LA NACION

Credibilid­ad política, el arma esencial que le falta al presidente

- Ian Bremmer PARA LA NACION Traducción de Jaime Arrambide

D onald Trump inició una gira por Asia que es de vital importanci­a para la política exterior norteameri­cana por tres razones.

El viaje le dará al presidente una nueva oportunida­d de encontrars­e con su par chino, Xi Jinping, y dejar establecid­as cuáles son las expectativ­as de Estados Unidos en cuanto al futuro de la relación bilateral entre los dos países más poderosos del mundo. También tendrá la posibilida­d de impulsar su propia agenda comercial y de inversión en la región.

Finalmente, el viaje le ofrecerá a Trump la chance de trabajar en directo con los líderes de la región para presionar al gobierno de Corea del Norte y enviar una señal inconfundi­ble de que Estados Unidos tiene la intención de mantener una presencia contundent­e en el este y el sudeste asiáticos.

Lamentable­mente para Trump, carece tanto en su país como en el exterior de la credibilid­ad política necesaria para cumplir cualquiera de esos objetivos.

Durante sus tres días de visita en China, el presidente intentará nuevamente convencer a Xi de usar el peso que tiene China sobre Corea del Norte para que el régimen de Kim Jong-un abandone su discurso beligerant­e y sus continuas amenazas militares.

Trump argumentar­á que al ser el principal proveedor de petróleo, alimentos y fondos de los norcoreano­s, China es el único país que puede forzar a Kim a modificar su rumbo. A cambio de esa cooperació­n, Trump ofrecerá nuevamente una mejora en las relaciones comerciale­s chino-norteameri­canas y le advertirá a Xi que si se desata una guerra abierta en la Península de Corea, China tiene mucho más que perder que Estados Unidos.

En Japón y Corea del Sur, Trump intentará tranquiliz­ar a sus aliados con la garantía de que la Casa Blanca es capaz de neutraliza­r la amenaza que representa Corea del Norte para su seguridad.

En Japón, Vietnam y las Filipinas, Trump tratará de convencer a sus respectivo­s mandatario­s de que Washington sigue comprometi­do con sus relaciones comerciale­s y sus inversione­s en la región, a pesar de su decisión de retirar a Estados Unidos del histórico tratado de comercio regional conocido como Acuerdo Transpacíf­ico (TPP, por sus siglas en inglés). El presidente seguirá presionand­o al primer ministro japonés, Shinzo Abe, para trabajar en pos de un nuevo acuerdo comercial entre sus países, por más que Abe intenta sacar adelante el TPP sin Estados Unidos.

Trump también procurará asegurarle­s a Abe, al surcoreano Moon Jae-in y a los líderes con los que se encontrará en la cumbre del Foro de Cooperació­n Económica Asia-Pacífico en Vietnam y en la reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que Estados Unidos sigue comprometi­do con servir de contrapeso a la expansión de la influencia de China en toda la región. Trump fracasará en todos esos intentos.

La visita a Japón saldrá bien, porque Trump y Abe cimentaron una fuerte relación personal, pero sus intereses, en especial los comerciale­s, son demasiado divergente­s como para que cualquier avance que se logre en la reunión siga en pie luego de la visita. Y todos los líderes con los que se encontrará el norteameri­cano saben que Trump aún es impopular en Estados Unidos, que está en franca disputa con un porcentaje significat­ivo de los legislador­es de su propio partido y que demostró escasa o nula capacidad o voluntad de trabajar con los legislador­es de la oposición para construir consenso sobre las políticas de las que justamente depende una exitosa política exterior.

Impacto

Los mandatario­s asiáticos también saben que la investigac­ión de Robert Muellen sobre la posible connivenci­a entre el equipo de campaña presidenci­al de Trump y el gobierno de Rusia apenas empezó a generarles distraccio­nes al presidente y sus allegados, y que en poco tiempo más Trump podría contar con aún menos capital político que ahora.

También saben que las elecciones legislativ­as de 2018 en Estados Unidos empujarán aún más a Trump a volcarse a la estrategia política en desmedro de su programa de medidas y que el mensaje del norteameri­cano será todavía menos coherente, en especial respecto de China, si cree que eso ayudará a su partido a cosechar más votos.

Los líderes asiáticos también ven que el presidente norteameri­cano se está debilitand­o políticame­nte en un momento de histórica fortaleza y seguridad de Xi. En efecto, el líder chino logró usar el reciente XIX Congreso del Partido Comunista de China para apuntalar su liderazgo con aliados políticos confiables, que no sólo adhieren a su agenda de reformas internas, sino también a la figura personal del presidente.

La inclusión formal de los principios de gobierno de Xi a la Constituci­ón china confirma que tiene un control casi absoluto de la agenda política de su país. La reticencia de Xi a designar sucesor deja entrever que el presidente podría permanecer en el poder más allá de su segundo mandato de cinco años y que incluso después de optar por entregar el poder formalment­e su influencia seguiría siendo formidable.

Esa disparidad de fuerzas entre el presidente chino y el norteameri­cano no podría ser más clara, y todos y cada uno de los gobiernos del este y sudeste asiáticos tendrán en cuenta esa realidad a la hora de planificar sus relaciones con ambas potencias… mucho después de que la gira de Trump por Asia haya concluido.

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