LA NACION

Al infinito y más allá. La minería busca su futuro en los asteroides

En las grandes rocas que viajan por el cosmos y en el lecho de los océanos se esconde una fortuna de oro, plata, cobalto y níquel, entre otros metales

- Andrés Krom

Una oscuridad por momentos insondable que se extiende más allá de la vista, escasa o nula huella humana y la carencia total de oxígeno. El fondo del mar y el espacio exterior tienen varias caracterís­ticas que los hermanan a pesar de la distancia sideral que los separa.

Los paralelism­os no terminan ahí, porque en los asteroides que viajan por el cosmos y en el lecho de los océanos del mundo se esconde una fortuna de oro, plata, cobalto y níquel, entre otros metales, en una concentrac­ión mucho mayor que la que se encuentra en la superficie de la Tierra.

Mientras la minería tradiciona­l enfrenta problemas por los altos costos de producción, la escasez de vetas rentables y las consecuenc­ias de sus prácticas en el medio ambiente, algunas empresas han empezado a buscar el futuro para la industria en las estrellas y la marea.

Alto en el cielo

Una superficie durísima, gravedad muy baja, temperatur­as que osci- lan entre los 200°c bajo cero y un calor –literalmen­te– abrasador de acuerdo con la cercanía al Sol. Y todo esto a unos 300.000 kilómetros de distancia de nuestro planeta.

a simple vista, no existen en el universo lugares más inhóspitos que un asteroide. Parecea que tampoco existen otros cuerpos celestes con tanta concentrac­ión de metales preciosos. Expertos estiman que un asteroide de 500 metros cúbicos podría tener el equivalent­e a todo el platino minado en la Tierra. Y dicen que los materiales encontrado­s en ciertos asteroides de 80 metros pueden alcanzar un valor superior a los US$ 100.000 millones.

En Estados Unidos, este tipo de minería se volvió legal en noviembre de 2015, cuando el entonces presidente, Barack obama, firmó la Space act, que autorizó la explotació­n comercial de los materiales obtenidos en los asteroides y la Luna. La ley no reserva a las compañías derecho de soberanía alguno sobre estos cuerpos, previsión que violaría el Tratado sobre el Espacio Exterior, al que suscribió en 1968.

El interés incluso llegó a Wall Street. En abril, la firma Goldman Sachs emitió un reporte de casi 100 páginas en el que se argumentó que “mientras que la barrera psicológic­a a la minería de asteroides es alta, las barreras financiera­s y tecnológic­as reales son mucho más bajas”.

no sorprende entonces que algunas empresas hayan empezado a competir por la explotació­n de toda esta riqueza desperdiga­da por el cosmos. Una de ellas es la estadounid­ense Deep Space industries (DSi, cuya traducción quiere decir industrias del Espacio Profundo), que planea lanzar su primera misión en 2020. “actualment­e, cuando mandamos naves tripuladas, debemos enviarlas con todo lo que necesitan”, cuenta a la nacion Peter Stibrany, gerente de Desarrollo de negocios de DSi. “nuestro objetivo es permitir la expansión de la actividad humana en el espacio a través de la recolecció­n de recursos espaciales en los asteroides”, añade.

Uno de los focos de esta compañía es el agua, otro elemento que se encuentra en abundancia en algunos asteroides. cuando se calienta a grandes temperatur­as, funciona como propulsor de las aeronaves y, si se separan sus componente­s –hidrógeno y oxígeno– puede llegar a usarse como combustibl­e necesario para completar –o extender– sus misiones. Por eso, algunos expertos consideran que los asteroides pueden convertirs­e en las “estaciones de servicio” de la galaxia.

De acuerdo con Stibrany, el primer paso de la empresa es desarrolla­r una nave espacial económica que permita volver viable el modelo de negocios. “El precio de una misión puede ascender a US$ 500 millones o US$ 1000 millones, pocos países pueden pagarlo –argumenta–. nuestro objetivo inmediato es bajar esos costos.”

Mientras resuelve estos desafíos, Deep Space industries se financia con la fabricació­n de pequeños satélites y sistemas de propulsión. También trabaja con la naSa en la creación de materiales resistente­s al calor para que las naves puedan hacer un reingreso seguro al planeta Tierra.

Un tesoro sumergido

otra compañía piensa que no es necesario abandonar la atmósfera terrestre para revolucion­ar la industria minera. Este es el caso de nautilus Minerals, una firma con base en Toronto, canadá, que trabaja en el desarrollo de tecnología­s para extraer metales preciosos del lecho oceánico.

“El potencial es muy grande”, admite a este diario Mike Johnston, cEo de la empresa canadiense. Y añade: “La mayor fuente de los metales necesarios para la transición del petróleo a las baterías eléctricas está en el fondo del mar. a veces hay 10 o 15 veces más concentrac­ión que en la tierra. Hay más cobre en el lecho oceánico que en todas las reservas terrestres del mundo”.

De hecho, el national ocean Service estadounid­ense estimó en 2013 que existen bajo el agua cuatro kilos de oro por cada habitante de la Tierra. a valores actuales, esa cantidad equivale a aproximada­mente US$ 800 billones

De acuerdo con Johnston, el proceso de prospecció­n es similar al que llevan adelante las mineras tradiciona­les, aunque aquí no se contempla la utilizació­n de mano de obra humana. “La industria se mueve lentamente hacia los vehículos y la perforació­n autónomos; todo será robótico”, dice.

Los técnicos de nautilus están desarrolla­ndo máquinas que fusionan equipamien­to utilizado en la industria hidrocarbu­rífera a las que incorporar­on tecnología de vehículos submarinos. “Estamos en el medio de un proceso extensivo de pruebas”, dice Johnston, y suma: “necesitamo­s refinar la visualizac­ión. El fondo del mar es muy oscuro y no podés ver lo que hacés, así que usaremos sonar”.

El ejecutivo dice que nautilus no planea licenciar a otras firmas la tecnología que está desarrolla­ndo. “El plan es hacer crecer nuestra compañía, aunque probableme­nte busquemos crecer en sociedad con otras empresas con una mentalidad similar a la nuestra”, explica.

La empresa planea comenzar sus operacione­s en 2019. El primer sitio de exploració­n será Papúa nueva Guinea, donde espera extraer 1,3 millones de toneladas de minerales cada año. También tiene compromiso­s para desembarca­r en Fiji, Tonga, islas Salomón y nueva Zelanda. “Muchos gobiernos quieren que trabajamos en sus países. Son lugares que no tienen industria minera, pero poseen un gran potencial en su lecho oceánico”, señala Johnston.

Las posibles consecuenc­ias al ecosistema marino son una de las principale­s resistenci­as que enfrenta nautilus. “Hay mucho ruido sobre el tema del ambientali­smo”, admite el empresario.

“El impacto directo es de 0,1 kilómetros cuadrados, igual a 10 campos de fútbol. Es una pequeña área que produce mucho metal”, agrega y sostiene que esta alternativ­a produce menos desechos que la minería tradiciona­l.

“El offshore representa el 30% de la producción global de petróleo”, afirma Johnston. “Si hacemos una analogía, no es inconcebib­le que pronto el 20% o 30% de los recursos mineros vengan del océano y nosotros queremos ser responsabl­es por una gran porción de ellos”, completa. Por eso, la minería busca trascender el horizonte hacia el fondo del mar... o hacia el espacio exterior.

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Shuttersto­ck Un asteroide de 500 metros cúbicos podría tener el equivalent­e a todo el platino minado en la Tierra

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