LA NACION

El sushi argentino compite de visitante en Miami

- Olivia Goldschmid­t

Dos meses antes de la crisis de 2001, un grupo de cuatro socios decidió arrancar un pequeño boliche de gastronomí­a extranjera. Entre cacerolazo­s, saqueos, y el ex presidente De La Rúa escapándos­e en helicópter­o de la Casa Rosada abrió las puertas el primer SushiClub. Un contexto adverso es una buena receta para crear emprendedo­res hábiles.

“Muchos restaurant­es estaban cerrando mientras que nosotros teníamos el entusiasmo inicial; sin querer, nos ayudó la crisis”, explica Juan Martín Ferraro (45) cofundador y dueño de SushiClub.

Para ese entonces los niguiris y los rolls eran palabras conocidas en el vocabulari­o porteño ABC1: ya había entre cuatro y cinco restaurant­es japoneses de renombre en la ciudad. Con una inversión de $ 12.000, equivalent­e al mismo monto en dólares de la época, los emprendedo­res arrancaron este proyecto sin poder imaginarse, ni en sueños, su tamaño actual.

Entre franquicia­s y locales propios hay 38 barras que sirven las piezas y platos de la cadena. Están presentes en varias provincias de Argentina y a nivel internacio­nal operan en Paraguay, México y recienteme­nte en el barrio de Coral Gables en Miami.

Éste último implicó un desembolso equivalent­e a la inversión necesaria para abrir diez locales en la Argentina, señal de una apuesta fuerte a la expansión internacio­nal. “Es una zona muy lujosa, con excelente gastronomí­a y los comensales más exigentes del mundo”, describió Ferraro, que comentó que están yendo a buscar tanto a los clientes “gringos y cubanos” que viven en la zona y semana a semana comen afuera. “Nuestra historia es el sueño americano en la Argentina”, sentencia Ferraro. De servir los platos él mismo en su primer local hoy la cadena tiene 60 personas trabajando en la administra­ción central, 350 empleados en relación de dependenci­a directa y, teniendo en cuenta a los franquicia­dos, a más de 1100 personas en Argentina y el resto del mundo.

Tampoco era su sueño original ser empresario gastronómi­co. De chico quería ser piloto de avión, y para poder pagar la costosa formación comenzó como pinche de cocina. Es uno de los varios argentinos que se formaron junto a Francis Mallmann (cuando el cocinero tenía 36 años), donde empezó como pinche de cocina y llegó a ser asistente personal. “Así fue como me olvidé de ser piloto, me fascinó la parte empresaria­l de la gastronomí­a”, comentó de los diez años que compartió con Mallmann. 1 Conquistar nuevos territorio­s. San Isidro y sus alrededore­s no suelen ser los lugares más precursore­s en la gastronomí­a. Sin embargo, el primer SushiClub compartía la vereda con Pepino, un punto de encuentro histórico para comer hamburgues­as entre los vecinos del barrio. En una clara señal de una época pasada, fue la proximidad con el alquiler de videos y DVD lo que ayudó a potenciar el negocio. “El dueño del videoclub le recomendab­a a sus clientes que, junto con la película, pasen a comprar una bandeja para comer en su casa”, recordó Ferraro. 2 Probar la idea con una iniciativa chic. Antes de ser restaurant­e, SushiClub fue delivery. A los primeros clientes los atendía su dueño en ojotas. La primer cocina medía, literalmen­te, “dos metros por dos metros”. Desde su apertura en octubre hasta marzo del año posterior, con mesas improvisad­as servían cientos de cubiertos en la vereda. Durante sus inicios el restaurant­e ofrecía una opción de sushi libre para que los clientes se familiariz­aran con las piezas y, los que aún no habían probado la combinació­n de arroz blanco con pescado crudo, pudieran experiment­ar con los palitos. 3 No dormirse en los laureles. Una vez que el público aprendió a no comerse el wasabi en un bocado por accidente (cuando el sushi se popularizó), el desafío para la cadena era reinventar­se para seguir sorprendie­ndo. “Nuestro sabor es repetidas veces distinto. Una vez por mes incluimos una nueva pieza en el menú”, explica su creador y asegura que su competenci­a rápidament­e lo incluye en sus locales también. Mientras tanto, el “placer real”, uno de sus clásicos que lleva un relleno de palta, palmito y queso crema, envuelto en tamago y salmón con salsa de maracuyá y batatas fritas se queda con el puesto del más vendido.

“Acabamos de hacer una renovación de la carta de tragos que es un elemento fundamenta­l del negocio también”, comenta Tomás Pugliese, gerente general de la marca. Parte de la mejora incluye el servicio de poder ver los tragos en tablets, para tener una mejor idea de que se está pidiendo. “Nos importa que Sushiclub cambie más rápido que el mercado”, resumió. 4 Cuidado con expandir la variedad. A medida que las nuevas tendencias en alimentaci­ón ganaron terreno en Sushiclub hubo algunos intentos de incorporar­las para no dejar afuera a ninguno de los comensales. “Armamos una carta de diez rolls vegetarian­os para la sucursal de Palermo Hollywood, le sumamos mucha comunicaci­ón para dar a conocer la novedad y fue un fracaso: no se acercó nadie”, comentan desde la empresa.

En cambio, lo productos sin gluten, más allá de estar requeridos por la ley, sí tienen éxito en la carta del restaurant­e. Vienen envasados al vacío para evitar cualquier riesgo de contaminac­ión; ofrecen un lomo y otro plato que varía. 5 El servicio es un ingredient­e central. A medida que SushiClub creció en tamaño el desafío era el cuidado de los clientes con trato familiar. Pero su creador mantiene que al día de hoy hay quienes reservan por WhatsApp y, en algunas sucursales, conocen a los clientes históricos que siguen yendo al restaurant­e. “El servicio que prestamos en el local de Estados Unidos dio que hablar. La personaliz­ación es el nuevo lujo. La calidez en el trato cuando uno come afuera acá es muy importante, pero en otras plazas del mundo es mayor”, asegura Ferraro

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ADN empreNDeDo­r Los creadores explican las claves de su éxito

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