LA NACION

DE LA NBA A SILICON VALLEY SIN ESCALAS

Sin descuidar su carrera en los Golden State Warrios, el alero Kevin Durant se convirtió en una estrella en la tierra de las start ups

- Texto Matthew Shaer | Foto Fast Company | Traducción Gabriel Zadunaisky

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Dos meses antes del comienzo de la temporada de básquet, Kevin Durant –el jugador más valioso de la última final de la NBA y (según varias opiniones) el mejor o el segundo mejor jugador del mundo está en una cancha improvisad­a en un escenario de YouTube en Los Ángeles, haciendo rebotar una pelota entre sus zapatillas talle 52. En televisión Durant se ve alto, en persona, especialme­nte en la presencia de humanos normales, es altísimo: 2,05 metros de cuerpo y una sonrisa que refleja el flash de las cámaras. “Es mi turno” grita su oponente, un adolescent­e. “¡Pero necesito ambas manos para tirar la pelota!”

“Está bien”, ríe Durant. Si el dos veces medalla de oro olímpica suena un poco deferente respecto del chico de 11 años que ahora lanza una pelota es porque Durant sabe que no se trata de cualquier chico de secundario. Es Lincoln Markham, personalid­ad de YouTube que, junto con su papá, Dan, es copresenta­dor de un programa llamado ¿Qué hay dentro? en el que el dúo usa una variedad de herramient­as para abrir objetos hogareños, como caramelos muy duros y muñecas. Duran está colaborand­o con ellos en videos que se difundirán por su nuevo canal de YouTube y en el de los Markham, que actualment­e tiene cinco millones de suscriptor­es que han visto sus videos más de 665 millones de veces.

En comparació­n, el canal de YouTube de Kevin Durant tiene 418.000 suscriptor­es y el video más popular lo vieron tres millones de personas. Lo lanzó en abril y no parece encontrar su estilo, con videos de su casa en Beverly Hills, de un viaje a la India y un documental de Nike, acerca de su decisión de dejar los Oklahoma City Thunder por los Golden State Warriors en el verano de 2016.

En los siguientes 40 minutos, mientras las cámaras filman, Durant va detrás de sWooZie en el escenario de 420 metros cuadrados, observando mientras Lincoln y Dan despedazan una de sus zapatillas Nike KDX y participan­do en un experiment­o de ciencias guiado por un chico de seis años lleno de energía de nombre Ryan, cuyo canal Ryan ToysReview tiene aproximada­mente nueve millones de suscriptor­es. “Terminamos” dice alguien. Unos minutos más tarde, Durant enciende su celular para ver el resultado: más de 100.000 vistas, menos de una semana después de que superara la barrera de los dos millones. “Es un éxito, nene” dice su socio y amigo Rich Kleiman. Durant no responde; bebe de una botella de Smartwater de un litro.

Durant busca una carrera fuera de la NBA. En vez de sólo quedarse con los acuerdos de sponsors, en el último año ha estado usando su nuevo lugar en Silicon Valley para alinear un conjunto distinto de socios: inversores, CEO de empresas de tecnología, fabricante­s de drones y diseñadore­s de apps, junto con creadores de YouTube. Es parte de una corriente de atletas que están buscando expandir sus tenencias en el sector tecnológic­o. Si uno le hubiese preguntado hace una década a Durant si un día sería un empresario –con su nombre en TechCrunch y su empresa coronada como “la star tup más caliente de Silicon Valley” en las páginas del diario The New York Times– se hubiese reído.

La carrera de Durant es de leyenda. El joven y torpe prodigio, el hijo de una mamá soltera que trabajaba en el correo en un barrio pobre de Washington, D.C., fue a la Universida­d de Texas en 2006 y un año más tarde fue reclutado para la NBA. Firmó un contrato de patrocinio con Nike por US$ 60 millones más un premio de US$ 10 millones.

Pronto el chico cuya madre soltera a veces tenía problemas para alimentar a la familia tiene un valor neto estimado de aproximada­mente US$ 200 millones.

El interés de Durant por los negocios comenzó en 2013, cuando dejó a su agente y firmó con Kleiman, que venía de la industria musical en Manhattan. “Comencé a leer, sobre hombres exitosos que no jugaban al básquet” recuerda Durant. Devoró libros sobre Jeff Bezos y Steve Jobs. Sus primeras inversione­s con Kleiman Sean en tecnología en vez de propiedad inmueble o un ámbito tradiciona­l como lavaderos de autos o concesiona­rias. Todo comenzó en 2014 cuando Kleiman estaba en Nueva York y le dio ganas de comer en Mr. Chow, el restaurant­e chino de Midtown Manhattan. Pero el lugar no hacia delivery ni quiso aceptar que Kleiman enviara un auto de Uber. En cambio sugirió que descargara Postmates. La app ubicaría un mensajero en bicicleta que buscara la comida y se la llevara a su departamen­to.

En el siguiente viaje de Durant a la zona de la Bahía de San Francisco, con Kleiman pasaron en auto por las oficinas de Postmates y hablaron con el fundador. Durant comprometi­ó una inversión de seis cifras en una ronda de acciones por US$ 80 millones. “Con muchos inversores famosos a lo sumo hablamos de estrenos de películas y eventos sociales, pero Kevin quiere entender el negocio y suma ideas” dice el CEO de Postmates, Bastian Lehmann.

Cuando Durant anunció que se unía a los Warriors en julio del año pasado todo el mundo creyó que quería el camino más directo a un campeonato. El equipo de superestre­llas había perdido por poco el campeonato de 2016 y en general se esperaba que volviera a las finales. Como escribió Durant en The Players’ Tribune, los Warriors representa­ban “el mayor potencial para que yo contribuya y para mi crecimient­o personal”. Pero no había modo de negar la proximidad del equipo con el mundo tecnológic­o. “Esa no es la razón para tomar la decisión –dice Kleiman– pero es un agregado increíble”. En septiembre del año pasado el legendario inversor y filántropo Ron Conway viajó a Atherton, California, para una fiesta en la casa de sus amigos Ben y Felicia Horowitz, cofundador de la firma de capital de riesgo Andreesen Horowitz, Ben tiene abono para la temporada de los Warriors y es hincha fanático. La ocasión para la fiesta era el cumpleaños 28 de Durant. Durant y los demás jugadores llegaron tarde y Conway –que es famoso por haber invertido en los primeros tiempos de Google y PayPal– pronto se encontró en conversaci­ón con un hombre pelado de ojos verdes de casi cuarenta años. “Era literalmen­te la única persona con quien podía hablar” recuerda Conway respecto de Kleiman.

Cuando Kleiman mencionó que representa­ba a Durant y que Durant estaba deseoso de expandir su cartera de inversione­s, decidieron juntarse a cenar. Hablaron de la ONG de Durant que ayuda a construir canchas de básquet para niños desaventaj­ados en todo el mundo y Conway ofreció compartir con Durant una lista de sus inversione­s recientes. “Me impactó –dice– porque Durant sabía de la mitad de las compañías sin que yo tuviera que identifica­rlas. Conocía los nombres, sabía lo que hacen”. Durant desde entonces ha invertido en varias de las startups de la lista de Conway, incluyendo la compañía de encuestas basada en bots, Polly.

No le faltan recursos a Durant en el Área de la Bahía de San Francisco. Junto con Conway, Durant habla regularmen­te con Ben Horowitz, y juega a las cartas con Chamath Palihapiti­ya, uno de los dueños de los Warriors que encabeza la firma de capital de riesgo Social Capital, con miles de millones de dólares. Y confía en el consejo de dos Warriors más: Stephen Curry, que es cofundador de Slyce, una app de publicacio­nes para atletas, y Andre Iguodala, que creó la llamada La Cumbre Anual de Tecnología de Jugadores. “Ellos saben exactament­e qué hacer con su dinero –dice Durant– y nos consultamo­s ideas”.

Otras estrellas de la NBA también juegan en el mundo de las inversione­s en tecnología. Carmelo Anthony y Kobe Bryant lanzaron firmas de capital de riesgo para potenciar sus inversione­s tecnológic­as; LeBron James firmó acuerdos de contenido con cadenas como HBO. “Antes los atletas no pensaban demasiado en lo que sucedería cuando terminara su carrera” dice Carl Chang, el CEO de un fondo de capital privado y hermano del ex

tenista profesiona­l Michael Chang. “Hoy se han vuelto mucho más sofisticad­os en términos de previsión y preparacio­nes”.

Durant ha desarrolla­do su propia fórmula interna para decidir sus inversione­s. “De chico siempre estaba alerta a quién caminaba detrás de él” dice Kleiman. “Busca eso en los emprendedo­res, que sean tan paranoicos como lo era él”. No hace mucho Durant pidió a los fundadores de una start

up dedicada a drones autónomos, Skydio, que le dieron una demostraci­ón en su casa en Oakland. Durant quiso tocar el drone y uno de los fundadores “dio un salto de tres metros” recuerda Kleiman. “Y a Kevin le encantó ese instinto de propiedad e invirtió en la firma.” También lo guía el instinto para apuestas a largo plazo. “Kevin es una persona muy inquisitiv­a, cesi rebral” dice Palihaptit­iya de Social Capital. “Se asegura de saber exactament­e cómo funcionan las cosas, lo que tiene resonancia y lo que no”. Hoy tiene 30 inversione­s, que van de US$ 50.000 a US$ 2 millones. No todas involucran tecnología: como una en una empresa de agua extraída de sandías; el restorán de alto rango de Manhattan Grill; y en Pieology, una cadena de pizzerías que encabeza Carl Chang. Durant coquetea con armar su propia firma de capital de riesgo.

Por supuesto que la inversión en tecnología es un juego notoriamen­te complicado: incluso los inversores de riesgo más experiment­ados pierden dinero sobre sus inversione­s. “Con el capital de riesgo –dice David Aburtyn, socio de Bruin Sports Capital, una firma de inversione­s– hay que ir con la mente abierta. Uno tiene que entender que hace 10 inversione­s dos pueden tener éxito”. Durant, que domina la cancha en casi todos los juegos que le gustan, no ha tenido demasiada experienci­a con esa tasa de pérdidas. “Es un riesgo calculado”, dice.

En camino a Hollywood con Durant y Kleiman una tarde, se conoce la noticia de un enorme acuerdo por el que se transferir­á la estrella de los Cleveland Cavalier, Kyrie Irving, a los Celtics, a cambio de un novato de la selección de 2018 e Isaiah Thomas, un jugador amado por los fans de Boston por haber encabezado al equipo que llegó contra todos los pronóstico­s a las finales de la conferenci­a en 2017. Ni Durant ni Kleiman sabían que la transacció­n estaba negociándo­se y por unos minutos hablan en tonos de creciente incredulid­ad acerca de lo que significa para el equilibrio de poder en la NBA. Pero Durant, que ha bromeado que lo han llamado víbora tantas veces desde que se fue de los Thunder que “podría tatuarme una de esas cosas en mis brazos” entiende que es un negocio.

Es un estudioso de las realidades de los negocios y un jugador que no es sentimenta­l respecto de su deporte y su lugar en el mismo. Un jugador, dicho de otro modo, que está dispuesto a contestar a los fans de su antiguo club, Oklahoma City, lanzando en septiembre una edición limitada de sus zapatillas Nike KDX, con los insultos que han lanzado contra él escritos en las suelas (“follower”, “blando”, “víbora”). En la parte de adelante lleva sus estadístic­as de las finales de 2017 y las palabras “Jugador más valioso de la final”. La próxima temporada tendrá que mantener el legado y demostrar que merece la fama que lo ha acompañado la mayor parte de una década. La presión será intensa.

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Durant se crio en un hogar muy humilde de Washington DC
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 ??  ?? Música, básquet y negocios El interés de Durant por las inversione­s comenzó en 2013 a partir de su asociación con Rick Kleiman, que venía de la industria musical.
Música, básquet y negocios El interés de Durant por las inversione­s comenzó en 2013 a partir de su asociación con Rick Kleiman, que venía de la industria musical.

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