LA EMPRESA QUE EXPORTA EL TALENTO CULTURAL.
Danzas, teatro y espectáculos de música nacionales son algunos de los productos artísticos que en los últimos años comenzaron a expandirse en el mercado externo
El año pasado, cuando Daniel Lamarre, CEO de Cirque du Soleil, visitó la Argentina para la presentación del show homenaje de Soda Stereo que la empresa canadiense comenzaba a producir, el ejecutivo confesó que la mayor productora teatral de circo del mundo generaba ingresos anuales de 850 millones de dólares.
Canadá es conocida globalmente por vender al exterior una de las mejores producciones de circo y danzas contemporáneas del mundo, y es un país al que la Argentina mira como ejemplo para desarrollar la exportación de artes escénicas: danzas, teatro y música, entre otras.
Salir al mundo a vender los espectáculos locales es un trabajo casi artesanal que comenzó a tomar fuerza a partir de la década de los ‘90. Débora Staiff fue una de las impulsoras, primero desde el ámbito de la ciudad de Buenos Aires –lideró el primer Bafici, en 1999, y la primera participación porteña en el festival Grec de Barcelona–, y después a través de la agencia que fundó, Indigo Producciones.
“Los ‘90 fue una década fácil para salir al exterior, pero muy difícil para consolidar una estética acá. En ese momento era más fácil ir a ver una comedia musical un fin de semana en Nueva York, que pagar una entrada para ir al teatro en Buenos Aires. El contexto de la época era de un desequilibrio profundo”, explica Staiff, que luego de pasar un año y medio por la Subsecretaría de Cultura, está de nuevo a cargo de la productora que creó en 2002.
En sus comienzos, Staiff era la única argentina que recorría los mercados específicos de música y artes escénicas para mostrar los productos creativos nacionales. “No necesariamente la gente del exterior viene a buscar contenido acá, excepto los alemanes, que viajan mucho, o los ingleses, que salen a buscar talentos. En la época que iniciamos la productora, la búsqueda de mercados empezó siendo algo incipiente, hasta que finalmente le encontramos la vuelta con productos que acá representaban un nicho muy chiquito”, cuenta.
Como ejemplo señala al grupo musical de tango 34 Puñaladas: “Son cuatro guitarristas y un cantante. No hacen tangos convencionales, no tienen bandoneón, es el anti tango. Pero justamente vendiéndolo así, por fuera de lo establecido del género, sirvió para abrir mercados que hasta ese momento el tango nunca había llegado, como el circuito del World Music, que solamente Piazzolla había podido surfear”.
La visibilidad de 34 Puñaladas, además, sirvió para que otros músicos posteriores siguieran el mismo camino y contribuyó a abrir nuevos mercados. “En Japón, el tango ha sido histórico; hubo espectáculos que estuvieron un mes y medio de gira en la isla, trabajando seis noches por semana. Lo mismo con los tangueros en China, fue furor. Pero uno de los problemas que tenemos en la Argentina es que no tenemos teatros tan grandes como los que tienen en Asia –acorde a su población–, con lo cual los espectáculos nacionales están pensados para espacios más pequeño”, cuenta Staiff.
Sin embargo, el mercado que más consume en cantidad las producciones argentinas es Europa –por cercanía cultural–, especialmente Francia, Alemania y España. “Lo más fuerte que tiene nuestro teatro es esa mirada particular de la realidad, una mirada psicoanalizada de las historias. Nuestro teatro se caracteriza por la evidencia de la intimidad, lo hace con ciertas y determinadas problemáticas universales, que le pasa a cualquier familia en cualquier lugar del mundo. La distinción es que nosotros hablamos de eso”, explica, y aclara: “Cuando hablamos de teatro argentino, lamentablemente es teatro de Buenos Aires, aunque ahora empezó en los últimos años a cambiar esa situación”.
El proceso de venta de una obra comienza por elegir cuál es exportable, estandarizar la información, entender cuál es el valor de mercado real de ese espectáculo y buscar el circuito adecuado. “Usualmente el circuito en arte empieza por festivales, para después pasar a teatros. Ese es el derrotero o la vida útil de un producto como este. Primero festivales, donde se junta el prestigio y lo económico, y luego aspirar a poder hacer temporada con determinadas obras; pero no todos los espectáculos son para eso, hay obras que nacen y mueren en festivales”, detalla.
Asimismo, Staiff indica que la deuda más grande que tiene el país es agrandar el mercado interno: “Eso hace que en la temporada que el artista no está trabajando afuera, puede desarrollarse en el mercado local y eso equilibra la fuerza. El circuito comercial tiene salas a las que suele ir, Carlos Paz y Mar del Plata, y en el resto del país esas producciones se presentan en teatros públicos porque no hay teatros comerciales”.
“En cuanto al sector teatro independiente, hace falta crear circuitos específicos de disciplinas artísticas que tal vez no circulan tanto, como circo y danza contemporánea. Los espectáculos están muy atomizados en determinados lugares y eso no quiere decir que no haya demanda. Tenemos mucha oferta en el país, todo el tiempo, pero nunca se trabaja sobre la demanda; hay que estimularla más”, concluyó.