Defensor de los excluidos y un hábil conciliador
Uno de los rostros visibles de Cáritas, en un período en el que la pobreza se disparó en el país, en sintonía con los desajustes de la inflación, el obispo de San Isidro, Oscar Vicente Ojea, está habituado a dar batalla al escándalo de la pobreza y a situaciones extremas de exclusión social. Esa misión pastoral anima al nuevo presidente del Episcopado, que tiene estrechas afinidades con Francisco, a quien acompañó como obispo auxiliar de Buenos Aires entre 2006 y 2009.
Se trata de un obispo muy atento a los conflictos sociales. En julio pasado, tras un operativo policial que desalojó a trabajadores que habían ocupado la planta de PepsiCo, en Vicente López, rechazó “el uso de la violencia en cualquier circunstancia como un medio para la resolución de los conflictos”.
Firme en sus convicciones, se le reconoce capacidad de diálogo y habilidad para evitar situaciones de conflicto. En los últimos años participó activamente de encuentros periódicos de obispos de la región bonaerense con el gobierno provincial, tanto en la gestión de Daniel Scioli como en la de María Eugenia Vidal.
Ojea sucedió en San Isidro a Jorge Casaretto y enfrentó fuertes desafíos, en una diócesis sacudida por casos de pedofilia. No dudó en separar a varios curas acusados y promueve el acercamiento de la Iglesia con las víctimas y sus familiares.