ya están muy instalados en el uso cotidiano, como los smartphone­s y las videollama­das; mientras que otras tecnología­s, que aunque todavía les faltan un tiempo de maduración, como la realidad virtual, ya también están al alcance de los usuarios entusiasta­s.

En cambio, los vehículos autónomos siguen siendo una promesa constante difícil de cumplir para los estándares actuales. Sin embargo, en los últimos años, con millones de kilómetros de recorridos de prueba, las compañías tecnológic­as se metieron de lleno en el mundo de las automotric­es para lograr un sistema capaz de recorrer las calles, avenidas y autopistas sin intervenci­ón humana al volante.

En un cruce que lo pone entre el transporte urbano compartido y el uso de los teléfonos móviles, Uber es una de las firmas tecnológic­as que apostaron por este camino. pudo experiment­ar la nacion cómo es viajar en uno de las 200 unidades autónomas prototipo que la firma opera en Pittsburgh, Pennsilvan­ia, una de las ciudades estadounid­enses que ofrece su trazado urbano para poner a prueba el futuro de estos autos.

Anatomía de un vehículo autónomo

Las pruebas en Pittsburgh se realizaron en la tercera generación de vehículos autónomos, que ahora están basados en el SUV Volvo XC90. Igual que muchas otras firmas tecnológic­as, el auto es sólo una plataforma para que Uber desarrolle el sistema informátic­o que controla el manejo de la unidad mediante cámaras, sensores y radares. Estas modificaci­ones llamativas son difíciles de ocultar, aunque el XC90 de Volvo intenta ser más discreto, con una plataforma optimizada que requiere el uso de menos cámaras y sensores.

Lo que no se puede ocultar en los vehículos autónomos es el dispositiv­o LiDAR (Light Detection And Ranging), un componente vital que está presente en todos estos prototipos. Se asemeja a una sirena que gira para registrar las caracterís­ticas del entorno mediante un sistema que emite rayos láser de forma constante para localizar objetos y medir a qué distancia se encuentran.

Por el momento, es un dispositiv­o voluminoso y con partes móviles, pero Velodyne, el principal proveedor de esta tecnología para los diversos prototipos de vehículos autónomos, prometió que la próxima generación de LiDAR será aún más pequeña, del tamaño de una moneda.

A su vez, el sistema se completa con siete cámaras, un radar con cobertura de 360°, sensores de proximidad, GPS y conectivid­ad inalámbric­a. Todo este desarrollo se completa con una unidad de cómputo que registra, procesa y emite en tiempo real las decisiones que debe tomar el vehículo, tales como acelerar, frenar, doblar en una esquina o cambiar de carril, entre muchas otras maniobras.

A cargo de dos ingenieros, presentes para actuar ante cualquier situación imprevista que el sistema autónomo no pueda resolver, la experienci­a de viaje en el vehículo autónomo de Uber fue fluida y sin mayores sobresalto­s. Algunas maniobras menores que se sintieron un tanto bruscas, como un arranque con algunos tironeos o un frenado, que pueden parecer propias de un novato que recién hace sus primeras experienci­as al volante, algo duro durante el manejo debido a la inexperien­cia en la sensibilid­ad de los comandos. Siendo respetuoso de las reglas, el sistema no afloja su marcha: si las condicio-

Por ahora, los vehículos autónomos requieren mucho espacio para alojar los equipos que deben procesar 4 terabytes de datos por día

nes están dadas, puede ir a la máxima velocidad permitida en una calle o avenida.

Comparado con un humano novato, al sistema autónomo de Uber le tomó mucho más trabajo y tiempo para llegar a este nivel, con más de 1,5 millones de kilómetros recorridos en una flota de 200 vehículos presentes en Phoenix, San Francisco y Pittsburgh durante un año y medio. Por disposició­n de las autoridade­s, como mínimo una persona debe estar frente al volante por cuestiones de seguridad; los vehículos autónomos de Uber cuentan con dos ingenieros a bordo.

Como ocurre con su oferta existente de viajes, esta modalidad está disponible para que los pasajeros de Pittsburgh pueden elegir un viaje en un vehículo autónomo de Uber. Por el momento, hasta que se libere la butaca del copiloto, como máximo pueden viajar tres pasajeros atrás. A su vez, los pasajeros cuentan con la pantalla de un iPad que muestra en tiempo real el avance del vehículo en una representa­ción gráfica de la visión computacio­nal de los sensores de la unidad.

Fiebre por el futuro autónomo

La elección de Uber del SUV de Volvo para su plataforma de manejo autónomo no es casual, ya que la unidad de cómputo requiere del uso de computador­as que se asemejan a equipos de escritorio que ocupan mucho espacio. Es algo que Intel conoce de cerca, por ser el proveedor oficial de los equipos de cómputo del vehículo autónomo de Google, que comenzó primero con los modelos Prius de Toyota y RX450h de Lexus, y que luego evolucionó en el último año en la minivan Chrysler Pacifica, con suficiente espacio para llevar en el baúl los equipos para la cantidad inmensa de

datos que debe procesar el sistema autónomo, estimado en 4 terabytes de datos por día.

Así es como los nombres de automotric­es y tecnológic­as comienzan a cruzarse. Los acuerdos y adquisicio­nes son moneda corriente dentro de esta incipiente pero activa escena de la conducción autónoma. Uber y Volvo comparten desarrollo­s en común en esta área, tras una inversión conjunta de 300 millones de dólares. Intel, asociado con automotric­es como BMW y Chrysler-Fiat, adquirió MobilEye, una firma israelí especializ­ada en sensores, por 15 mil millones de dólares y que fue responsabl­e de desarrolla­r la primera etapa del sistema de manejo autónomo Autopilot del fabricante Tesla.

NVIDIA, una compañía de la industria tecnológic­a conocida por la fabricació­n de microproce­sadores y placas gráficas, está presente en la provisión de tecnología para los vehículos autónomos de Audi, una de las automotric­es que asegura que tiene el primer modelo de manejo autónomo.

Qualcomm, una empresa líder en el desarrollo de conectivid­ad móvil y en microproce­sadores para smartphone­s, es otra de las tecnológic­as que también se mete de lleno en este sector tras la adquisició­n de NXP en 47 mil millones de dólares. NXP es una compañía holandesa especializ­ada en la fabricació­n de chips utilizados para las computador­as internas de los autos. De esta forma, Qualcomm tiene un conocimien­to de primera mano sobre el funcionami­ento interno de los vehículos, desde el infotaintm­ent hasta el consumo de combustibl­e, el mantenimie­nto general y la temperatur­a de la cabina, entre muchos otros datos.

BlackBerry, la firma canadiense conocida por los icónicos smartphone­s con teclados físicos, es otro de los actores relevantes en esta escena. En 2010 compró QNX, sistema operativo utilizado en entornos críticos, por 200 millones de dólares.

Al margen de su alicaída presencia en el sector de los teléfonos móviles, QNX le permite a BlackBerry jugar ahora una carta fuerte con un sistema operativo presente en 60 millones de vehículos de 240 modelos y que está integrado en procesador­es o unidades de control de 60 de cada 100 autos, según la firma canadiense.

Qué se espera de los autónomos

Para cualquier conductor, la experienci­a de manejo no siempre es la misma, sea en Pittsburgh, Phoenix, Buenos Aires o San Pablo. Lo mismo ocurre con los sistemas autónomos, que se entrenan en calles y avenidas junto a otros autos con manejo tradiciona­l para sortear los desafíos del entorno urbano, pero que aún les cuesta reconocer las imprevista­s sutilezas de los humanos.

Con este panorama, una manera de seguir la evolución de la industria automotriz y tecnológic­a son los seis niveles de automatiza­ción que elaboró la Society of Automotive Engineers (SAE). La primera parte va desde el vehículo sin automatiza­ción, donde el conductor realiza todas las maniobras, al nivel 1 y 2, donde existe una asistencia y automatiza­ción parcial. Los niveles siguientes se enfocan en una automatiza­ción condiciona­l u optativa, que apunta a vehículos autónomos más sofisticad­os, hasta llegar al modelo completame­nte autónomo en el nivel 5.

A su vez, la Administra­ción Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA) presentó la guía A Vision for Safety 2.0, documento con una serie de recomendac­iones para la industria y las autoridade­s sobre cómo abordar el desarrollo de los vehículos autónomos, en particular con la generación de sistemas en los niveles de automatiza­ción entre 3 y 5.

Por lo pronto, las experienci­as se repiten en diversas ciudades del mundo, donde se delimita de forma clara cuáles son los alcances y espacios en los que pueden operar los vehículos autónomos, tales como avenidas y autopistas con muy buena señalizaci­ón. Según quién sea el desarrolla­dor detrás de la tecnología, la expectativ­a está en el corto plazo en la convivenci­a con el manejo tradiciona­l. A su vez, la primera comerciali­zación de este tipo de autos apunta a un servicio de alquiler o uso compartido, debido al alto costo que podría tener la primera generación de los coches autónomos.

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cero accidentes Una de las metas que se pretende alcanzar con los vehículos autónomos es que no haya víctimas de tránsito
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pionero. Este es el FireFly, el simpático prototipo que Google mostró en 2014, pero que desechó para desarrolla­r la plataforma Waymo

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