LA NACION

Esteban D’Apice. El adiós al periodista de los corrales

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“Mientras el Barba nos dé fuerza, seguiremos firmes hablando de las vaquitas”, decía a menudo Esteban D’ A pi ce para despejar cualquier duda que los demás pudieran tener sobre su intención de desafiar el calendario y de seguir junto a sus dos pasiones: el periodismo y los avatares del Mercado de Liniers, un espacio del barrio de Mataderos que recorrió de a pie y a caballo como muy pocos otros en los 67 años en que fue cronista de

en ese mercado. Y así fue. Estebanfal­leció el domingo, a los 85 años, la nacion un día después de firmar su última columna para el suplemento Campo.

“Me acollé al Mercado de Hacienda y no me moví más. Ahí me afirmé. Tuve gran apoyo de los consignata­rios de aquella época”, dijo Esteban en junio de 2010, en ocasión de celebrar los 60 años de tarea en el diario. Su trabajo en fue un legado la nacion de su padre, que tuvo a su cargo la cobertura del Mercado de Hacienda para el diario entre 1912 y 1949. Con 18 años, ingresó en el 1º de junio la nacion de 1950 como aspirante a reportero, pocos meses después de egresar del Colegio Nacional Mariano Moreno.

De aquellos años en la nacion, Esteban atesoraba “el privilegio de ser integrante de la Redacción con un director como el padre del actual, Bartolomé Mitre, y de compartir ruedas de café con monstruos literarios como Mallea o Mujica Lainez”.

Con igual profesiona­lismo, Esteban acompañó los altibajos del Mercado de Hacienda y siempre hizo del trabajo un placer, más que una carga, incluso cuando debía declinar la invitación de los consignata­rios a hacer un alto en su tarea para compartir un asado y un vaso de vino. “Gracias muchachos, pero debo cumplir con la entrega del material al diario”, se disculpaba el oriundo del barrio de Flores, con la cortesía propia del hombre de campo adentro.

Pero más allá del trabajo, la familia y los afectos eran para Esteban su mayor fortaleza. Tras cinco años de noviazgo, 62 años atrás contrajo matrimonio con Coca, su compañera de vida. Con ella tuvieron tres hijos, Florencia, Valeria y Diego. “No hay tiempo mejor invertido que el pasado junto a la familia”, contaba con frecuencia para expresar lo mucho que disfrutaba cada encuentro compartido, más aún tras la llegada de Milagros y de Francisco, sus nietos, con quienes volvió a ser un poco niño.

En los últimos años, en los que la salud lo puso varias veces a prueba, contó con la asistencia de Eugenia, su sobrina, hija de Oscar D’Apice, su hermano fallecido en 2005 y con quien también compartía la pasión por el mercado ganadero. Con ella formaron un equipo que conjugó la experienci­a y las nuevas herramient­as de estadístic­a para ofrecer al lector la mejor informació­n.

Reconocido por los colegas que transmiten a diario la informació­n del Mercado de Liniers como “el Maestro”, Esteban fue compañero y formador, siempre dispuesto a compartir conocimien­tos y experienci­as, sin mezquindad­es ni recelos. Hoy, todos lo despiden con el afecto que distingue a quienes no pasan en vano por la vida, sino que dejan marca en aquellos que lo rodean.

Su mujer, sus hijos, sus nietos y el resto de la familia; sus amigos; sus colegas, y sus lectores lamentan la pérdida del hombre, pero atesoran la gratitud por haber formado parte de su vida. Con ellos, hoy la nacion despide al periodista que dignificó la profesión y eleva una plegaria por su memoria y por el bienestar de su familia. Hasta siempre, Esteban.

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