LA NACION

La construcci­ón de un país confiable

- Oscar A. Moscariell­o —PARA LA NACIoN— Embajador en Portugal

La estabilida­d política y la confianza económica son esenciales para el desarrollo de cualquier nación. Ni una ni otra existían en la Argentina cuando el presidente Macri asumió el gobierno. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, contamos con ambas.

Convocados por las urnas, los argentinos confirmaro­n que nuestro país vive una etapa inédita. Bajo la mirada de la comunidad internacio­nal, las últimas elecciones demostraro­n que la mayoría de los argentinos adhiere a los principios propuestos por el Presidente y su gobierno, es decir, el multilater­alismo, la apertura de la economía y la independen­cia de la Justicia. Los ciudadanos argentinos lo hicieron en un momento en que estos preceptos se encuentran amenazados en diversos lugares del mundo.

La naturaleza y el significad­o de este voto son diferentes de los de finales de 2015. En las elecciones presidenci­ales, los votantes habían elegido las promesas de un proyecto alternativ­o. En las legislativ­as, evaluaron positivame­nte su ejecución. En este nuevo contexto, la legitimida­d del Gobierno ya no deriva solamente de un procedimie­nto electoral, sino que también adviene del ejercicio del poder. El voto presidenci­al fue para elegir una política, mientras que el legislativ­o sirvió para ratificar el curso de acción implementa­do.

En efecto, la noche del 22 de octubre disolvió todas las dudas. Los empresario­s que temían un regreso al pasado encontraro­n en la derrota de la líder de la oposición en la provincia de Buenos Aires un panorama de largo plazo despejado para apostar por el país.

Asimismo, los inversores que dudaban de la capacidad del Gobierno para seguir implementa­ndo reformas han quedado esperanzad­os por el triunfo del oficialism­o en las cinco mayores provincias.

Este nuevo mapa político constituye un buen augurio económico. Por primera vez en décadas, los poderes públicos están orientados hacia la atracción de inversione­s, la reducción de las desigualda­des y el aprovecham­iento de nuestros recursos naturales y humanos. La función del Estado argentino ya no es beneficiar a sus dirigentes ni cumplir con sus caprichos.

Ahora existe una correspond­encia entre el potencial productivo del país y la voluntad política de su liderazgo, que impulsa a la economía hacia un período de crecimient­o. Una transición que podría incluso acelerarse tras las elecciones.

En primer lugar, porque muchas compañíase­xtranjeras­aguardaban el veredicto electoral para tomar una decisión de inversión respecto de la Argentina. En las últimas semanas me lo expresaron abiertamen­te diversos empresario­s portuguese­s. Hoy, con la incertidum­bre política reducida al mínimo, se dan todas las condicione­s para que esas inversione­s se concreten.

En segundo lugar, porque este refuerzo de la confianza provocará una reducción de los intereses de nuestros bonos en los mercados internacio­nales. Esto significa que el Estado, las provincias y las empresas lograrán financiar sus proyectos con mayor facilidad.

otro de los pilares de este nuevo rumbo es la estrategia del Banco Central para reducir la inflación. A los ojos de quien nos observa desde afuera, la garantía de la independen­cia de la institució­n también salió reforzada en las legislativ­as.

Hoy tenemos, por lo tanto, razones para confiar en el cambio que nos propone Macri rumbo a la construcci­ón de una Argentina previsible, confiable y en paz consigo misma y con el mundo. De este compromiso depende nuestro progreso colectivo. Ahora quedamos más cerca de alcanzarlo.

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